¿Cuando se recuerde a la política económica de Cristina Fernández de Kirchner con qué se la relacionará? Sin duda, con el cepo cambiario. Y el cepo cambiario es una maldita herencia de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna (pésima su estrategia de reestructuración unilateral de la deuda en default, menospreciando a quienes quedaban afuera del acuerdo), quienes así impidieron el regreso al mercado financiero global en condiciones apropiadas. Y un ejemplo de la tosudez inútil de la Presidenta de la Nación, que no sólo destruyó los llamados "superávits gemelos", decidiendo financiar con inflación el elevado déficit fiscal, sino que ha desperdiciado cada ocasión que tuvo de revertir la situación, privilegiando la barricada partidaria antes que el bienestar de la población, y desconociendo que sólo el bienestar produce popularidad. No es peleando con el juez Thomas Griesa o con los holdouts que ganaron ya el juicio en el tribunal elegido por Néstor como el Frente para la Victoria construye la mística de su supuesto regreso futuro al poder, sino modificando conductas que permitan salir de la recesión antes de entregarle el gobierno a quien gane los comicios 2015. Para reforzar todo eso, aquí un trabajo de Economía & Regiones sobre los 3 años terribles del cepo cambiario:
El 31 de octubre de 2011, una vez pasadas las elecciones Presidenciales que le dieron la victoria a CFK por 2da. vez, tras un fuerte y sostenido proceso de dolarización de los agentes económicos, el gobierno implementaba el cepo al dólar.
En concreto durante el 2011, la formación de activos externos del sector privado (fuga de capitales) había llegado a US$ 21.500 millones y el BCRA había perdido US$ 5.800 millones. En paralelo, el tipo de cambio nominal se había devaluado sólo un 5.6% aproximadamente (de $3.9 a $4.13) con una expansión monetaria de $62.500 millones, casi el 40% de los cuales más de la mitad habían sido emitidos para financiar al Tesoro ($32.500 millones).
Al mismo tiempo, la tasa de interés en pesos ajustada por inflación era negativa en 10 puntos porcentuales, propulsando la fuga hacia el dólar. Sólo basta mencionar que la tasa de interés de las Lebacs a 12 meses se ubicaba en torno al 14% anual mientras que la inflación ascendía al 24% anual.
(N. de la R.: cabe destacar que al ministro de Economía responsable de semejante desastre, Amado Boudou, Cristina Fernández de Kirchner lo hizo, en aquella ocasión, compañero de binomio presidencial, y es el vicepresidente de la República).
La corrida hacia el dólar estaba alimentada por la inconsistencia entre las políticas fiscal y monetaria expansivas y la política cambiaria de tipo de cambio cuasi fijo. Esta inconsistencia alimentaba las expectativas de devaluación, estimulando la fuga hacia el dólar.
Un desequilibrio de esta naturaleza genera 2 ajustes:
1) con tipo de cambio fijo el ajuste vía cantidades implica una pérdida sostenida y acelerada de reservas internacionales;
2) si se elige ajustar por precios (devaluando) se detiene el drenaje de reservas a costa de generar mayor presión sobre precios.
El gobierno intentó evitar los 2 ajustes (precios y cantidades) y mantener su política fiscal y monetaria expansiva.
Según su análisis, la pérdida de reservas implicaba erosión del poder y la devaluación significaba transitar un sendero económico complicado. No quiso asumir ninguno de los dos costos e implementó el cepo para “pisar” la demanda de divisas y “forzar” la demanda de pesos mientras se mantenían las políticas fiscales y monetarias de incentivo a la demanda agregada. Se buscaba que los agentes siguieran consumiendo, invirtiendo y traccionando el nivel de actividad, mientras el tipo de cambio funcionaba como dique de contención de los precios.
De hecho, la demanda de pesos quedó “inflada” artificialmente con el cepo.
Sin embargo, los resultados obtenidos con el cepo fueron opuestos a los buscados, tanto en materia de contención de la caída de reservas como en materia de resultados macroeconómicos: el consumo, la inversión y el crecimiento se fueron desvaneciendo hasta terminar en recesión; el sector privado dejó de generar empleo genuino, la inflación se duplicó erosionando el poder adquisitivo del salario; las reservas del BCRA siguieron disminuyendo (incluso a más velocidad) a pesar de todas las trabas y regulaciones como consecuencia del avance del déficit del balance de pagos.
