Ansiedad, alegría y aplausos para recibir a las cinco familias sirias
Las cinco familias sirias ni siquiera habían aterrizado en suelo uruguayo, cuando siete jóvenes de entre 9 y 19 años, que todas las semanas juegan al fútbol en una de las canchas del predio de los Maristas, se aseguraron su lugar en frente a la entrada. Cristian, de 16 años, dudaba si los dejarían volver a jugar allí, en ese terreno donde unas cuatro horas más tarde, jugarían los niños sirios.
Casi al mediodía, llegó Antonio González, quien vive hace 30 años en la zona. Estaba encantado con la venida de los refugiados.
“Es una ayuda a la situación que ellos están pasando”, declaró a El País. “Esto es un orgullo”, dijo. Y más tarde se envolvió con la bandera de Uruguay rodeado de vecinos, entre los cuales uno filmaba a quienes llegaban a la residencia.
link: http://www.youtube.com/watch?v=Ycdd6IqO2JA
asado el mediodía, los alrededores de la entrada, escoltada por policías, comenzaron a llenarse. El calor y la humedad se intensificaban. Y la resolana dificultaba la visión.
Señoras mayores, hombres y niños miraban hacia adentro. Pero tras los oficiales de policía que controlaban la primera entrada, solo se vislumbraba un estacionamiento, y tras él, una casona en medio de un predio verde.
Los jóvenes y adultos comentaban entre risas lo contento que estaban con la llegada de los sirios. “Yo quiero verlos llegar, pobrecitos”, dijo una señora. “¿Trajiste a los sirios?”, bromeó uno de los chicos. Y se sacaban fotos “para el Facebook”, mostrándose ante las cámaras.
Luciana Donangelo, de 25 años, fue dos veces hasta la puerta del hogar. Como en el primer intento “no había nadie”, volvió sobre el mediodía con su bebé de ocho meses.
“Me los quiero llevar para casa”, dijo a El País bromeando para mostrar lo mucho que la motivaba esta novedad.
“Están pasando mal allá y acá van a poder progresar, estudiar, vivir tranquilos”, dijo y aclaró que este gesto, a diferencia de la venida de los presos de Guantánamo, le parece bien.
A medida que pasaron las horas, más y más gente se acercó para recibir a los sirios. Pero ya no eran solo vecinos.
Cecilia Cantero llegó desde La Paz con sus hijos Manuel y Francisco, de seis y tres años. Uno de ellos agitaba dos banderas de papel: una de Uruguay y la otra de Siria.
“Cuando supimos que era hoy, ya había preparado las pancartas y banderitas para venir con ellos; faltaron a la escuela porque era todo una novedad. Para mí era importante”, contó Cecilia a El País.
Considerando que es “inimaginable lo que viven” los refugiados de la guerra, Cecilia cree que es clave que, por lo menos, sean bien recibidos.
Sobre las trece horas, ya había varias filas de espectadores. Y, frente al público, las autoridades comenzaron a llegar. El ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, el de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, el director de Educación, Luis Garibaldi, la intendenta de Montevideo, Ana Olivera, fueron solo algunas de las figuras que fueron al recinto de los Maristas para recibir a los sirios.
Autos de entes estatales, como de OSE, UTE y Colonización ingresaron en el estacionamiento controlado por policías. La presidenta de Antel, Carolina Cosse, bajó en la puerta.
Unos once minutos después de las trece horas entre aplausos de los vecinos, llegó el ómnibus de la Escuela Nacional de Policía, que llevaba a los 42 sirios que habían aterrizado a las 11:34. Pero los vidrios polarizados los taparon e incluso desde la primera fila no se los pudo ver.
Pocos minutos antes de las dos de la tarde, llegó el presidente José Mujica, también aplaudido por los vecinos. Querían ver a su presidente. Por eso cuando empezó a llover, incluso torrencialmente, hubo adolescentes y señoras que permanecieron en la puerta del hogar a la espera de “Pepe”, quien saldría aproximadamente una hora después.
“Están en un país que no llueve y llegan acá”, dijo Mujica. “Pero bueno ya están jugando al fútbol”, agregó desde el auto que se detuvo cuando partía.
Aunque el pasto estaba mojado, varios niños estaban en una de las canchas con la pelota. “Los gurises son divinos, hay uno con una camiseta de Forlán, y conocen a Suárez”, dijo el presidente. Uno de ellos “tiene la esperanza de hacer una carrera como futbolista”, contó el canciller Almagro desde el aeropuerto.
Ejemplo
Para Mujica, acoger a los refugiados sirios es una acción positiva, sobre todo porque funciona como un ejemplo.
“Otros países tienen que ayudar, fundamentalmente sé que Brasil está en el asunto”, dijo. Y negó que con este gesto tenga el objetivo de obtener un premio internacional.
