
B I O G R A F I A
Su vida
“Mi padre fue un tano macanudo que vino a hacerse la América. Eligió la Argentina porque le dijeron que las calles estaban empedradas de oro. Pero cuando llegó se dio cuenta de tres cosas:
1) que las calles no estaban empedradas de oro;
2) que no estaban empedradas; y
3) que, si quería comer, las tenía que empedrar él.
En aquella época había un ragú bárbaro, y recién después de siete años mi viejo consiguió reunir la plata para traer a mamá Angela”. Pepe Biondi fue el tercero de los ocho hijos que tendrían los inmigrantes napolitanos José Biondi y Angela Cavalieri. Nació el 4 de setiembre de 1909 en Baigorri 75, una cortada de Barracas, pero luego de una breve estadía en ese barrio, la familia terminó viviendo en Remedios de Escalada. En uno de los baldíos que rodeaban el terreno familiar en esos tiempos, se instaló un día el Circo Anselmi. Uno de sus integrantes, el negro de origen brasileño Juan “Chocolate” Bonamorte, vio al niño Biondi parándose sobre las manos y obtuvo autorización para incorporar al chico de siete años como el aprendiz de acróbata que el circo buscaba con urgencia. Chocolate visitó a los padres, les aseguró que el chico aprendería rápidamente un oficio y que en pocas semanas se ganaría la vida por sí mismo, con él como tutor y maestro. La madre se aseguró de que la propuesta fuera cierta (no quería que se lo llevaran para convertirlo en un sirviente) y le dio a su hijo el empujón que necesitaba: cualquier cosa a la que se dedicara en el circo estaría muy por encima de los trabajos a los que podría acceder si se quedaba en casa. “No vayan a creer que me fugué, creo que fui un buen hijo. Pero éramos tantos en la familia, que mi madre accedió a que me llevara el payaso para enseñarme el oficio. Pensó que por lo menos así comería todos los días.” Cuando el Circo Anselmi, con Biondi y su tutor, se despidió de Remedios de Escalada, la familia no imaginaba que no iba a reencontrarse con el menor de sus miembros hasta cinco años después.

CHOCOLATE AMARGO
“Aprendí el oficio a fuerza de golpes y amarguras. Chocolate no fue un buen hombre para mí. A los aspirantes a acróbata se les pega mucho para que pierdan el miedo, y él no era precisamente paciente ni tierno. Cada pirueta aprendida me costó una cachetada. Esas mismas que ahora sigo recibiendo frente a las cámaras y con las cuales el público tanto se ríe. Pero aquéllas dolían de verdad”, confesaría el cómico. Margarita, su única hija, describió así uno de los disciplinamientos más comunes de esos primeros tiempos: “Chocolate lo alzaba de las piernas, ponía la cabeza de papá entre sus rodillas y le hacía estirar y flexionar las piernitas tomándolo de los tobillos. Lo forzaba hasta que gritaba. Entonces lo soltaba en la arena y le daba y le daba con el látigo, hasta que papá aprendía. No sé cómo no murió”. Frecuentes hemorragias urinarias y cruentas palizas que le provocaban desmayos son algunos de los problemas que padeció de chico y que comprometieron gravemente su salud en la madurez. El 11 de marzo de 1962, en un reportaje ofrecido al diario La Razón, Biondi afirmaría: “Nadie que no la haya vivido se imagina lo que es la soledad de un niño. Por eso me alegra la inocencia infantil, porque sé lo que cuesta mantenerla. Ellos son los únicos que me devuelven la alegría de vivir, que he ido perdiendo poco a poco en el camino. Siempre digo que tuve una infancia de Lassie: de perra, de perro. Muy triste. Mi niñez pereció ahogada entre las dificultades y las luchas de mi familia para sostener el hogar. Pero como le decía Adán a Eva, demos vuelta la hoja”.
