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El marido engañado lo persiguió con un machete por las calles de Bariloche.



link: https://www.youtube.com/watch?v=ikdD0mp9-4Q


La rutina está entre las principales causas de la ruptura de parejas. Así lo aseguran constantemente los psicólogos, quienes les recomiendan a sus pacientes que traten de cambiar las prácticas para que la llama del amor siga encendida. Se desconoce si un vecino de Bariloche intentó obedecer a su terapeuta o simplemente sorprender a su mujer; lo cierto es que quien terminó sorprendido fue él.

Volvió del trabajo sin avisar y el perro lo alertó de que había un hombre debajo de la cama.


Como todos los días, cerca de las 10 de la mañana, Daniel fue hasta la habitación, le dio un beso a Bárbara, su pareja, se puso la campera y partió hacia su trabajo. La rutina era la habitual y frecuente, pero esta vez algo cambió.

Quizá por el destino o una premonición, regresó a su casa de Sarmiento al 900, en el céntrico barrio 10 de Diciembre. Sin avisar previamente, entró a la casa y no vio movimiento, por lo que supuso que su pareja seguía en la cama. Mientras, los ladridos de su pequeño perro pequinés se hacían insoportables. Tanta efusividad del animal fue atribuida como un grato gesto de cariño, y aunque el hombre le ordenó que se callara la mascota no le obedeció.


Daniel notó algo especial. En esta oportunidad, pese a escuchar el ruido de la puerta de ingreso, el animal no salió a su encuentro. Al llegar a la habitación, el perro insistía en sus ladridos y de manera desesperada quería escurrirse por debajo del acolchado que caía hasta el suelo y apuntaba hacia abajo de la cama.

No quedan dudas de que el perro es el mejor amigo del hombre y de que, pase lo que pase, mantiene una fidelidad eterna. Es que debajo del somier había otro hombre, Claudio, quien al verse acorralado salió corriendo desesperadamente hacia la calle, sin siquiera vestirse. Tampoco pudo agarrar las llaves de su auto.

Rápido de reflejos, el dueño de casa agarró un machete y comenzó a perseguirlo. Tal vez teniendo en cuenta el riesgo que corría y el frío de las calles de Bariloche es que en pleno acto amoroso se había dejado puestos unos coquetos soquetes blancos.


En su desesperación, el pata de lana corrió varias cuadras tapándose con una mano las partes íntimas, mientras que con la otra les imploraba a los automovilistas que lo ayudaran.

Al llegar a la esquina de Albarracín y Ruiz Moreno, un camionero se apiadó del amante en peligro y le dio una mano para escapar.

Mientras tanto, el marido engañado regresó a su casa y descargó toda su ira hacia el auto de Claudio, que había quedado estacionado a pocos metros de su casa.

La Policía tomó intervención para calmar la situación. Luego, Daniel fue hasta la comisaría a denunciar el hecho.

Lo que quedó demostrado es que la rutina y los perros destruyen matrimonios.