“He pagado precios muy altos por lo que pienso en mi vida, si creen que tomo decisiones por un premio o por un acuerdo no me entienden. No me conocieron”, advirtió el presidente. Y destacó que en los primeros días de diciembre, cuando Uruguay asuma la Presidencia de la Unasur en Guayaquil, le pedirá “a todos los latinoamericanos que en la medida de sus posibilidades hagan un esfuerzo sobre todo por dar un ejemplo moral” recibiendo a más refugiados.
En este sentido, tras la llegada de los sirios, el canciller Almagro dijo desde el aeropuerto que los niños que “vienen de una situación extrema”, “de un conflicto armado” y de condiciones “sanguinarias”, “están asumiendo otra vida en Uruguay”. Es que Almagro, impactado por la situación humanitaria que vio en un campo de refugiados de sirios en Jordania, fue quien le sugirió a Mujica la idea de traerlos.
“Como no podemos evitar la guerra, tenemos que tratar de mitigar los efectos de la guerra”, dijo Mujica ayer.
“Tenemos que hacernos responsables de lo que pasa en el mundo en alguna medida y no creer que vivimos en una taza de marfil”, agregó, consciente de su popularidad internacional y de que esta le sirve para promocionar este gesto.
Tanto Almagro como Mujica, hicieron referencia al Uruguay que supo recibir inmigrantes de diversas partes del mundo.
Uruguay “se reencuentra con las mejores tradiciones de prestar apoyo y asistencia y soluciones humanitarias en momentos difíciles”, observó Almagro. En tanto, Mujica destacó que es hijo de “inmigrantes que vinieron disparando, los unos del País Vasco, los otros de las guerras garibaldinas”. E instó: “El que tenga un apellido y más o menos se rasque un poco, va a ver que no es descendiente de indios charrúas sino de alguien que vino de otro lado”.
Integración
El primer paso para integrarse en la sociedad uruguaya será aprender el español. Así lo afirmó el director de Educación, Luis Garibaldi. Dos coordinadores y cuatro maestros se ocuparán de esta tarea. Si bien hay traductores, “la mejor forma de aprender un segundo idioma es hablarle en el otro idioma y los niños lo aprenden con muchísima rapidez”, explicó el jerarca.
Los niños irán al jardín de infantes y a la Escuela Experimental de Malvín y los adolescentes a los liceos 31 y 58. Se integrarán “progresivamente”. Y los adultos recibirán formación profesional dirigida por Inefop.
Pero los vecinos todavía ansían conocerlos. “Nos vamos a reunir con ellos para hacer torta fritas, pasteles, y ellos nos van a enseñar a nosotros qué cocinan”, dijo entusiasmada a El País Cristina Silva, una vecina que suele asistir al hogar de los Maristas.

Las cinco familias sirias ni siquiera habían aterrizado en suelo uruguayo, cuando siete jóvenes de entre 9 y 19 años, que todas las semanas juegan al fútbol en una de las canchas del predio de los Maristas, se aseguraron su lugar en frente a la entrada. Cristian, de 16 años, dudaba si los dejarían volver a jugar allí, en ese terreno donde unas cuatro horas más tarde, jugarían los niños sirios.
Casi al mediodía, llegó Antonio González, quien vive hace 30 años en la zona. Estaba encantado con la venida de los refugiados.
“Es una ayuda a la situación que ellos están pasando”, declaró a El País. “Esto es un orgullo”, dijo. Y más tarde se envolvió con la bandera de Uruguay rodeado de vecinos, entre los cuales uno filmaba a quienes llegaban a la residencia.
link: http://www.youtube.com/watch?v=Ycdd6IqO2JA
asado el mediodía, los alrededores de la entrada, escoltada por policías, comenzaron a llenarse. El calor y la humedad se intensificaban. Y la resolana dificultaba la visión.
Señoras mayores, hombres y niños miraban hacia adentro. Pero tras los oficiales de policía que controlaban la primera entrada, solo se vislumbraba un estacionamiento, y tras él, una casona en medio de un predio verde.
Los jóvenes y adultos comentaban entre risas lo contento que estaban con la llegada de los sirios. “Yo quiero verlos llegar, pobrecitos”, dijo una señora. “¿Trajiste a los sirios?”, bromeó uno de los chicos. Y se sacaban fotos “para el Facebook”, mostrándose ante las cámaras.
Luciana Donangelo, de 25 años, fue dos veces hasta la puerta del hogar. Como en el primer intento “no había nadie”, volvió sobre el mediodía con su bebé de ocho meses.
“Me los quiero llevar para casa”, dijo a El País bromeando para mostrar lo mucho que la motivaba esta novedad.
“Están pasando mal allá y acá van a poder progresar, estudiar, vivir tranquilos”, dijo y aclaró que este gesto, a diferencia de la venida de los presos de Guantánamo, le parece bien.
A medida que pasaron las horas, más y más gente se acercó para recibir a los sirios. Pero ya no eran solo vecinos.
Cecilia Cantero llegó desde La Paz con sus hijos Manuel y Francisco, de seis y tres años. Uno de ellos agitaba dos banderas de papel: una de Uruguay y la otra de Siria.
