Arturo Illia: el apóstol de los pobres
Fue llamado el “apóstol de los pobres”, porque atendía a los pacientes más humildes sin cobrarles nada, comprándoles los medicamentos de su propio bolsillo.
El Doctor Arturo Umberto Illia luego de una vasta trayectoria política (Senador provincial, Vice Gobernador, Diputado Nacional, Gobernador electo), el 12 de Octubre de 1963 juraba ante la Asamblea Legislativa como Presidente de la Nación Argentina.
Contrario a lo que algunos han dicho, Illia no ingresó por la ventana a la Presidencia. Su gobierno se caracterizó (reconocido posteriormente por sus entonces detractores) por tener el presupuesto más alto de educación en la historia del país; instauró el salario mínimo vital y móvil; celebró contratos de exportación con China (cuando el mercado asiático se desconocía). Anuló los contratos petroleros celebrados por Arturo Frondizi para que dicha explotación estratégica sea nacional; logró que la ONU dictara la Resolución 2065 con la cual Argentina ha podido reclamar con argumentos jurídicos desde entonces su soberanía sobre las Islas Malvinas; disminuyó la deuda externa sin necesidad de tocar reservas de oro el Banco Central.
Su administración se caracterizó por un sentido profundamente ético de la acción de gobierno, sin que se conociera un solo caso de corrupción administrativa (hoy suena raro, no?).
Aunque no gozaba de buena prensa, jamás intentó censurar o comprar medio de información alguno. Medios de aquella época como “Primera Plana” o “Tía Vicenta”, o periodistas como Jacobo Timerman (padre del hoy Canciller) o Mariano Grondona, se encarnizaron con la figura de Don Arturo, cuando mediante burlas soeces fueron socavando la institucionalidad de su gobierno constitucional, hasta que hizo mella en el golpe de estado a manos de Onganía y otros insurrectos como Alzogaray (hermano del Ing. Álvaro Alzogaray).
Este Presidente de vida modesta y austera, que no compró terrenos a precio fiscal (El Calafate del gobierno Kirchnerista) recién llegó a tener casa propia (Cruz del Eje, Córdoba) cuando los empleados del Ferrocarril de Córdoba lograron juntar entre todos el dinero para regalársela, y ello, en agradecimiento a su permanente solidaridad y atención médica desinteresada de la población.
Fue llamado el “apóstol de los pobres”, porque atendía a los pacientes más humildes sin cobrarles nada, comprándoles los medicamentos de su propio bolsillo.
Siendo Presidente de la Nación, no utilizaba los gastos reservados y cuando debió hacerlo por única vez y por extrema necesidad (tratamiento médico de su esposa en Estados Unidos), los reintegró aunque nadie se lo hubiese reclamado.
También, en ejercicio de su función como Presidente tuvo que vender su propio auto porque su situación económica no era favorable, por las razones anteriormente expuestas.
Nunca percibió la jubilación como Primer Mandatario de la República Argentina; y ya retirado de la función, se trasladaba en transporte público (algunos recuerdan que lo hacía en colectivos de la Línea 60).
Cuando el 28 de Junio de 1966 los insurrectos ingresaron a su Despacho, éste Presidente de gran valentía no se amilanó, y debieron sacarlo salvajemente por la fuerza de su lugar de trabajo, no aceptando custodia ni traslado alguno por parte de los golpistas, se retiró en silencio de la Casa Rosada a bordo de un taxi.
El Doctor Arturo Umberto Illia fue ese Presidente, que además de ser sumamente capaz, nos enseñó a los argentinos que se puede vivir con honestidad.
En los tiempos que nos tocan vivir, donde la corrupción pareciera haberse instalado definitivamente para terminar por destruir la República, se extrañan figuras como la del Presidente Illia.
Sin haberse enriquecido ilícitamente, ni ser sospechado de acto de corrupción alguna, como tampoco haber pretendido dominar los poderes del Estado; sin haber gestado la confrontación entre los argentinos, la memoria del Dr. Arturo Umberto Illia goza del respeto y admiración de variados sectores del país.
Que su ejemplo de vida sirva para que Argentina se ponga de pie nuevamente.

