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El Lado Oscuro de la Luna

No todos se preguntan por qué la Luna exhibe siempre las mismas manchas, identificadas por diversas culturas ya sea como un hombre, un conejo o una mujer cargando un bebé, entre muchas otras interpretaciones. Piénselo bien, es algo intrigante: la Luna podría girar y al hacerlo mostraría sus otras manchas; nuestros ancestros podrían haber visto las manchas de otras partes del satélite; lo mismo desde diferentes partes del mundo podrían ser vistas (1) distintas partes de la Luna. Pero nosotros vemos siempre el mismo lado desde todas partes del planeta. Esto quiere decir que su período de rotación es igual a su período orbital, lo que a su vez quiere decir que el tiempo que demora para girar sobre sí misma es exactamente igual al tiempo que tarda para dar una vuelta a la Tierra.

Una consecuencia de ver siempre el mismo “lado” de la Luna es que nunca vemos su otra cara, ésa que es llamada por algunos “el lado oscuro de la Luna”, que permaneció oculta y misteriosa a la humanidad hasta que fue finalmente fotografiada en 1959 por la sonda soviética Lunik 3, en un hecho histórico que infelizmente ha quedado en el olvido. Al contrario de lo que puede parecer, el “lado oscuro” no es realmente oscuro, por lo menos no más que el otro lado.

Usted verá días y noches sobre nuestro satélite no importando en que lado esté. Ocurre exactamente que como nosotros nunca vemos el “lado oscuro” no percibimos que está iluminado (o si fuera el caso, oscuro) como nuestro viejo lado conocido. Y al contrario de lo que muchos imaginarán y hasta dirán, no hay nada sobrenatural en esa zona oculta. No hay una copia de los diez mandamientos, bases extraterrestres o propaganda de la Coca Cola.

Pero regresemos a la pregunta: ¿por qué la Luna siempre exhibe la misma cara a la Tierra? ¿Será eso una coincidencia, fruto del mero azar? ¿O algo tan bien ajustado que sólo podría ser explicado por la acción de alguna fuerza? La respuesta es que esto no es mero azar, y la fuerza responsable de esta sincronía es la más famosa de todas: la gravedad.

Originalmente la Luna no tenía un período de rotación igual al orbital, pero la gravedad trató de sincronizarlos gradualmente. Este efecto gravitatorio por el cual los satélites acaban sincronizando su período de rotación al orbital es conocido como “acoplamiento de marea” (tidal locking), y puede ser visto en diversos otros satélites en el sistema solar.

El acoplamiento de marea garantiza que cualquier variación en el período orbital lunar sea acompañada de una variación equivalente en su período de rotación. La Luna mostrará la misma cara a la Tierra todavía por un buen tiempo, asegurando a nuestros descendientes la misma diversión que nuestros antepasados tuvieron en imaginar los más diversos diseños, sean cuales fueren, en las manchas lunares prácticamente iguales y que nada más son cráteres aleatorios y vestigios geológicos de actividades pasadas.

La forma en cómo el acoplamiento de marea sincroniza los períodos orbitales y de rotación lunares es fascinante de por sí. Cuando estos no están sincronizados, el satélite tendrá “mareas” significativas. En la Tierra asociamos las mareas con el agua de mar, no obstante la marea también afecta la materia sólida. Podemos ver cómo fluye el agua libremente durante las mareas, en altas y bajas, pero las rocas sólidas ciertamente no tienen esa misma facilidad de fluir.

El resultado es fricción que genera calor de la misma forma que ocurre cuando usted dobla un clip varias veces. ¡Este mecanismo exacto puede estar generando en el satélite de Júpiter, Europa, calor suficiente para mantener vida debajo de las costras de hielo de kilómetros de espesor! Toda esa fricción consume energía, que termina por frenar la velocidad de rotación (justamente la que determina la frecuencia de las mareas), hasta que llega a estar eventualmente sincronizada al período orbital, y ya no se producen más mareas significativas. Es por un mecanismo así que los movimientos celestiales fueron comparados a los mecanismos de un reloj.

Y el mecanismo funciona en dos sentidos: en este momento nuestro satélite tiene sus períodos orbitales y de rotación sincronizados en relación con la Tierra, más en algunos billones de años la Tierra también tendrá su período de rotación equivalente al orbital (y también de rotación) de la Luna. Si todavía estuviéramos por aquí, podremos ver la curiosa situación de que la Luna sería siempre visible en un solo hemisferio, y del mismo “lado”. Así como nunca se ve desde la Tierra el “lado oscuro de la Luna”, algún día no podremos ver más la Luna desde el que, se espera, sea correctamente llamado el “lado oscuro de la Tierra”, en relación con la Luna.

