“El linchado fue un excluido económico y sus asesinos son excluidos culturales”
Alicia Acquarone es licenciada en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario. Posgrado en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Para la profesora Alicia Acquarone lo que ocurre es consecuencia del triunfo ideológico de las políticas de los años 90.
El linchamiento de David Moreira, ocurrido el 22 de marzo pasado a manos de un grupo de vecinos del barrio Azcuénaga que lo sorprendieron robándole la cartera a una joven mujer, no sólo tuvo sus consecuencias judiciales con la detención de dos muchachos que cumplen prisión preventiva acusados de homicidio calificado por alevosía, sino también una amplia repercusión que se vio reflejada en las redes sociales desde el mismo momento del crimen y que ahora parece reflotar con la decisión de la Justicia. En ese marco, el pasado miércoles unos 200 vecinos se agruparon en la esquina de Mendoza y Liniers, muy cerca de donde lincharon a Moreira, para reclamar más presencia policial y demostrar su enojo, pero también para exigir la “libertad de los chicos” apresados por el crimen alegando su “inocencia” y su estado de “emoción violenta” ante lo ocurrido. Dos días más tarde, en la plaza del Foro, la familia de Moreira y distintas ONG montaron una feria para pedir el esclarecimiento de lo ocurrido. En ese marco, la cientista política y docente universitaria Alicia Acquarone aportó sus impresiones para tratar de entender ese y otros tantos hechos de “justicia por mano propia”.
— ¿Cómo llega una sociedad a defender a quienes linchan a un ladrón en el espacio público?
— Esto responde al éxito extraordinario que tuvieron las políticas neoliberales de los años 90, políticas que principalmente se centraron en cambiar la conciencia de la gente. El éxito de esa década es ideológico, porque en lo económico fue un fracaso. Y en este sentido, lo que hizo esa política fue romper los lazos de solidaridad, es decir que nos llevó a dejar de pensarnos como un nosotos colectivo. Al romperse eso, cada uno se piensa como un átomo, como un único. Y si a eso se suma la situación de impotencia frente a la violencia real que se da en la ciudad, este individuo que no está unido a otros por lazos de solidaridad y no se siente parte de un todo, empieza a encontrar justificativos para su propia defensa. Justificativos que seguramente son equivocados, pero que para él son ideológicamente sustentables desde el objetivo de la búsqueda del éxito sin plantearse en que consiste eso. Entonces comparte un espacio colectivo, pero no sentido como propio, y con lazos de solidaridad que sólo aparecen frente a una situación de inseguridad y una falta de respuestas del Poder Judicial. Así empieza a buscar respuestas y justificativos para acciones que no son otra cosa que crímenes, porque la muerte de Moreira no es otra cosa que un asesinato con alevosía aunque le digamos linchamiento como un eufemismo. Y los vecinos que salieron a la calle y defienden a los dos muchachos detenidos apoyando lo que hicieron, lo hacen porque están involucrados en el problema y además sufren lo peor del prejuicio, que es que los detenidos son dos trabajadores. Entonces se preguntan: ¿Cómo van a matar si son dos trabajadores? ¿Cómo van a ser asesinos si son trabajadores?, como si fuera que un trabajador no puede ser un asesino.
— Y esto de ser trabajador y asesino parece marcar un límite entre lo incluido y lo excluido.
— El tema de la exclusión fue muy estudiado tras la recuperación de las ciencias sociales y la política. Entonces supimos que la exclusión no sólo es económica, también es ideológica. Así vemos que esta gente de sectores medios que sale a defender un acto supuestamente heróico se convierte en la defensa del barrio y queda totalmente expuesta porque también está excluida, pero de una forma mucho mas sutil porque se rompieron los lazos de solidaridad. En ese barrio salieron a la calle 200 personas a defender semejante acto criminal, algo que no puede ser sostenido desde ningun punto ético y moral, pero que encuentran un nosotos a partir de ese acto. Porque ese barrio sufrió como cualquier otro de la ciudad los hechos de violencia, pero jamás se habían expresado de esa manera. Lo hacen hoy y frente a un acto repudiable.
— ¿Cómo se explica ésto de las distintas exclusiones?
— La víctima del linchamiento fue un excluido económico y los vecinos que salieron a matarlo y aquellos que luego salieron a pedir que los liberen porque son trabajadores son excluidos desde lo cultural, no tienen sentido comun. ¿Qué es el sentido común? El conjunto de valores, creencias, formas de vivir que un grupo social va conformando en su hacer cotidiano para convivir. Y en más de una ocasión nos sorprende porque recibimos algo que rompe con lo común. Decimos que estamos en una sociedad con signos de violencia preocupante, pero ¿cuál es la salida? Porque lo razonable hubiera sido que estos dos muchachos, al toparse con esa situacion de robo, hubiesen retenido al ladrón y hasta con cierta violencia esperaran a la policía, pero no había necesidad de matarlo como lo hicieron, con una violencia desmedida y una descarga de impotencia incocebible.