“Cuando supimos que era hoy, ya había preparado las pancartas y banderitas para venir con ellos; faltaron a la escuela porque era todo una novedad. Para mí era importante”, contó Cecilia a El País.
Considerando que es “inimaginable lo que viven” los refugiados de la guerra, Cecilia cree que es clave que, por lo menos, sean bien recibidos.
Sobre las trece horas, ya había varias filas de espectadores. Y, frente al público, las autoridades comenzaron a llegar. El ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, el de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, el director de Educación, Luis Garibaldi, la intendenta de Montevideo, Ana Olivera, fueron solo algunas de las figuras que fueron al recinto de los Maristas para recibir a los sirios.
Autos de entes estatales, como de OSE, UTE y Colonización ingresaron en el estacionamiento controlado por policías. La presidenta de Antel, Carolina Cosse, bajó en la puerta.
Unos once minutos después de las trece horas entre aplausos de los vecinos, llegó el ómnibus de la Escuela Nacional de Policía, que llevaba a los 42 sirios que habían aterrizado a las 11:34. Pero los vidrios polarizados los taparon e incluso desde la primera fila no se los pudo ver.
Pocos minutos antes de las dos de la tarde, llegó el presidente José Mujica, también aplaudido por los vecinos. Querían ver a su presidente. Por eso cuando empezó a llover, incluso torrencialmente, hubo adolescentes y señoras que permanecieron en la puerta del hogar a la espera de “Pepe”, quien saldría aproximadamente una hora después.
“Están en un país que no llueve y llegan acá”, dijo Mujica. “Pero bueno ya están jugando al fútbol”, agregó desde el auto que se detuvo cuando partía.
Aunque el pasto estaba mojado, varios niños estaban en una de las canchas con la pelota. “Los gurises son divinos, hay uno con una camiseta de Forlán, y conocen a Suárez”, dijo el presidente. Uno de ellos “tiene la esperanza de hacer una carrera como futbolista”, contó el canciller Almagro desde el aeropuerto.

Ejemplo
Para Mujica, acoger a los refugiados sirios es una acción positiva, sobre todo porque funciona como un ejemplo.
“Otros países tienen que ayudar, fundamentalmente sé que Brasil está en el asunto”, dijo. Y negó que con este gesto tenga el objetivo de obtener un premio internacional.
“He pagado precios muy altos por lo que pienso en mi vida, si creen que tomo decisiones por un premio o por un acuerdo no me entienden. No me conocieron”, advirtió el presidente. Y destacó que en los primeros días de diciembre, cuando Uruguay asuma la Presidencia de la Unasur en Guayaquil, le pedirá “a todos los latinoamericanos que en la medida de sus posibilidades hagan un esfuerzo sobre todo por dar un ejemplo moral” recibiendo a más refugiados.
En este sentido, tras la llegada de los sirios, el canciller Almagro dijo desde el aeropuerto que los niños que “vienen de una situación extrema”, “de un conflicto armado” y de condiciones “sanguinarias”, “están asumiendo otra vida en Uruguay”. Es que Almagro, impactado por la situación humanitaria que vio en un campo de refugiados de sirios en Jordania, fue quien le sugirió a Mujica la idea de traerlos.
“Como no podemos evitar la guerra, tenemos que tratar de mitigar los efectos de la guerra”, dijo Mujica ayer.
“Tenemos que hacernos responsables de lo que pasa en el mundo en alguna medida y no creer que vivimos en una taza de marfil”, agregó, consciente de su popularidad internacional y de que esta le sirve para promocionar este gesto.
Tanto Almagro como Mujica, hicieron referencia al Uruguay que supo recibir inmigrantes de diversas partes del mundo.
Uruguay “se reencuentra con las mejores tradiciones de prestar apoyo y asistencia y soluciones humanitarias en momentos difíciles”, observó Almagro. En tanto, Mujica destacó que es hijo de “inmigrantes que vinieron disparando, los unos del País Vasco, los otros de las guerras garibaldinas”. E instó: “El que tenga un apellido y más o menos se rasque un poco, va a ver que no es descendiente de indios charrúas sino de alguien que vino de otro lado”.
Integración
El primer paso para integrarse en la sociedad uruguaya será aprender el español. Así lo afirmó el director de Educación, Luis Garibaldi. Dos coordinadores y cuatro maestros se ocuparán de esta tarea. Si bien hay traductores, “la mejor forma de aprender un segundo idioma es hablarle en el otro idioma y los niños lo aprenden con muchísima rapidez”, explicó el jerarca.
Los niños irán al jardín de infantes y a la Escuela Experimental de Malvín y los adolescentes a los liceos 31 y 58. Se integrarán “progresivamente”. Y los adultos recibirán formación profesional dirigida por Inefop.
Pero los vecinos todavía ansían conocerlos. “Nos vamos a reunir con ellos para hacer torta fritas, pasteles, y ellos nos van a enseñar a nosotros qué cocinan”, dijo entusiasmada a El País Cristina Silva, una vecina que suele asistir al hogar de los Maristas.