Fue llamado el “apóstol de los pobres”, porque atendía a los pacientes más humildes sin cobrarles nada, comprándoles los medicamentos de su propio bolsillo.
El Doctor Arturo Umberto Illia luego de una vasta trayectoria política (Senador provincial, Vice Gobernador, Diputado Nacional, Gobernador electo), el 12 de Octubre de 1963 juraba ante la Asamblea Legislativa como Presidente de la Nación Argentina.
Contrario a lo que algunos han dicho, Illia no ingresó por la ventana a la Presidencia. Su gobierno se caracterizó (reconocido posteriormente por sus entonces detractores) por tener el presupuesto más alto de educación en la historia del país; instauró el salario mínimo vital y móvil; celebró contratos de exportación con China (cuando el mercado asiático se desconocía). Anuló los contratos petroleros celebrados por Arturo Frondizi para que dicha explotación estratégica sea nacional; logró que la ONU dictara la Resolución 2065 con la cual Argentina ha podido reclamar con argumentos jurídicos desde entonces su soberanía sobre las Islas Malvinas; disminuyó la deuda externa sin necesidad de tocar reservas de oro el Banco Central.
Su administración se caracterizó por un sentido profundamente ético de la acción de gobierno, sin que se conociera un solo caso de corrupción administrativa (hoy suena raro, no?).
Aunque no gozaba de buena prensa, jamás intentó censurar o comprar medio de información alguno. Medios de aquella época como “Primera Plana” o “Tía Vicenta”, o periodistas como Jacobo Timerman (padre del hoy Canciller) o Mariano Grondona, se encarnizaron con la figura de Don Arturo, cuando mediante burlas soeces fueron socavando la institucionalidad de su gobierno constitucional, hasta que hizo mella en el golpe de estado a manos de Onganía y otros insurrectos como Alzogaray (hermano del Ing. Álvaro Alzogaray).
Este Presidente de vida modesta y austera, que no compró terrenos a precio fiscal (El Calafate del gobierno Kirchnerista) recién llegó a tener casa propia (Cruz del Eje, Córdoba) cuando los empleados del Ferrocarril de Córdoba lograron juntar entre todos el dinero para regalársela, y ello, en agradecimiento a su permanente solidaridad y atención médica desinteresada de la población.
Fue llamado el “apóstol de los pobres”, porque atendía a los pacientes más humildes sin cobrarles nada, comprándoles los medicamentos de su propio bolsillo.
Siendo Presidente de la Nación, no utilizaba los gastos reservados y cuando debió hacerlo por única vez y por extrema necesidad (tratamiento médico de su esposa en Estados Unidos), los reintegró aunque nadie se lo hubiese reclamado.
También, en ejercicio de su función como Presidente tuvo que vender su propio auto porque su situación económica no era favorable, por las razones anteriormente expuestas.
Nunca percibió la jubilación como Primer Mandatario de la República Argentina; y ya retirado de la función, se trasladaba en transporte público (algunos recuerdan que lo hacía en colectivos de la Línea 60).
Cuando el 28 de Junio de 1966 los insurrectos ingresaron a su Despacho, éste Presidente de gran valentía no se amilanó, y debieron sacarlo salvajemente por la fuerza de su lugar de trabajo, no aceptando custodia ni traslado alguno por parte de los golpistas, se retiró en silencio de la Casa Rosada a bordo de un taxi.
El Doctor Arturo Umberto Illia fue ese Presidente, que además de ser sumamente capaz, nos enseñó a los argentinos que se puede vivir con honestidad.
En los tiempos que nos tocan vivir, donde la corrupción pareciera haberse instalado definitivamente para terminar por destruir la República, se extrañan figuras como la del Presidente Illia.
Sin haberse enriquecido ilícitamente, ni ser sospechado de acto de corrupción alguna, como tampoco haber pretendido dominar los poderes del Estado; sin haber gestado la confrontación entre los argentinos, la memoria del Dr. Arturo Umberto Illia goza del respeto y admiración de variados sectores del país.
Que su ejemplo de vida sirva para que Argentina se ponga de pie nuevamente.
