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Jeroen Dijsselbloem. Su nombre puede parecer difícil. Y sin embargo, su posición a favor de los ajustes para la zona euro, podría tranquilamente granjearle una medalla al hombre más polémico de los últimos tiempos. Hablamos de un importante funcionario, para ser más exactos, del presidente de los ministros de Finanzas de la Eurozona, quien el último viernes propuso un nuevo acuerdo de crecimiento para Europa basado en más recortes y disciplina fiscal. Holandés, de alto perfil, este histriónico candidato a desempeñar posiciones aún más altas en la burocrática estructura del bloque, se trenzó en una pulseada retórica con los ministros de Financias, quienes daban la alarma por la falta de crecimiento y pedían acción para evitar una recesión. En los últimos días, incluso el Fondo Monetario Internacional recortó su proyección de crecimiento mundial por tercera vez en el año. Esto y otros indicadores hicieron que el propio Dijsselbloem dijera que la debilidad de Europa es un asunto de máxima preocupación, una sensación compartida por muchos autoridades, economistas privados e inversores. En Washington, donde el ministro Kicillof se paseó para convencer de una posición común contra los fondos buitre, el funcionario de la zona euro usó el foro para proponer un nuevo pacto para Europa que recompense a los países que acometen reformas económicas ambiciosas con fondos de la Unión Europea y son flexibles en sus objetivos presupuestarios. "No hay razón para este pesimismo sobre Europa", dijo Dijsselbloem a Reuters. "Los países que implementaron la estrategia e hicieron las reformas regresaron al crecimiento en el sur de Europa, en el Báltico, en Irlanda. Lo que demuestra una vez más que las reformas no dañan el crecimiento, sino que ayuda a la recuperación bastante rápida". Según los analistas, se necesitarían meses de negociaciones políticas para que el pacto propuesto tome forma. Mientras, un flujo constante de pobres datos económicos parecen augurar que los socios europeos seguirán al límite.

"El mayor riesgo para la economía global en este momento, y ciertamente para la economía de Reino Unido, es que la zona euro vuelva a la recesión y a la crisis", dijo el ministro de Finanzas británico, George Osborne, a periodistas.

Osborne se unió a otros funcionarios que se mostraron escépticos acerca de que el gasto en infraestructura pueda ser la última receta para una economía mundial que, seis años después de la crisis financiera global, sigue luchando por encontrar terreno firme.

El Grupo de los 20, que reúne a grandes potencias industriales y emergentes y representa el 85 por ciento de la producción económica mundial, acordó en una reunión el mes pasado un plan para apuntalar el crecimiento mundial en los próximos años, especialmente a través de la inversión pública en infraestructura. Pero desde entonces, nuevas muestras de debilidad en la economía de la zona euro, incluyendo a la poderosa Alemania, han afectado a los mercados financieros, aumentando la sensación de urgencia.

Las acciones globales cayeron a su punto más bajo en siete meses el viernes y los precios del petróleo bajaron a su mínimo desde 2010. Tras una larga racha de avances, el dólar se preparaba para su primer descenso semanal en 13 semanas, ante la sensación de que la Reserva Federal tendrá que aplazar el endurecimiento de su política monetaria. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, reiteró en Washington su mantra de que Europa necesita reformas económicas, no "firmar cheques". No obstante, las señales de una mayor debilidad y la amenaza de recesión podrían torcer aún la mano de Berlín.