Al parecer, la idea de romper con Chocolate prendió en Biondi cuando, gracias a Emilia (la esposa del acróbata), se reencontró con su familia. Todavía analfabeto, el niño se atrevió a abandonar el circo por una golpiza de Chocolate (trompadas en la cara, patadas en sus costillas), que lo llevó a decidir qué ése fuera el último día que pasaría junto a él. De regreso en Buenos Aires, mientras trabajaba de canillita, recibió un día la visita inesperada de Napoleón Seth, un payaso legendario de otro circo que generosamente lo había salvado en un momento difícil y que ahora leproponía un arreglo beneficioso para los dos: el joven Pepe sería un clown, que serviría el pie al tony serio que tenía compuesto Seth.

UNA MULA HIPNOTIZADA
Biondi nunca había oficiado de clown; la alternativa más viable era dejar que el niño hiciera alguna acrobacia. Pero el viejo payaso prefirió no involucrarse con eso: la acrobacia nunca había terminado de encajar adecuadamente en el tipo de situaciones que él interpretaba mejor. El primer circo donde se presentaron fue el Politeama. Su dueño, el actor Leporace, había puesto toda la fortuna ganada con un billete de lotería en su circo, una carpa que presentaba también obras teatrales (son numerosos los artistas que comenzaron actuando en aquellos sainetes, entre ellos Luis Sandrini, a quien Biondi conoció allí). Al tiempo, Napoleón y Biondi dejaron la esquina de La Plata y Asamblea, donde estaba el Politeama, para presentarse en otros circos. En la relación artística y de amistad que se había formado a lo largo de los meses entre ellos reinaba la armonía. Pero durante la última época del dúo, se interpuso entre ellos una mula: Juanita. El número más exitoso del dúo consistía en hipnotizar a Juanita.
La mula sólo le respondía a Napoléon: a cualquier otro ser viviente que se le acercara le tiraba tremendas coces, cabezazos y mordiscones. El espectáculo “de la mula sabia” aprovechaba esa increíble capacidad de enfurecimiento: Biondi aparecía con el animal, en perpetua actitud de defensa, listo para esquivar cualquier ataque. El aterrorizado director de pista solicitaba entonces la intervención del hipnotizador. Napoleón entraba moviendo las manos, la atraía hacia sí, la tranquilizaba y la volteaba en el suelo. Pero una noche algo salió mal y Juanita escapó a toda velocidad durante el número. Reacción en cierto modo justificada, si se tiene en cuenta que, minutos antes, Biondi le había dado un puñetazo para evitar sus coces. Cuando Napoleón quiso averiguar la identidad del monstruoso agresor, nunca lo logró. Pero, para entonces, Biondi veía ya que su talento era en esencia acrobático y, cuando insistió para incorporar un número de acrobacia a la rutina que hacían y Napoleón no pareció muy convencido, el dúo se separó.
Biondi estuvo seis meses inactivo. Cuando la precariedad económica se volvió insoportable, contactó a Peter, un acróbata de escuela circense que le habían recomendado en el ambiente. No disponía de muchas referencias, pero Peter también transitaba por una etapa de pobreza, motivo suficiente para que armaran el dúo. La noche del debut (en el cabaret Royal de Montevideo) fueron diestros en lo acrobático, pero buena parte del público terminó yéndose antes de tiempo, aburrido de los chistes. A pesar de las modificaciones, los días siguientes la situación no mejoró. Generosamente, el cómico Caplán tendió una mano al dúo argentino, entregándoles una cosecha de chistes probados con éxito en el Maipo. En Buenos Aires, Biondi comprobaría que eran en verdad brillantes. Incorporó prácticamente todos, dándole a su número un tono más francamente sexual, de cabaret. El ciclo junto a Peter se prolongó durante un año y medio. Trabajaron en el Chantecler, en el Florida y en el Maipú Pigall, entre otros. Pero Biondi prefería el circo, y en una visita a uno de ellos, el Aguila, iba a conocer a Dick, quien sería su pareja artística hasta la época del éxito televisivo.
Una lágrima triste y feliz
Ramiro Ortiz
El destino se le presentó a Pepe Biondi mientras se encontraba haciendo la vertical. A esta altura no interesa tanto determinar si en ese entonces tenía 6 ó 7 años. Lo importante es recordar que era un niño pobre y algo desdichado, pero que no sabía todavía que le aguardaba un camino aún más difícil en la vida.
