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Es un hecho: en internet somos más malos. Los grandes trols de nuestro tiempo han profesionalizado un comportamiento que en realidad la mayoría hemos reproducido alguna vez, como contestar mal por impulso o publicar unas líneas de odio hacia el mundo en nuestro muro. La pregunta que los directivos de Facebook se están haciendo ahora es si su red social, inicialmente planteada para conectar amigos o personas con afinidades, se está convirtiendo en un inmenso contenedor de rabia y maltrato. ¿Debería ser internet un lugar más agradable? ¿O por el contrario es saludable desahogarse frente a la pantalla?

El problema es que antes, si nos enfadábamos en la cola del supermercado, poníamos mala cara y soltábamos un comentario entre dientes. Ahora nos desahogamos con un tuit y decenas de personas reciben en sus móviles nuestra frase irritada: es así como se pone en marcha la espiral de mal rollo online que está empezando a preocupar a los expertos y también a los directivos de las redes sociales. Por eso Facebook acaba de lanzar un proyecto que tiene como objetivo hallar las claves para convertir Internet en un lugar mejor, para lo cual va a utilizar el conocimiento de psicólogos y datos de comportamiento de los usuarios.

De los 7.185 empleados de Facebook, el ingeniero Arturo Bejar tiene el cometido más difícil: enseñar a 1.300 millones de usuarios, especialmente a decenas de millones de adolescentes, a ser más agradable y respetuoso. Bejar parte de una hipótesis: “¿Actuaría la gente de otra manera si supieran que están perjudicando a alguien?”. En una entrevista para The New York Times, Bejar explica que su trabajo es observar nuestro comportamiento en la red social como si se tratara de un patio de colegio: contabilizar las emociones a través de los emoticonos, los signos de puntuación y los estados. También se están probando las primeras herramientas para aumentar la empatía entre usuarios, como la posibilidad de que se pueda notificar de forma anónima que alguien se comporta mal con los demás.

No son pocas las personas que abandonan las redes sociales debido al ciberacoso y los comentarios insensibles. Cada día aparecen más casos graves, como las amenazas que recibió la Anita Sarkeesian por el caso #GamerGate. Sin embargo, el “efecto de desinhibición online” (término que acuñó el psicólogo John Suler) no responde, en general, a una maldad innata. De hecho, tiene una explicación lógica: tener enfrente a otra persona regula nuestra ira y matiza nuestras frases por simple empatía neuronal. El lenguaje corporal actúa como un bálsamo inconsciente para nuestra bilis y nos hace modificar nuestro discurso si detectamos que vamos a dañar a nuestro interlocutor. Teclear y darle al enter es demasiado fácil. Demasiado exterminador.

¿Lograr que los internautas tengan modales?, ¿hacer que pensemos en el prójimo mientras salivamos desde una cuenta huevo?, ¿implantar un sistema para que haya más chivatos en Facebook? Bah, no funcionará, generará más odio si cabe. Bejar y su equipo son optimistas a pesar de que pocos confían en que puedan lograr su objetivo. El ingeniero cree que la comunicación online es a veces tan cruenta porque nos faltan herramientas empáticas para expresarnos, y quiere ponerle remedio. Sin embargo, la primera herramiento que ha puesto en marcha ya encarna, de hecho, el "no me gusta" tan demandado entre los usuarios.

Posiblemente, en un futuro tengamos que aprender a digerir las opiniones de nuestros amigos en la red social. Otra cuestión es si internet ha llegado a nuestras vidas para recibir el impacto de las emociones que antes digeríamos a solas. Las buenas y las malas.