
Música para baile de bodas. Música para festival de verano. Música para el aerobic. Música para terraza ibicenca. Las creaciones de Calvin Harris han conseguido el don de la ubicuidad y su distanciamiento del techno más purista ha hecho que sus temas híbridos popularicen cada vez más un tipo de música de baile que no se atiene a ningún genero en concreto.
El acierto de este creador es que algunos temas de gran talento como Sweet Nothing o Let´s Go responden a una inteligente mezcla de pop-rock con un techno elemental y reiterativo que logra esa melodía pegadiza con la que puedes hacer footing o ponerte a dormir la siesta. No es fácil llegar a esa universalidad de estímulos, pero es cierto que, si bien ha conseguido un récord de ventas y descargas inusitado, su música carece de una personalidad genuina y marginal que identifica a otros autores poco conocidos, pero de un talento prodigioso, tanto en el mundo del dance como en el del hip-hop.
Quizá, el problema no es Calvin Harris, sino todos aquellos discípulos que imitan el mismo molde de producción. Así, la diversidad de géneros y estilos se transforma en un lenguaje homogéneo donde todo lo que se crea, con tal de venderse, ha de pasar por ese tamiz de techno y dance edulcorado, afín a las dinámicas creativas de la New-Age o del chill-out, dejando atrás propuestas muy interesantes dentro de la música electrónica que se está bailando en Europa desde hace varios años. Sin duda, Shed y los precoces Scots Calum McLeod o Liam Robertson son una muestra.
Música para el móvil. Música para anuncios. Música para el coche. Reconociendo la maestría de Harris para acercar la música electrónica a un público más diverso, me temo que la idea ha contaminado las diferencias de muchos géneros. Así que la propia Madonna, Lady Gaga o Ellie Goulding parecen cortadas con el mismo patrón en sus últimos trabajos. David Getta no le va a la zaga. Como dice uno de mis alumnos, esta música vende, además, tópicos inspirados en el machismo y en el postureo, es decir, coches, mujeres y fiesta. Nada nuevo bajo el sol, pero su efectismo y su marketing están solapando otros talentos. Sin duda, aquí la Sony es la que manda.


