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Dotado de un olfato excepcional, Aspirant es capaz de detectar esta enfermedad con una precisión asombrosa.


A pocos metros de distancia, sobre la pista, un avión de transporte Transall C-160 despega con un fuerte rugido de hélices. Pero Aspirant no se distrae. Nos encontramos en las perreras de la base aérea de Orléans-Bricy. Esta mañana de abril de 2008, el cabo del Ejército francés Frémont está cumpliendo una tarea crucial en la investigación médica del cáncer. Aspirant se detiene frente al cajón de la izquierda, olfatea el de la derecha, regresa a la izquierda y de pronto se sienta ante la mesa del medio. Con la nariz brillando, espera sin despegar los ojos del cajón.

—¡La encontró! —exclama Frémont, mirando a un hombre que ha permanecido en segundo plano.
De pie en el fondo de la habitación, el alférez Joël Pietras sonríe complacido. Este entrenador de perros del Ejército francés fue quien adiestró al pastor belga. Aspirant permanece quieto en su sitio.
—¡Bien hecho, buen perro! —le dice Pietras mientras abre el cajón para sacar una muestra de orina.
Es de un paciente que padece cáncer de próstata. Los dos militares se felicitan. El experimento ha sido un éxito: el perro es capaz de identificar muestras positivas.

Después de los cánceres de pulmón, el de próstata es el más letal entre los hombres en Francia y el resto de Europa. Su detección es insatisfactoria porque los tumores invasivos al principio no se distinguen de los considerados benignos. La consecuencia es que, para atacar el problema de raíz, muchos médicos clínicos prescriben estudios que frecuentemente son traumáticos y dolorosos, y algunas veces producen efectos secundarios. En Francia, de los 70.000 casos de cáncer de próstata que se identifican cada año por medio de exámenes, 20.000 pacientes reciben tratamiento contra una patología que probablemente no habrían desarrollado. No padecen cáncer, sino simplemente una inflamación o hipertrofia de la próstata.

La luz que penetra en la habitación es escasa, bloqueada por andamiajes y montacargas alineados justo frente a su ventana, en el cuarto piso. El hospital está en refacción. Sobre una repisa hay decenas de revistas médicas. Entre ellas está la edición de The Lancet de abril de 1989, la cual llamó su atención sobre el caso de un perro cruza de dóberman y collie de la frontera capaz de detectar melanomas. Está también un estudio de 2004 publicado en el British Medical Journal sobre perros adiestrados para identificar la orina de pacientes con cáncer de vejiga. Cussenot está convencido de que los perros pueden olfatear marcadores químicos como la sarcosina, una molécula presente en la orina que se asocia con la aparición de tumores invasivos. También está seguro de que el Ejército le proporcionará el perro ideal para realizar su investigación.

“Artículos científicos publicados recientemente informan sobre pruebas concluyentes de detección olfativa de cánceres de mama y pulmón, realizadas por perros entrenados con métodos estándar. Estos trabajos muestran que la enfermedad se puede detectar lo suficientemente a tiempo como para evitar usar métodos diagnósticos dolorosos y no exentos de riesgos”.