De hecho, la vuelta del déficit de cuenta corriente y la balanza de pagos negativa son la mejor muestra de los malos resultados del cepo cambiario.
La profundización del deterioro macroeconómico acontecido a partir de fines de 2011 con la implementación del cepo cambiario es un estigma que se ha repetido a lo largo de nuestra historia. Cuando un modelo económico se agota, en lugar de modificar la política para corregir los desequilibrios, la administración de turno elige mantener e incluso profundizar las estrategias y extender la agonía, para no pagar el costo político que implica implementar dicho cambio.
El desenlace que genera la profundización de estos desequilibrios suele ser más traumático en términos de actividad, empleo y pobreza.

El 31 de octubre de 2011, una vez pasadas las elecciones Presidenciales que le dieron la victoria a CFK por 2da. vez, tras un fuerte y sostenido proceso de dolarización de los agentes económicos, el gobierno implementaba el cepo al dólar.
En concreto durante el 2011, la formación de activos externos del sector privado (fuga de capitales) había llegado a US$ 21.500 millones y el BCRA había perdido US$ 5.800 millones. En paralelo, el tipo de cambio nominal se había devaluado sólo un 5.6% aproximadamente (de $3.9 a $4.13) con una expansión monetaria de $62.500 millones, casi el 40% de los cuales más de la mitad habían sido emitidos para financiar al Tesoro ($32.500 millones).
Al mismo tiempo, la tasa de interés en pesos ajustada por inflación era negativa en 10 puntos porcentuales, propulsando la fuga hacia el dólar. Sólo basta mencionar que la tasa de interés de las Lebacs a 12 meses se ubicaba en torno al 14% anual mientras que la inflación ascendía al 24% anual.
(N. de la R.: cabe destacar que al ministro de Economía responsable de semejante desastre, Amado Boudou, Cristina Fernández de Kirchner lo hizo, en aquella ocasión, compañero de binomio presidencial, y es el vicepresidente de la República).
La corrida hacia el dólar estaba alimentada por la inconsistencia entre las políticas fiscal y monetaria expansivas y la política cambiaria de tipo de cambio cuasi fijo. Esta inconsistencia alimentaba las expectativas de devaluación, estimulando la fuga hacia el dólar.
Un desequilibrio de esta naturaleza genera 2 ajustes:
1) con tipo de cambio fijo el ajuste vía cantidades implica una pérdida sostenida y acelerada de reservas internacionales;
2) si se elige ajustar por precios (devaluando) se detiene el drenaje de reservas a costa de generar mayor presión sobre precios.
El gobierno intentó evitar los 2 ajustes (precios y cantidades) y mantener su política fiscal y monetaria expansiva.
Según su análisis, la pérdida de reservas implicaba erosión del poder y la devaluación significaba transitar un sendero económico complicado. No quiso asumir ninguno de los dos costos e implementó el cepo para “pisar” la demanda de divisas y “forzar” la demanda de pesos mientras se mantenían las políticas fiscales y monetarias de incentivo a la demanda agregada. Se buscaba que los agentes siguieran consumiendo, invirtiendo y traccionando el nivel de actividad, mientras el tipo de cambio funcionaba como dique de contención de los precios.
De hecho, la demanda de pesos quedó “inflada” artificialmente con el cepo.
Sin embargo, los resultados obtenidos con el cepo fueron opuestos a los buscados, tanto en materia de contención de la caída de reservas como en materia de resultados macroeconómicos: el consumo, la inversión y el crecimiento se fueron desvaneciendo hasta terminar en recesión; el sector privado dejó de generar empleo genuino, la inflación se duplicó erosionando el poder adquisitivo del salario; las reservas del BCRA siguieron disminuyendo (incluso a más velocidad) a pesar de todas las trabas y regulaciones como consecuencia del avance del déficit del balance de pagos.
De hecho, la vuelta del déficit de cuenta corriente y la balanza de pagos negativa son la mejor muestra de los malos resultados del cepo cambiario.
La profundización del deterioro macroeconómico acontecido a partir de fines de 2011 con la implementación del cepo cambiario es un estigma que se ha repetido a lo largo de nuestra historia. Cuando un modelo económico se agota, en lugar de modificar la política para corregir los desequilibrios, la administración de turno elige mantener e incluso profundizar las estrategias y extender la agonía, para no pagar el costo político que implica implementar dicho cambio.
El desenlace que genera la profundización de estos desequilibrios suele ser más traumático en términos de actividad, empleo y pobreza.