Desplazados de Gaza viven una situación límite
Hace seis meses que la guerra con Israel destrozó sus casas. Seis meses que esperan su reconstrucción. Y los desplazados de Gaza ya no aguantan esta situación.
Unos 100 mil palestinos están pasando el final del invierno lejos de sus casas, ''viviendo en terribles condiciones, en escuelas o refugios improvisados'', indican 30 organizaciones humanitarias en un comunicado, seis meses después de la ofensiva israelí.
Las condiciones de vida ya eran muy duras en el enclave, antes de la guerra de julio y agosto, la tercera que sufrió el territorio en seis años. Pero, desde entonces, ''empeoraron de forma dramática'' para los cerca de 1.8 millones de gazatíes, aseguran las ONG, que alertan sobre las consecuencias nefastas de la creciente desesperanza.
''Un regreso de las hostilidades es inevitable'' si no se hace nada por evitarlo, señalan en su comunicado.
Los gazatíes siguen esperando que se reconstruyan sus casas, pero los israelíes dejan entrar con cuentagotas los materiales a la Franja, por temor a que los grupos armados palestinos los utilicen contra ellos.
Las divisiones políticas entre los palestinos también contribuyen a retrasar las obras, puesto que bloquean cualquier intento de acuerdo sobre los puntos de entrada a Gaza, asfixiada desde hace ocho años por el bloqueo israelí, al que se añadió hace unos meses un casi bloqueo de Egipto.
''Cada día crece el desaliento, hemos perdido el gusto por la vida'', dice Sofiane Farauana, de 35 años, que vive con su familia en una escuela de la ONU en la ciudad de Gaza. ''Esta situación va a explotarle en la cara a todo el mundo'', afirma.
Un nuevo conflicto posible
A principios de febrero, la ONU hizo un llamamiento a los donantes internacionales que se comprometieron a apoyar a Gaza con cinco mil 400 millones de dólares, tras la guerra, y que no cumplieron con su promesa. Sin esos fondos, los esfuerzos para evitar un nuevo conflicto serán vanos, avisó la ONU, que también tuvo que suspender parte de sus ayudas, por falta de dinero.
Un empeoramiento de la situación supondría un nuevo revés para un Autoridad Palestina políticamente débil, que afronta enormes problemas financieros.
Los habitantes se las arreglan como pueden para conseguir unos pocos shékels. Anas Berdaa, de 12 años, vende las raciones de comida que la ONU le da cada día a los ocho miembros de su familia para pagar el autobús.
Desde que su casa fue destruida en el barrio de Chajaya, la familia vive en la sala de una escuela de la ONU, donde se hacinan más de 500 desplazados.
''No tenemos con qué alimentarnos, ni con qué calentarnos'', cuenta su madre, Nermin, de 32 años, que dio a luz hace cuatro meses en esa misma escuela.
''Por la noche, no duermen por culpa del frío y, psicológicamente, están totalmente destruidos'', dice a propósito de sus hijos. ''En realidad es como si estuviéramos muertos'', lamenta.
Seis meses de vida precaria en centros de acogida improvisados son un terreno fértil para la desesperanza. Naciones Unidas hablaba hace poco de la ''presión casi insoportable'' que pesa sobre los gazatíes.
La ONU ''nos anima a que nos vayamos. ¿Pero adónde vamos a ir? Oímos todas las promesas de la ONU y de la Autoridad Palestina, pero no vemos ni un céntimo de los árabes ni del resto del mundo'', asegura, enfadado, Ali, de 32 años.

Hace seis meses que la guerra con Israel destrozó sus casas. Seis meses que esperan su reconstrucción. Y los desplazados de Gaza ya no aguantan esta situación.
Unos 100 mil palestinos están pasando el final del invierno lejos de sus casas, ''viviendo en terribles condiciones, en escuelas o refugios improvisados'', indican 30 organizaciones humanitarias en un comunicado, seis meses después de la ofensiva israelí.
Las condiciones de vida ya eran muy duras en el enclave, antes de la guerra de julio y agosto, la tercera que sufrió el territorio en seis años. Pero, desde entonces, ''empeoraron de forma dramática'' para los cerca de 1.8 millones de gazatíes, aseguran las ONG, que alertan sobre las consecuencias nefastas de la creciente desesperanza.
''Un regreso de las hostilidades es inevitable'' si no se hace nada por evitarlo, señalan en su comunicado.
Los gazatíes siguen esperando que se reconstruyan sus casas, pero los israelíes dejan entrar con cuentagotas los materiales a la Franja, por temor a que los grupos armados palestinos los utilicen contra ellos.
Las divisiones políticas entre los palestinos también contribuyen a retrasar las obras, puesto que bloquean cualquier intento de acuerdo sobre los puntos de entrada a Gaza, asfixiada desde hace ocho años por el bloqueo israelí, al que se añadió hace unos meses un casi bloqueo de Egipto.
''Cada día crece el desaliento, hemos perdido el gusto por la vida'', dice Sofiane Farauana, de 35 años, que vive con su familia en una escuela de la ONU en la ciudad de Gaza. ''Esta situación va a explotarle en la cara a todo el mundo'', afirma.
Un nuevo conflicto posible
A principios de febrero, la ONU hizo un llamamiento a los donantes internacionales que se comprometieron a apoyar a Gaza con cinco mil 400 millones de dólares, tras la guerra, y que no cumplieron con su promesa. Sin esos fondos, los esfuerzos para evitar un nuevo conflicto serán vanos, avisó la ONU, que también tuvo que suspender parte de sus ayudas, por falta de dinero.
Un empeoramiento de la situación supondría un nuevo revés para un Autoridad Palestina políticamente débil, que afronta enormes problemas financieros.
Los habitantes se las arreglan como pueden para conseguir unos pocos shékels. Anas Berdaa, de 12 años, vende las raciones de comida que la ONU le da cada día a los ocho miembros de su familia para pagar el autobús.
Desde que su casa fue destruida en el barrio de Chajaya, la familia vive en la sala de una escuela de la ONU, donde se hacinan más de 500 desplazados.
''No tenemos con qué alimentarnos, ni con qué calentarnos'', cuenta su madre, Nermin, de 32 años, que dio a luz hace cuatro meses en esa misma escuela.
''Por la noche, no duermen por culpa del frío y, psicológicamente, están totalmente destruidos'', dice a propósito de sus hijos. ''En realidad es como si estuviéramos muertos'', lamenta.
Seis meses de vida precaria en centros de acogida improvisados son un terreno fértil para la desesperanza. Naciones Unidas hablaba hace poco de la ''presión casi insoportable'' que pesa sobre los gazatíes.
La ONU ''nos anima a que nos vayamos. ¿Pero adónde vamos a ir? Oímos todas las promesas de la ONU y de la Autoridad Palestina, pero no vemos ni un céntimo de los árabes ni del resto del mundo'', asegura, enfadado, Ali, de 32 años.