En fin, el “lado oscuro de la Luna” y su otra cara que fue interpretada aquí como hombres, conejos o mujeres cargando bebés, son algo natural, comprensible y que ocurre en otros cuerpos del sistema solar, con una explicación peculiar que nos lleva a imaginar una situación futura que a primera vista parece increíble: medio mundo “con Luna”, medio mundo “sin Luna”. Es increíble que buena parte de las personas siquiera pondere el tema. Todos saben que la Luna gira, y todos tienen varias nociones sobre el sistema solar. Mas la cuestión difícilmente sugeriría que la Luna aparece todas las noches en el cielo, y siempre con las mismas manchas.



La gran coincidencia cósmica

Existe otro aspecto intrigante sobre la Luna que puede ser notado diariamente, pero se hace más explícito en los eclipses solares totales, cuando la Luna cubre el disco solar perfectamente. Y justamente esto es lo intrigante: desde la Tierra los tamaños aparentes del Sol y de la Luna son prácticamente iguales. En una proporción sorprendente, el Sol es 400 veces más grande que la Luna, pero está también 400 veces más distante.

¿Hay otro mecanismo cósmico funcionando aquí? En la más increíble de las respuestas, hasta donde sabemos ésta es una gigantesca coincidencia, una “Gran coincidencia cósmica”. Podemos entender su dimensión y cuando lo hacemos podemos ver que, a despecho de las mil y una ideas que puedan estar pasando por su cabeza en este momento, es posible estar razonablemente seguros de que todo es realmente una coincidencia, una “Gran coincidencia cósmica”.

Asimilar la dimensión de esta coincidencia involucra dos aspectos interrelacionados. Lo primero es descubrir cómo las cosas pueden ser muy diferentes. De hecho, esta coincidencia cósmica no ocurre en ninguna otra parte del sistema solar, en ninguna de las otras 64 lunas de los diversos planetas. En la Tierra esta coincidencia es pasajera: hace 150 millones de años la Luna aparecía visiblemente mayor que el Sol. De aquí a otros 150 millones más, aparecerá menor. Esto ocurre porque nuestro satélite está plácidamente alejándose de nosotros, de forma gradual y sin importar mínimamente si tiene el mismo tamaño que el Sol o no. La ventana de tiempo en que esta coincidencia de tamaños aparentes ocurre aquí en la Tierra es relativamente pequeña –y única– en la historia del planeta y su satélite.

Esta ventana de tiempo podría incluso no existir. Dependiendo del tamaño de la Luna, del Sol y de la distancia de la tierra al Sol, a la Luna, y las órbitas relacionadas, sería prácticamente imposible que ocurriera una coincidencia en los tamaños aparentes. Nuestra Luna podía ser muy pequeña, al punto de necesitar estar en órbitas excesivamente bajas para que existiera una coincidencia de tamaños. Se necesita de la conjunción de muchas variables, que podrían tener valores muy diversos. La existencia de esta conjunción fortuita, permitiendo una coincidencia de tamaños aparentes entre un satélite y el Sol es algo extraordinario en sí mismo.

Pero lo más extraordinario de esto es que nosotros podemos ver esto. Es éste el segundo aspecto de las dimensiones realmente cósmicas de esta coincidencia. La conjunción no solo ocurre, si no que se da cuando existe una civilización que pueda estudiarla y entenderla, que felizmente somos nosotros. Nuestro planeta tiene alrededor de cinco mil millones de años, y esta ventana de tiempo tiene aproximadamente 300 millones de años, lo que representa el 5% del tiempo de existencia de la Tierra. Durante el 95% del tiempo en que existió no había ninguna coincidencia de tamaños.

Es que una civilización podría haber surgido dentro de este 95% en vez del 5%. El advenimiento de nuestra especie que formó la civilización en el tiempo en que la formó, sigue siendo algo que dependió de un sinnúmero de variables fortuitas, que habrían determinado muchas extinciones en masa en el pasado y, lo más inesperado, que habrían determinado que hallamos evolucionado en la forma en que lo hicimos. En rigor, una civilización habría podido aparecer mucho antes o mucho después de nuestro surgimiento. Tal civilización se habría podido formar a partir de otra especie diferente a la nuestra, y aún más, hasta donde sabemos es posible que ninguna civilización hubiese aparecido en el planeta simplemente porque no había aparecido ninguna especie bastante inteligente.

