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El Papa llegó a Suiza, en medio de aplausos y signos de frialdad




BERNA.- Contra todos los pronósticos, el papa Juan Pablo II volvió ayer a viajar -su verdadera pasión- para pisar el suelo de una indiferente Suiza y asistir a un encuentro de jóvenes católicos, donde fue ovacionado como una estrella de rock por 11.000 "papa boys", a quienes llamó a no dejarse seducir por los "espejismos de la sociedad de consumo", y a "no tener miedo de abrir el corazón a Cristo".




Nueve meses después de haber ido a Eslovaquia -un viaje en el que se lo vio en tal mal estado que muchos pensaron que sería el último-, el Papa, que ya no camina, logró imponerse otra vez para cumplir su misión número 103, en la que demostró, una vez más, una fuerza de espíritu capaz de dominar sus limitaciones físicas.

Al principio de su discurso -que leyó con voz fuerte y clara, pese a los problemas respiratorios y de dicción-, cuando, entre sus temblores, pareció perder el orden de las hojas, un sacerdote que intentó ayudarlo recibió un típico gesto de fastidio del Pontífice, festejado con una catarata de aplausos.

Frágil, pero energizado por esa conexión especial que suele tener con los jóvenes que lo alentaron sin parar -había suizos, austríacos, polacos, croatas, albaneses, alemanes, angoleños y sudamericanos-, Juan Pablo II, recordó su juventud, sentado en su trono de ruedas y escoltado por los guardias suizos del Vaticano.

"Yo también, como ustedes, tuve veinte años. Me gustaba hacer deporte, esquiar, actuar. Estudiaba y trabajaba. Tenía deseos, preocupaciones y buscaba darle un sentido a mi vida. Lo encontré siguiendo a Jesús", afirmó, entre los vivas de los jóvenes.

"Después de casi sesenta años de sacerdocio, estoy feliz de dar aquí, ante ustedes, mi testimonio: es lindo consumirse hasta el final por la causa del Reino de Dios", dijo, cuando el clima de complicidad comenzaba a recordar el del Jubileo de la Juventud de Roma. El Papa, enfermo, se esforzaba para levantar los brazos lo más alto posible, como para imitar la "ola" que le dedicaban sus fieles "papa boys".