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Siliconas Beach
Convocado por NOTICIAS, un cirujano plástico determinó que por lo menos el 30,5 por ciento de las lolas de Pinamar están operadas.

La morocha de bikini roja se levanta y avanza decidida rumbo al mar. Mide 1,75 y no pesa más de 55 kilos. Sus senos, en cambio, se proyectan rotundos hacia los límites de la admiración y el exceso. Algunos, varios, la miran de reojo. Pero el cronista de NOTICIAS y su invitado, el cirujano plástico Jorge Pedro, la examinan con criterio analítico: esta vez, la morocha no es un objeto de deseo, sino un objeto de investigación científica. "Operada", sentencia Pedro. Y marca una cruz más en la grilla.


EXPERTO. En su carrera, el cirujano plástico Jorge Pedro examinó u operó 10 mil senos. Ahora los vio para NOTICIAS.

"Pinamar es la capital de las lolas operadas. Lo raro ahora es encontrar ‘tablitas’", había anticipado un habitué del balneario. Pero se necesitaba una comprobación empírica con rigor metodológico. Un estudio objetivo de tipo "descriptivo-observacional". El investigador principal de nuestro trabajo, Jorge Pedro, es un cirujano especializado en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora. En 17 años de carrera, examinó u operó cerca de 10 mil pechos. Pedro se propuso evaluar proporciones, contornos, ángulos y vaivenes para identificar a distancia las huellas del bisturí. Tras una recorrida por los paradores "UFO Point", juvenil, y "Las Brujas", más familiar, la proporción detectada de operadas (mayores de 18 años) alcanzó el 30,5 por ciento. Y eso que "las intervenciones con resultados más naturales quizás pasaron inadvertidas", reconoce el cirujano.

Expansión.
La cirugía de aumento de lolas crece de forma geométrica. Junto a la liposucción, es el procedimiento quirúrgico estético más frecuente en la Argentina (ver infografía). Durante el 2006, la empresa local líder en prótesis mamarias, Lombardozzi, vendió un 40 por ciento más de siliconas que el año precedente. "Hace 15 años se operaban sólo los ricos. Ahora, hasta los pobres", asegura Eugenio Lombardozzi (h).


PARA ARRIBA Cuando se encapsulan, pierden el movimiento natural y no caen.

"Existe un parámetro de belleza que coincide con un busto de tamaño cada vez mayor, a pesar de que las jóvenes argentinas, en un alto porcentaje, vienen cada vez más delgadas y con mamas pequeñas", señala el cirujano Pedro. "Lo que llama la atención en las playas es que se ve una tendencia inversa: las mujeres muestran bustos aumentados. O sea, hay muchas que se operaron. El tema es que ya no lo ocultan. ¡Hasta organizan fiestas de despedida de las lolas viejas!".

También creció, en consonancia, el tamaño medio de las prótesis. A mediados de los años 90, las que se aplicaban tenían un volumen de 170 a 220 centímetros cúbicos. A principios del 2000, subieron al rango de 260 a 300. Hoy, la mayoría de las pacientes se coloca prótesis de 300 o más. El 99,9 por ciento son de siliconas, que hace poco volvieron a ser autorizadas en los Estados Unidos (ver recuadro pág. 78).
Marcia Oliva, una reconocida especialista en diagnóstico por imágenes mamarias, realiza mamografías y ecografías de control en un centro médico privado de Buenos Aires y otro de San Isidro. Los rayos y ondas revelan las prótesis a diario. En San Isidro, por ejemplo, un 40 por ciento de sus pacientes mayores de 35 años tiene las lolas hechas.
Pero es en la playa donde se lucen y evidencian las luces y sombras del procedimiento. Pedro resume el desafío técnico: "Un buen resultado se logra cuando se coloca la prótesis en contacto con la glándula mamaria, y tiene una caída natural que la acompaña. Por otra parte, debe cubrirse con suficiente tejido para evitar que puedan tocarse, o que se adviertan sus contornos y pliegues. Tiene que lograrse una buena armonía estética con el tipo de cuerpo, altura y dimensiones torácicas de la paciente. Y una buena formación de surco mamario y pliegue entre las dos mamas".

Es casi un decálogo de buenas intenciones. Pero –la verdad sea dicha– muchas de las lolas operadas, escrutadas para esta investigación, parecían desplegar una especie de vida propia. Y exhibían atributos anatómicos que no poseen sus congéneres naturales. Por ejemplo, presentaban un abultamiento manifiesto en el polo superior de la glándula mamaria, o, en términos más sencillos, salían proyectadas como globos desde la línea media del tórax, sin caída natural. Si estaban encapsuladas o rígidas, no acompañaban los movimientos elásticos del cuerpo. Muchas veces, los senos desafiaban con éxito la ley de gravedad: cuando sus dueñas se reclinaban para tomar sol, quedaban duros mirando el cielo (ver "Galería delantera").

No necesariamente estos defectos las vuelven menos atractivas para el hombre. Aunque contradicen una demanda habitual de las pacientes a los cirujanos plásticos: "Que sean naturales".