Cuando sumamos todas estas variables que entran en juego para que veamos la Luna y el Sol con el mismo tamaño, entendemos las dimensiones cósmicas de esta gran coincidencia. E, irónicamente, también podemos ver que es realmente una coincidencia y no la ejecución de una cierta inteligencia superior.

Para que esta conjunción fuera artificial, sería necesario que una hipotética inteligencia controlase todos los incontables factores citados, lo mismo que muchos otros que no lo han sido. Esto incluiría controlar cuidadosamente las extinciones en nuestro planeta, permitiendo o no la caída de meteoritos (no solamente en la Tierra, sino también en la Luna), así como controlar de forma extremadamente laboriosa la evolución de la especie de modo que nosotros, y solamente nosotros, apareciéramos como seres capaces de formar la civilización en la época correcta –que como lo vimos representa solamente el 5% del tiempo de existencia del planeta. Y esto si tal inteligencia no necesitó modificar la distancia de la Tierra al Sol y a la Luna, sus órbitas y los tamaños.

Cualquier error en cualquiera de las variables podía echar todo a perder. Tenemos aquí una aplicación ejemplar del principio de la navaja de Occam: es realmente extraordinario, y al principio increíble, explicar la conjunción de tamaños como una coincidencia, pero resulta mucho más extraordinario, complejo e infundado postular que es algo artificial.

Quizás algunas ideas más ayuden a explicar tanto el encanto de la coincidencia como el hecho de que es realmente una coincidencia. Por ejemplo, intentemos calcular cuál es la probabilidad de que usted esté leyendo este texto en este justo momento. Usted puede pensar en mil y una cosas que podría estar haciendo ahora; exactamente en el Internet es bien probable que usted estuviera buscando “sexo” y “MP3” (bien, si consideramos que usted es simplemente un o una internauta); usted no podría ni existir si sus padres nunca se hubiesen conocido, o sus abuelos o bisabuelos.

Podemos imaginar variables infinitas y llegar finalmente a una probabilidad cada vez más baja, pero la verdad es que si usted está leyendo esto la probabilidad de que usted esté leyendo este texto es simplemente de 100%. Cuando partimos de un hecho determinado y hacemos el camino inverso pensando que podría ser diferente, es bien fácil ser engañado al pensar que hay algo sobrenatural cuando en realidad estamos cayendo solamente en un razonamiento engañoso.

O sea, una de las formas para hacer frente a esta gran coincidencia cósmica es ver que si no ocurriese podríamos estar preguntándonos por qué no ocurre. Si la Luna tuviera la mitad del tamaño aparente del Sol esto podría estar intrigándonos de la misma manera. Suponga que la proporción de los tamaños aparentes de la Luna y del Sol fuesen iguales a los tamaños verdaderos entre la Tierra y la Luna. Esto también podría desconcertar a la gente. Una coincidencia cósmica todavía más impresionante sería si los períodos de rotación de la Tierra y de la Luna y el período orbital de la Luna estuviesen todos sincronizados en el mismo tiempo en que la Luna tenía el mismo tamaño aparente del Sol.

O sea, la Luna sería vista siempre desde el mismo hemisferio de la Tierra, con la misma cara y el mismo tamaño del Sol, lo que debería ser algo simplemente trascendental, pero eso no ocurre y no tiene por qué ocurrir (según lo dicho, en 150 millones de años la coincidencia de Luna-Sol debe dejar de ocurrir, y la sincronía de la rotación entre la Tierra y la Luna debe ocurrir solamente de aquí a dos mil millones de años).

Que la Luna tenga el mismo tamaño aparente que el Sol es sin duda una gran coincidencia cósmica, pero muchas otras coincidencias podrían ocurrir en el lugar de ella que podrían ser consideradas como igualmente desconcertantes. ¿O no...?



Una explicación heterodoxa
Tal vez haya una explicación para esta gran coincidencia cósmica (2), relacionada con el llamado “Principio Antrópico”. Sabemos que los mecanismos cósmicos que funcionan más comúnmente en escalas astronómicas, como la misma gravedad o el electromagnetismo, no pueden explicar esta coincidencia de tamaños aparentes entre la Luna y el Sol. También sabemos que es improbable que la coincidencia sea obra de una inteligencia superior, porque sería necesario que se ocupara de incontables variables, resultando más sensato aceptar el hecho como gran coincidencia cósmica. Sin embargo, ¿hasta qué punto estamos seguros al imaginar que las cosas podrían ser muy diferentes? ¿Será que el elemento más extraordinario, la coincidencia temporal entre nuestra existencia y la visibilidad de la coincidencia de tamaños no son algo relacionado?

