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Los precios al consumidor, según las consultoras privadas, registraron en septiembre una suba del 2,48 por ciento respecto del mes anterior, y la medición interanual mostró un alza de 41,06 por ciento. Lo que coincide con las cifras de los Institutos Oficiales provinciales que siguen difundiendo sus propios datos, como la Ciudad de Buenos Aires (40,3% interanual), Tierra del Fuego (36,9% a agosto) o San Luis (44,7% a agosto).

Las amas de casa tienen que hacer malabares para llegar a fin de mes y la calidad de vida desciende. Cada vez es más complicado afrontar los gastos de alimentación, alquileres y servicios. Y sin aumentos salariales en el próximo trimestre, los conflictos sociales se incrementarán.

En lo que va del 2014 hubo una baja en el consumo que fue el principal motor del crecimiento en los últimos años. Con la emisión en más de cuatro puntos del PBI, con la escases de dólares y sin una política fiscal y monetaria creíble, los precios suben. Estamos en los niveles de inflación del 2002 y en un país en recesión esta dificultad se agrava.

La contrapartida de semejante alza de los precios es el aumento de los indicadores de pobreza e indigencia, porque tanto la suba de los salarios como de las jubilaciones se ubicaron casi diez puntos porcentuales por debajo.

Los programas de crédito a tasa subsidiada para inversión como para bienes de consumo y los precios cuidados, resultaron pobres paliativos para atenuar el ritmo de alza de los precios, frente a una expansión del gasto público alimentado con la emisión monetaria desenfrenada del Banco Central.

Para peor, las tensiones cambiarias que generan desincentivos a los sectores generadores de divisas, con controles, cupos y retenciones, junto a las necesidades de importación de energía, contribuyeron a afectar las expectativas inflacionarias a pesar del contexto crecientemente recesivo.

Desde la oposición reclaman que el Gobierno de Cristina Fernández se saque la careta y admita que no existe desarrollo económico, no hubo cambios cualitativos ni mejoras en las condiciones estructurales, ni en los servicios de salud y educación.

La cifra del 41,06 por ciento asusta, porque así los salarios y las jubilaciones pierden frente a la inflación, la indigencia y la pobreza aumentan y se agrandan las diferencias sociales.
El modelo K de "acumulación de matriz diversificada con inclusión social" todo lo tolera y permite.