Ese día, desde el baldío aledaño a su vivienda de Remedios de Escalada (un descampado donde periódicamente clavaban su carpa los circos), se asomó un payaso negro al que todos conocían como Chocolate, pidiendo hablar con los padres del niño patas arriba. Quería llevarse al chico, dijo, para convertirlo en el acróbata que necesitaba. Ofrecía techo, comida, y un sueldo que aliviaría la zozobra económica de la familia.
José Biondi padre y Angela Cavalieri madre observaron a sus otros siete hijos, se miraron entre ellos, y decidieron que el abandono estaba justificado.
A los golpes
Al día siguiente, José Biondi se fue a entrenar con los domadores y los equilibristas del Anselmi. Y resultó ser bueno para una destreza que nadie se había imaginado: recibir las cachetadas, los trompicones y las patadas de Chocolate, que comenzó propinándoselas como de payaso a payaso, pero acabó dándoselas como un patrón a su bestia de carga. Siete años más pasaron desde entonces, hasta el día en que Josecito decidió armar las valijas para volverse con los de su sangre. Prefería vender diarios en las calles de Buenos Aires y no lástima en los cuatro puntos cardinales de Argentina.
Estaba precisamente en la calle Pepito el día que un famoso histrión de aquel entonces, con nombre de emperador mesiánico y apellido de faraón egipcio (Napoleón Seth), lo reconoció y le ofreció volver a la arena artística, pero esta vez sin violencia de por medio. Biondi hijo, todavía analfabeto y todavía hambriento, dio el sí y comenzó así una etapa mejor en su profesión.
A los seis meses, y otra vez desempleado, Biondi se hizo amigo de un inmigrante ruso, de nombre artístico Dick, con quien abordó los escenarios nocturnos de Buenos Aires. Este fue su compañero durante 23 años, y el hombre junto al cual forjó su veta de cómico verbal. Lo triste del asunto es que la metamorfosis fue instigada por un accidente: durante una gira por Chile, Biondi se quebró la columna y perdió la posibilidad de hacer acrobacias. Durante ese trance, María Teresa Moraca, su compañera, cantaba 22 tangos y hacía 7 sketches por noche para mantenerlo. Si no, Biondi se prodigaba una ración de guerra patentada por él mismo: mate con zanahorias crudas.

Pepe en la cama
Con los años, Dick y Biondi triunfaron en América latina y en España. En los espectáculos que presentaban en México, por ejemplo, se podía encontrar diseminados entre el público a María Félix, Cantinflas, Josephine Baker o Jorge Negrete.
En una de estos peregrinajes Biondi fue tentado por la televisión cubana. El éxito de su programa se extendió durante 8 años, pero se interrumpió con una pésima noticia: la disolución del dúo por iniciativa de Dick, que corrió enamorado tras la falda de una española hasta perderse en lontananza.
Pepe Biondi se aferró a la televisión. Goar Mestre, director de Canal 13, lo mandó llamar para resucitar el show que con tanto éxito había conducido en la isla centroamericana. Y el 7 de abril de 1961, a los 52 años, debutó ante un público que lo había visto muchas veces morder el polvo pero jamás la gloria: el de su propio país.
Viendo a Biondi se convirtió en un clásico. Pero Pepe Biondi no vivió muchos años más. La madrugada del 4 de octubre de 1975, a los 66 años, a las 2 de la mañana, su mujer se acercó a la cama donde reposaba y lo escuchó respirar de un modo extraño. Al girar el cuerpo de su compañero, la señora descubrió dos tardías lágrimas deslizándose por las mejillas de su compañero. Rápidamente comprendió que eran las últimas, pero le llevó un poco más de tiempo descifrar si eran de felicidad o de tristeza.
ALGUNOS RECUERDOS....
http://www.youtube.com/watch/v/0rZu9juCkbM.swf
http://www.youtube.com/watch/v/tgB38z7mJyo.swf
http://www.youtube.com/watch/v/rVQwz5DsHmE.swf