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Desde que era niña, Petra Collins retrata a adolescentes para concienciar sobre las presiones que atenazan el cuerpo de las mujeres. Ahora es una de las nuevas estrellas de su generación




Se puede ser activista del feminismo y chica mimada por las revistas y las marcas de moda. Se puede aparecer en el New York Times con veinte años como una fotógrafa prometedora y, al mismo tiempo, ser llamada itgirl por centenares de publicaciones. Se pueden comisariar exposciones antes de cumplir la mayoría de edad y colaborar en campañas de moda. Se puede, si eres una artista con un discurso tan extremadamente coherente como el de Petra Collins.

Esta canadiense de veintiún años comenzó retratando a sus amigas del Instituto cuando era una adolescente. Su técnica, obviamente, ha evolucionado, pero su discurso es exactamente el mismo: plasmar la relación que tienen las mujeres con su propio cuerpo en una etapa, la adolescencia, permeable a prejuicios sociales e ideas preconcebidas.




Collins lleva el asunto de la confianza en el propio cuerpo a todos los ámbitos en los que trabaja: en su web The Ardorous, selecciona a fotógrafas femeninas que exploran esas mismas vertientes soterradas de lo que significa, en realidad, ser mujer. En su tumblr, Girls and Guns, desgrana una especie de manifiesto visual que aboga por la exposición de una juventud que está descubriéndose a partir de su imagen ante el espejo; y en las producciones que realiza para Rookie Mag, la revista de su amiguísima Tavi Gevinson, Collins retrata ese universo profundamente femenino y generacional poblado de chicas que se enfrentan a los primeros problemas con su cuerpo.

Pero es quizá su propia imagen la que le ha reportado fama mediática. Collins quizá sea la primera joven que se ha convertido en el objeto de deseo de la moda actual gracias a hacer de su cuerpo un tema político.




Hace unos meses, cerraron su Instagram por una foto en la que enseñaba sus bragas y el vello público que las rodeaba. Muchos denunciaron aquella imagen como inapropiada, y la artista se despachó a gusto sobre este tema en una carta abierta publicada en la revista Oyster Mag.

"Sentí la cancelación de mi cuenta como un acto físico, como si el público viniera hacia mí con una cuchilla y posara sus dedos bajo mi garganta, obligándome a cubrirme, a sucumbir a las imágenes sobre la belleza que propaga la sociedad. Esas presiones a las que nos enfrentamos cada día pueden convertirse, literalmente, en censura", escribió.



Meses atrás había colaborado con American Apparel ilustrando unas camisetas que retrataban sin tapujos la menstruación femenina. Fueron retiradas. Sin embargo, Collins no cede. Su fama como fotógrafa (recientemente ha expuesto su obra en una galería neoyorkina, en la que ha sido su primera exhibición en solitario) y, sobre todo, la particular fascinación que despierta en el mundo de la moda, le permiten, ahora más que nunca, hacer más visibles a sus modelos adolescentes.



Por eso Collins está muy interesada en la cultura del selfie y sus nuevos trabajos siguen la línea de estos autorretratos sacados con el móviles: “es interesante retratar este proceso, porque revela una versión real de la chica en cuestión. La cara que se suele poner ante el espejo es muy interesante”, declaraba hace poco en la web de belleza Into The Gloss. Por eso, también, ella es uno de los rostros de la nueva campaña de ck one, .



A ella le acompañan toda una cantera de jóvenes extremadamente talentosos que han alcanzado fama dando muestras de su creatividad en redes sociales (Soko, kelela o Dev Hynes, entre otros). Todos se fotografían en contextos desinhibidos y hedonistas, todos muestran una carencia absoluta de prejuicios ante su propia imagen y todos, sin excepción, representan a esa juventud con talento que mezcla trabajo, afición y cotidianidad en imágenes, tuits y estados en Facebook.




Así se construye la identidad en tiempos digitales y así se rompen las barreras que atenazan al cuerpo y la actitud femenina. Y, por supuesto, así deja constancia de ellas Petra Collins, la chica de moda que : convertirse en el rostro de una generación que quiere ser sujeto, y no un mero objeto adornado por una cara bonita.