
La Presidenta ya está en la Quinta de Olivos, y deberá realizar un largo reposo. Crece la incertidumbre por los problemas de salud de CFK
Finalmente, en un contexto de marcado hermetismo, la presidenta Cristina Kirchner recibió ayer a la mañana el alta médica, tras permanecer internada una semana en el sanatorio Otamendi por su infección intestinal.
Poco después del alta, la Presidenta se trasladó a la residencia de Olivos, donde deberá cumplir un reposo de varios días. En un escueto parte médico difundido al mediodía por la Unidad Médica Presidencial, se indicó que el alta de la mandataria fue firmada en función "de la buena evolución del cuadro de sigmoiditis que la afecta". Además, los médicos remarcaron que la Presidenta continuará "con tratamiento antibiótico, dieta especial, reposo y control evolutivo, contraindicándose realizar desplazamientos por diez días".

Más allá de las explicaciones oficiales, que resultan por demás escuetas y superficiales, la sucesión de problemas médicos que aquejan a la primera mandataria evidentemente muestran que el físico de Cristina no está resistiendo las presiones propias del ejercicio del poder: en los últimos dos años se le practicaron dos cirugías. Todo esto en un contexto de aguda crisis económica. A ello se le suma que, como resta poco más de un año para el recambio presidencial, el poder político del kirchnerismo ha comenzado a licuarse.
¿Quién es la principal responsable del vacío de poder que genera la enfermedad de la Presidenta? La propia Cristina Kirchner, quien puso a dedo a un impresentable como Amado Boudou (doblemente procesados por escándalo de corrupción) en el cargo de vicepresidente. Este tipo de errores no son gratuitos: las consecuencias son pagadas por la ciudadanía, que sufre en carne propia las consecuencias de una crisis que lejos está de ser pasajera. Si la máxima autoridad del país está enferma, y quien la debe reemplazar no muestra la más mínima idoneidad moral, el único resultado posible es que haya un vacío de poder.

Los recurrentes errores de la primera mandataria también tendrían una raíz patológica. Tal como lo viene informando Hoy, CFK tiene todos los síntomas del denominado Síndrome de Hubris.
En mayo del 2008, el político y médico británico Lord David Owen publicó un interesante libro titulado “En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”. En esa obra, se realiza una descripción del perfil psicológico de esos mandatarios. “En muchos jefes de Estado, la experiencia del poder les provoca cambios psicológicos que los conducen a la grandiosidad, al narcisismo y al comportamiento irresponsable”, se afirma en el prólogo de ese libro.
El síndrome de Hubris también se lo conoce como “el orgullo que ciega”, y hace que la arrogante víctima actúe de manera tonta y contra el sentido común.


