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Tiene 30 años y asegura que su vida es un infierno. A pesar de que pueda parecer placentero, su día a día está marcado por un trastorno sexual que le hizo perder su empleo.

Cara Anaya tiene 90 orgasmos por hora. Sin embargo, aunque parezca contradictorio, no disfruta en absoluto con su nueva vida. Una rara enfermedad, que se llama Trastorno de excitación sexual persistente, le provoca que todo lo que se encuentra a su alrededor le genere excitación sexual.

"Desde afuera puede sonar maravilloso, pero en verdad es frustrante y vergonzoso", confesó. La joven, que vive en Arizona, Estados Unidos, convive con una patología que describe como insoportable. Ir de compras, llevar a los nenes a la escuela, tener un empleo o salir a pasear son cosas que desde hace tres años a Anaya le resultan tremendamente complicadas.

La enfermedad fue de un momento a otro, mientras hacía una rutinaria compra en el supermercado. De repente sintió que todos los olores, el ambiente, las personas que la rodeaban la excitaban, hasta que tuvo su primer orgasmo, lo que la ruborizó y extrañó.

"Estaba asustada y confundida. Fue uno de los orgasmos más intensos de mi vida", recordó. Tirada entre las estanterías del autoservicio ante la mirada de los demás clientes, comenzó su trastorno sexual. "Fue la primera vez que tuve varios orgasmos durante varias horas", en esa ocasión 160 en un total de seis horas.

Desde ese momento y hasta ahora, las visitas a médicos y psiquiatras son constantes. Los facultativos no encuentran ni el origen ni la solución a su patología, aunque ella la busca sin descanso.

Lo más duro para Anaya es su vida social y laboral. Su constante excitación provocó que tuviese que abandonar su empleo, además, ya no puede disfrutar del sexo con su marido ni formar parte de la vida de su hijo. Estar cerca de otros nenes es imposible para ella, "se ha devastado mi participación en la vida de mi hijo, me siento demasiado sucia para ser una parte de la suya", explicó.

"Queremos que sea un niño normal, pero al mismo tiempo no puede tener amigos porque mamá tiene esta dolencia", confesó. "Cuando estás cerca de niños te sientes como un pervertido porque los quieres y no puedes reprimir lo que te sucede." Además, no puede participar de viajes escolares, "ni los nenes ni los padres entienden lo que me pasa".

"Algunos días sólo quiero olvidarme de todo y quedarme en casa con las persianas bajas. Otros, en los que sólo he sufrido diez orgasmos, siento que puedo volver a trabajar y recuperar mi vida". Pero su trastorno no suele abandonarla más de 24 horas. "Quisiera ser la de antes. La que tenía solo un orgasmo, pero natural".


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