Para explorar este pensamiento, entramos en el heterodoxo “Principio Antrópico”. Será formulado, de forma bien simplificada, como: “Nosotros vemos así el universo porque si él no fuera así nosotros no estaríamos aquí para ver nada”. Por ejemplo, alguien puede preguntarse por qué está respirando, y una contestación muy válida será que si la persona no respirara no podría incluso hacer la pregunta, ya que estaría muerta.

Si usted responde de esta forma en una prueba de biología puede sacar un cero, pero este razonamiento simple puede tener grandes implicaciones, formuladas justamente en el llamado “Principio Antrópico”. Tales implicaciones pueden ser profundas, útiles, prácticas y hasta erradas, como la idea de que somos esenciales para la existencia del universo porque nuestra conciencia lo crea o de que el universo fue hecho a nuestra medida por un ser superior.

Pues bien, la Luna desempeñó probablemente un papel muy importante para nuestra existencia. Pero una de las consecuencias (o se puede decir, regalos) de su existencia es la estabilización del eje de rotación de la Tierra. En comparación con la Tierra, la Luna tiene una masa proporcionalmente muy grande, de hecho, la relación entre la masa de la Tierra y la de la Luna es la mayor de todo el sistema solar, con la excepción de Plutón y su satélite Caronte, ambos muy pequeños. Es esta masa relativamente grande lo que permite que el satélite estabilice el eje de rotación terrestre de forma significativa. Y esta masa relativamente grande también hace que la Luna aparezca grande en el cielo y pueda ocultar totalmente al Sol.

A su vez, si la Tierra estuviera muy distante del Sol la energía recibida del astro rey podría ser muy pequeña para poder generar vida, o por lo menos vida con un metabolismo suficientemente rápido para dar lugar a inteligencia en un tiempo adecuado. Al mismo tiempo, si el Sol fuese más pequeño la energía emitida también podría ser muy pequeña. En ambos los casos, el Sol no aparecería relativamente grande en el cielo.

Así, si tanto la Luna como el Sol pareciesen menores, ya sea aisladamente o en conjunto, nosotros no podríamos estar aquí. Hay muchos otros factores ligados a la ocurrencia de la coincidencia cósmica que también están ligados a nuestra propia existencia tal como es. Es el Principio Antrópico en acción: si las cosas fuesen diferentes no podríamos estar aquí para verlas. La gran coincidencia cósmica sería así minimizada al notar que sería en sí misma uno de los factores necesarios, o por lo menos estadísticamente ligados, a la ocurrencia de vida inteligente como nosotros.

Estos pensamientos son con razón un tanto polémicos, y no podemos estar muy seguros de ellos hasta tener más datos, incluyendo principalmente informaciones detalladas sobre cómo son los otros sistemas planetarios en nuestra vecindad. El propio Principio Antrópico es tema de grandes discusiones, siendo infelizmente relacionado por algunas personas de forma inadecuada a ideas creacionistas. Es por eso que esta explicación es heterodoxa. A pesar de todo lo dicho, parece razonable, hasta cierto punto, y si es correcta implica que casi toda la civilización existente vería una coincidencia cósmica equivalente. En su aspecto último, definitivo y extraordinario, esta gran coincidencia cósmica puede ser un lazo común que ata la mayoría de las civilizaciones de la galaxia, y quizás, del universo. ¿Es poco?

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NOTAS:

(1) En realidad en diversas partes del mundo vemos partes diferentes de la Luna, debido al propio paralaje. A medida que la Luna se mueve en relación con nosotros, acabamos viendo el 59% de su superficie, algo ocasionado también por la liberación gravitacional lunar. Pero la Luna continúa teniendo dos “lados”, uno cercano y conocido y otro oculto debido a la sincronía orbital.

(2) La explicación fue formulada por Guillermo González, de la Universidad de Washington, en Seattle, Estados Unidos. La noticia que encontré no cita explícitamente el Principio Antrópico, no obstante está bien claro que se relaciona a la explicación. Esta coincidencia cósmica sería una más de las llamadas “coincidencias antrópicas”.

FUENTE:http://www.anomalia.org/perspectivas/ci/luna.htm
OTROS LINKS: http://www.ifir.edu.ar/~divulgon/marzo04/cotidiano-mar04.html