Cuando existe tejido glandular y graso capaz de cubrir la prótesis y ocultar sus bordes, perímetro y pliegues, los cirujanos colocan el implante en un espacio o bolsillo detrás de la glándula. Pero si la mama es muy pequeña o la paciente muy delgada, con escaso tejido en el polo superior mamario, tienen que recubrir la prótesis con músculo pectoral. Para evitar el riesgo de que quede "encarcelada" y falta de movimiento, en los últimos años varios cirujanos plásticos comenzaron a adoptar la técnica del "dual plane": cubren con músculo tres quintas partes de la prótesis, pero liberan el resto para que caiga junto a la mama en su polo inferior.


CON HISTORIA Prótesis típica de hace 15 años. Pide recambio y levantamiento.

"Así se obtienen resultados más naturales y satisfactorios. Y permiten que se pueda realizar el procedimiento en casi todas las pacientes, incluso las más jóvenes, que vienen cada vez más delgadas", insiste Pedro. En las estadísticas de su consultorio, el 70 por ciento de las mujeres de 18 a 65 años tiene como objeto de preocupación estética la cirugía mamaria. Y seis de cada diez que se operan tienen menos de 30 años. "Hay un boom entre las chicas jóvenes", precisa el cirujano, quien siempre solicita la autorización de los padres en menores de 21 y rechaza operar pacientes cuando sospecha que tienen anorexia.

Proyecciones.
Pinamar es "Siliconas Beach", pero, para ser sinceros, en Punta del Este la situación no es muy distinta. Lo confirma Pedro, quien estuvo de vacaciones allí durante la primera quincena de enero. "Lo interesante es que las cirugías tienden cada vez más a lo natural, y muchas mamas operadas no se notan", destaca.
Una de las consecuencias de esta irrupción playera de cuerpos torneados con bisturí, es que muchas turistas deciden operarse a la vuelta de las vacaciones. Se suman así a las pacientes que eligen el verano para la intervención, y que de este modo disponen de más tiempo para el posoperatorio, que suele rondar los 7 a 10 días.

Por supuesto, las lolas no son la única tentación. Los procedimientos estéticos en la Argentina experimentaron en la última década una transformación más marcada que la de los propios cuerpos operados. Se universalizaron. Se hicieron menos invasivas. Y se expandieron a otros estratos económicos, edades, géneros y sitios corporales. Enfoques no quirúrgicas, como el botox para las arrugas o los rellenos reabsorbibles para labios, crecen hasta un 40 por ciento por año. Y prometen seguir batiendo récords. También sigue siendo muy popular la lipoaspiración, para cadera, cara interna de la rodilla y muslo en la mujer, y cintura y "flotadores" en los hombres. A diferencia de muchos senos agrandados, es más difícil diagnosticar la intervención a simple vista.

En el año 2005, un estudio publicado en la "Revista Argentina de Cirugía Plástica" calculó que los 712 cirujanos plásticos afiliados a la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (Sacper) habían realizado más de 163 mil procedimientos estéticos quirúrgicos y no quirúrgicos durante todo el 2004. Si a ese número se le suman las intervenciones estéticas de otros 700 cirujanos plásticos no afiliados a Sacper, y las de unos 1.500 médicos dermatólogos y esteticistas, se concluye que uno de cada cien argentinos se somete por año a algún procedimiento para mejorar su apariencia. Una tasa cuatro veces inferior a la de los Estados Unidos, pero de todas formas muy elevada.

"Hay pacientes que hacen un excesivo culto a la belleza, que tienen fobia al paso del tiempo", apunta Pedro, mientras recorre las playas con NOTICIAS. "Buscan en la cirugía la solución a distintos problemas que devalúan su autoestima, y quieren realizarse en un solo acto cirugías múltiples o vuelven poco después con otra demanda luego de una intervención. Van siempre por más. Y el cirujano con el sí fácil se vuelve un cómplice: si no pone límites, esas cirugías terminan llevando al grotesco. Y a un círculo vicioso de disconformismo del cual es muy difícil salir."

Prótesis.
No se sabe si la empresaria rubia entró en esa vorágine, pero, con poco más de 30 años, ya tiene varios toques en el cuerpo. El más notorio son las prótesis mamarias, de 400 centímetros cúbicos, que hacen que el corpiño blanco sostenga a duras penas el busto. También se operó la nariz, se hizo una lipoaspiración y se rellenó los labios con inyecciones de silicona líquida. "Por favor, ¿Me diría cómo me saco el ‘colágeno’ del labio?", intercepta a nuestro investigador. "Es muy difícil", contesta Pedro. Y le explica luego al cronista: "Los rellenos labiales hoy se aplican con materiales reabsorbibles, que producen un efecto temporario pero no migran ni producen una reacción de cuerpo extraño que engrosa en exceso la zona, como pasaba con la silicona". A esta altura de la tarde, el lenguaje técnico ya suena familiar. Se diría que hasta se respira en la arena. La belleza puede pasar, pero los intentos por exaltarla o perpetuarla no se rinden tan fácilmente. l

Fernanda Nicolini (desde Punta del Este) [email protected] | Fotos: Cedoc.

Fuente: Revista Noticias
http://www.noticias.uol.com.ar/edicion_1571/nota_04.htm