— Cuando uno ve las imágenes del linchamiento parece que la descarga no es contra una persona sino contra una cosa.
— Y algo de eso hay en esa acción. Patean una cosa que molesta en la sociedad, deshumanizan al sospechoso y lo hacen porque se sienten únicos y excluidos ellos también. Si vos te sentís parte de un grupo, salís a la defensa y contenés, pero jamás vas a hacer lo mismo que decís repudiar. Y eso es lo que demuestra que sos un excluido. Es algo terrible porque se siente en todos los aspectos de la vida. Yo lo vivo en la facultad donde doy clases. Los alumnos rinden mal porque no entienden lo que dicen y yo como docente les digo que han hecho un gran esfuerzo pero que no alcanzaron los objetivos de comprender lo que estudiaron y los aplazo. Y el alumno responde diciendo que merece ser aprobado por el esfuerzo hecho. La aprobación es haber leído los apuntes y haberlos incorporado, aprehendidos, no sólo el esfuerzo realizado, y eso irrumpe en el sentido común. A mí no se me ocurre que aprobar o desaprobar una materia esté ligado al esfuerzo común que hice sino a lo que aprendí, al objetivo obtenido.
— ¿Podemos vernos colectivamente cuando hay tantos sentidos comunes?
— Se hace muy difícil. En la medida en que ésto no se discuta, se hable, se consensúe y nos preguntemos si lo aceptamos no habrá solución. A veces se dice que la gente hace justicia por mano propia por la ausencia del Estado, pero no es así. Acá no hay ausencia del Estado, hay un Estado ineficiente, una profunda ineficiencia de un Estado que durante mucho tiempo negó la existencia de la inseguridad y ahora que quiere arreglar el problema no ve claramemente la dirección de la política a implementar. Esto lleva mucho tiempo. Limpiar la policía lleva tiempo, reconocer los cambios del delito lleva timepo, lo que antes eran las fuentes de financiamiento de la policía cambiaron y compiten con la capacidad del Estado. La droga tiene un poder económico tan grande que el Estado se empequeñece en sus posibilidades de pelea. Además, lo que antes a la política le servía de la corrupción policial ahora lo está enfrentando, y ese es otro problema que la política tendrá que discutir. El problema es cómo enfrentas eso desde lo colectivo.
— Los vecinos se escudan en que la falta de policía en las calles conlleva a este tipo de hechos.
— Ese es el justificativo, pero es insostenible desde lo moral. Y sólo funciona porque se han roto todas las redes de solidaridad. Como yo no soy parte de un cuerpo social que me identifca, la reaccióin es válida de acuerdo al criterio de cada uno. De última mirá lo que pasa. La gente dice: “A pesar de que nos sacaron este ladrón de encima los llevan presos, pobres muchachos”. ¿Cómo pobres? Si son dos asesinos. Yo lamento en el alma lo que hicieron estos dos pibes porque de tener una víctima pasamos a tener tres. Porque estos chicos que mataron arruinaron sus vidas y las de sus familias. Sólo espero que no vayan a una cárcel común porque entonces sí, terminarán arruinando a dos pibes que también son víctimas de esta sociedad que no logró reconstruirse en 30 años de democracia.
— ¿Hay responsables de esa falta de reconstrucción y logros?
— Tras la década de los 90, en la que hubo una ruptura de todos los lazos sociales, vivimos la crisis del 2001 y entonces hubo un resurgimiento de esos lazos. Y eso, en la vida cotidiana, se empezó a ver de a poco y de distintas formas. Pero ese proceso no se alimentó lo suficiente y acá creo que son un poco responsables los partidos políticos y los sindicatos que no estuvieron a la altura de los acontecimientos. No han podido resurgir con fuerza y convertirse en las instituciones capaces de nuclear y fomentar la solidaridad como red necesaria de una sociedad de desiguales. Porque el capitalismo requiere una sociedad de desiguales, pero no necesariaemnte todo capitalismo es salvaje como el que vivimos nosotros. Esos capitalismos que no son salvajes y diseñan una vida medianamente vivible, son los que sostienen instituciones que refuerzan y realimentan las redes y lazos sociales que impiden que ocurran casos como el de barrio Azcuénaga.