
El talento de los Mexicanos

Mi nieta Marifer obtuvo esta semana pasada en un torneo infantil de gimnasia olímpica, en Galveston, Texas; dos medallas de oro, una de plata y otra de bronce, compitiendo con niñas de su edad. Sus padres están orgullosos de su hija y sus hermanas la admiran. Desde luego que yo también porque además de aptitudes deportivas, su rendimiento académico es de excelencia, algo que suele suceder entre los niños talentosos.
Siempre me he preguntado por qué los niños mexicanos que destacan en competencias deportivas y académicas luego de crecer ya no se sabe de ellos. De los niños triunfadores, casi por excepción llegan a ser adultos exitosos, siendo un triste desperdicio. Imagínese dónde estaría México si tuviese un millón de hombres y mujeres triunfantes por sus talentos. Esta cifra no se me ocurrió sino que corresponde al número de niños superdotados que tenemos, pues tres de cada 100 infantes mexicanos nacen con un coeficiente intelectual (IQ) superior a 130 puntos, cuando la media es de 87.
¿Entonces qué sucede con su desarrollo que frustra su capacidad competitiva? ¿Por qué el 95% de estos niños se pierde en el anonimato? Las causas de este fenómeno van desde diagnósticos equivocados, hasta el trastorno por déficit de atención, pasando por una falta de estímulos apropiados, bullying creciente y el aislamiento en las escuelas. Estos datos vienen en la reciente Segunda Investigación de Sobre Dotados en México, la anterior fue hecha en 1930 por el psicólogo de la Universidad de Stanford, Lewis Terman, quien detectó mil 500 niños con IQ superior a 130 puntos.
La OCDE estudia el problema. En encuesta entre 42 países, México tiene el primer lugar con el 95% de "desperdicio de cerebros"; le sigue Argentina con el 94%, y luego Brasil y España con 90%. A veces, esto sucede por falta de detección de la sobredotación, pues los padres tienden a exagerar las capacidades de sus hijos dificultando su identificación; pero también hay muchos casos de falta de recursos para estudiar e incluso, luego de ser egresados de alguna universidad, no se desarrollan por ser subempleados o trabajar en algo que no les gusta.
Lo grave es que en México, al restante 5% de los superdotados que concluyen sus estudios superiores y aún de postgrado, tampoco les va bien. Estos distinguidos mexicanos con altos estudios ganan 38% menos que sus pares en Europa y 85% menos que en Estados Unidos, ya no digamos la abismal diferencia con Japón, Corea y Singapur que reciben ingresos 150% mayores. En países como Holanda y Alemania sus gobiernos y empresas son obligados a becar a sus trabajadores sobresalientes, mientras nosotros no tenemos siquiera créditos para las ideas, lo que limita las patentes y la investigación privada, para acabar pronto.
Al contrario, se ha desarrollado una subcultura nacional que reprime al talento; muchas madres aconsejan a sus niños que no se junten con fulanito de tal por ser "muy vivo y podría despojarte de tus juguetes". Y en las direcciones de empresas y gobiernos, el talentoso "hace sombra" a su jefe. Debemos entender que para que la sobredotación intelectual se desarrolle debe existir 50% de carga genética y 50% ambiental, pues la estimulación adecuada es fundamental para que los niños mantengan un IQ elevado hasta ser adultos.
Hablamos de una aptitud innata que no se adquiere con esfuerzo personal y puede ser general o específica: alguien puede tener talento especial para la física, pero no para las ciencias sociales, por ejemplo. Ser súperdotado intelectual no necesariamente es agradable pues el 80% de esos niños padece bullying en la escuela, cuando la media nacional es del 50%. Y casi siempre es su curiosidad o deseo de conocer lo que dificulta la convivencia con maestros y compañeros.
Del 5% de niños sobredotados que logran un título profesional, algunos consiguen irse a especializar al extranjero pero desafortunadamente del total de ellos, sólo el 60% regresa a México, mientras que el 85% de los chilenos vuelven a su patria y el 97% de los chinos, japoneses y coreanos retornan a oriente. Da pena saber que hay 20 mil mexicanos con maestría y doctorado trabajando en Estados Unidos, Europa y Asia; cuando en todo nuestro Sistema Nacional de Investigadores hay sólo 19 mil. La pregunta es ¿Siempre ha sido así? Veamos.
Durante la Colonia y hasta la primera mitad del siglo XIX nuestras universidades eran dogmáticas, enseñando las ciencias y artes indispensables para el sostenimiento de la nación. El sacerdocio, medicina, leyes y artes eran típicas, mientras las carreras con matemáticas, científicas o ingenieriles eran apenas las de farmaceuta, ensayista minero, agrimensor y cartógrafo.
Es hasta que la reforma juarista de 1868 funda la Escuela Nacional Preparatoria, inicia la educación científica basada en la innovación e investigación, misma que avanza aún en lo más álgido del porfiriato pues se motivaba la investigación, principalmente la tecnológica. Luego, la revolución mexicana fomenta la creación de universidades, dotando de autonomía a las existentes y permitiendo a la iniciativa privada así como a las órdenes religiosas, crear centros de estudios universitarios.
No es casual que la historia de México registre un buen número de genios o súperdotados intelectuales, como por ejemplo Carlos de Sigüenza y Góngora. Hijo de españoles que en 1645 nace en la Ciudad de México en 1645, es precursor de la separación de la Astrología y la Astronomía en México, por lo cual es muy cuestionado entre los científicos mexicanos y europeos de su época. Es el padre de la arqueología mexicana y autor de los mapas hidrológicos de toda la Nueva España que abarcaba hasta Florida.
Manuel Sandoval Vallarta, que nace en la Ciudad de México en 1899, a los 16 años ya intenta ingresar a la Universidad de Cambridge pero la Primera Guerra Mundial se lo impide. A los 18 se matricula en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), recibiéndose de ingeniero eléctrico en 1921 y para los 25 años ya era Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas por esa institución, ganando una beca de la Fundación Guggenheim para estudiar física bajo la tutoría de Albert Einstein, Max Plank, Erwin Shrödinger, Max von Laue y Hans Reichenbach.
A partir de 1929 se convierte en referente de todo el continente americano para comprender y criticar a la Mecánica Cuántica. Por sus investigaciones de los rayos cósmicos, Sandoval es nominado al Premio Nobel y se le reconoce mundialmente por ayudar a la materialización de la Física Cuántica. Regresa a México y es Director del Instituto Politécnico Nacional.
En 1925 nace en Tepic, Nayarit, Luis Ernesto Miramontes Cárdenas quien estudia Ingeniería Química en la UNAM. Trabaja desde 1950 para Laboratorios Syntex buscando desarrollar hormonas sintéticas, y el 15 de octubre de 1951, a los 26 años de edad, Miramontes sintetiza la noretisterona, componente base para los anticonceptivos orales; uno de los más grandes inventos de la humanidad. Su nombre –el único mexicano- está en el Salón de la Fama de Inventores de la historia junto a Pasteur, los hermanos Wright, Thomas Alba Edison y Alexander Bell entre otros pocos.
Mario Molina Henríquez nace en la Ciudad de México en 1943; estudia la educación primaria en nuestro país, y a los 11 años es enviado a estudiar a Suiza para aprender el idioma alemán. Se gradúa de Ingeniero Químico en la UNAM y en 1972 obtiene el Doctorado en Química Física por la Universidad de Berkeley. El 28 de junio de 1974 publica en la revista Nature un artículo, junto a Sherry Rowland, sobre la descomposición generada por CFCs en la Capa de Ozono.
Por dos largas décadas defiende su teoría de los críticos internacionales, hasta que se comprueba que su tesis es correcta; el 11 de octubre de 1995 recibe el Premio Nobel de Química junto a Rowland y Paul Crutzen. Estos ejemplos sirven para ilustrar que las universidades mexicanas como la UNAM, el IPN y el ITESM eran respetadas en el mundo pues se posicionaban entre las primeras 200 mejores universidades, con grandes calificaciones en investigación. Hasta 1988 estas tres ocupaban los primeros tres lugares de América Latina.
Empero, desde 2002 inicia un declive en el nivel académico de nuestras universidades, aunque no en el número de éstas ni de sus estudiantes. Tenemos mil 341 instituciones de educación superior, encabezadas por la Universidad Nacional Autónoma de México ubicada en el 302 lugar del ranking mundial de excelencia, hasta la Universidad Mesoamericana de México que está en el lugar 5 mil 442. Nada tengo contra las ciencias sociales, son necesarias, pero la época de tecnología creciente que vivimos hace que las mejores universidades del mundo sean las que enseñan ciencias exactas.
Naciones como Argentina, de poco les sirve tener mil 705 universidades, al padecer una seria distorsión que evidencia el florecimiento a ultranza de carreras de ciencias sociales (Psicología) que resultan inútiles en un país con un retraso tecnológico severo, que ya ha sido rebasado por México, Brasil y Chile. España va por ese camino, al tener mil 415 universidades que le han llevado a ser proveedor de profesionales de historia y ciencias sociales, pero sin aportar nada a la ciencia ni a la tecnología.
El país que tiene más universidades es India, con 8 mil 045 pero de mala calidad, luego está Estados Unidos, con 4 mil 052 donde hay de todo pero de ellas 60 están en los primeros lugares del mundo. En cambio, China tiene sólo mil 054 y Japón mil 236 pero son de las mejores del mundo. Francia que no vive su mejor momento, tiene mil 062; Bangladesh mil 268, e Indonesia mil 236.
México tiene buena materia prima, pues un millón de niños súperdotados no es poca cosa. Grave es que los desperdiciamos al no poderlos ni identificar, menos formar, y luego a los que formamos no les damos empleos dignos de su talento y por eso muchos salen al extranjero para ejercer su profesión. Las universidades norteamericanas están atrayendo a los científicos mexicanos, y como no los valoramos cuando regresan, se quedan a vivir fuera. Hay tanto por hacer en este rubro que todo lo que aportemos es poco y a los niños como mi nieta Marifer, debemos apoyarlos. Ya basta que le demos más valor a lo material y a la violencia que a la inteligencia.