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Desde la Asamblea General Naciones Unidas

“Fue el discurso de alguien que preside un país que se encuentra al margen de todo”. Éste fue el comentario de uno de los miembros de la delegación estadounidense luego del discurso de la Presidenta. Y en verdad, fue la misma Cristina Fernández quien consideró que la Argentina estaba arrojada a los arrabales de un mundo donde seguían mandando unos pocos, con el derecho de veto sobre todos los demás.




De este modo, la Presidenta, en su discurso, pudo enhebrar toda la serie de flagelos que suceden en el mundo, con los problemas que atraviesa el país, y además e incluso, sus propias sospechas confabulatorias con el diseño institucional de las Naciones Unidas, y el poder de veto de los cinco grandes en el Consejo de Seguridad. Ni Dilma, con una diplomacia brasilera cuyo objetivo fundamental ha sido conseguir un sillón permanente en el Consejo de Seguridad, al inaugurar los discursos y pedir por un rediseño de la ONU llegó a tanto.

Para la Presidenta, la mayoría de lo malo de lo que sucede en el mundo se debe a la falta de “multilateralismo”. O sea, llevada al absurdo su postura, si los cinco países que tienen derecho a veto, renunciaran a él, se acabarían guerras y hambrunas, ébola e ISIS, buitres e inflación (posición que de aplicarse al interior de nuestro sistema político, replicaría las críticas de la oposición al kirchnerismo: los problemas se deben a la falta de consenso y diálogo).

Hay violencia manifiesta porque hay quienes ejercen una violencia estructural y latente todopoderosa. Hay hambre y enfermedad porque están quienes explotan a los pobres. Hayproblemas económicos en muchos países por la voracidad de -ya ni siquiera sus gobiernos, ni siquiera grandes corporaciones- sino ahora pequeños grupos con un tremendo poder, a tal punto, que sus Presidentes se vuelven genuflexos ante ellos.

Pretendió ser un discurso doctrinario, y terminó siendo una denuncia conspirativa (faltó que la Presidenta repitiera con Woody Allen eso de que “solo porque uno sea paranoico no significa que ellos no me estén siguiendo”). La Presidenta diciendo elípticamente que “24”, “Homeland” o “House of Cards”, eran la nada misma frente al degollamiento de occidentales por (occidentales) del ISIS. Como para que todos leyeran rápidamente que se trataba de un montaje para que Occidente tenga una excusa para arrasar en este caso a Siria, como se inventó lo de las armas químicas de Saddam para arrasar Iraq. Así, dicho de este modo, la Argentina desconoció el problema del terrorismo global, ya ni siquiera entendido como “rebeldes con causa”, sino, en el colmo de la teoría conspirativa, como producido por las mismas potencias para usarlo como excusa para tomar por la fuerza lo que es de los pobres países dependientes. Fuerte.



La Presidenta, con sus muchas ONU encima -de las que se ufanó-, terminando su mandato, y con el país en enfrentamiento abierto con Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y sus aliados. Con el desinterés del resto de Europa. Y con el interés táctico de Rusia y China de haber encontrado a alguien que su ira y bronca dice lo que le encantan que digan contra los países que han tenido la hegemonía en la dirección de los asuntos del mundo, luego de la caída del Muro de Berlín. La Presidenta, sin filtro, entonces, diciendo lo que se le dio la gana.

Las Islas Malvinas, Buitres y los problemas económicos que sufren los emergentes se deben entonces a la misma estructura de poder desigual que hay en el mundo y que hace que los discursos en la ONU del resto de los países sean palabras y meras palabras. Lo cual, fue como una justificación de estar solo “echando una bronca”, como si fuera lo único que un país dependiente puede hacer cuando se va a las Naciones Unidas (incluso, entonces, la iniciativa de Argentina de establecer una normativa sobre la reestructuración de la deuda, aprobada por la Asamblea General hace pocos días atrás).

La Presidenta puso el carro delante del caballo y en su formalismo idealista pareció no entender que los países son poderosos no porque tienen el veto en el Consejo de Seguridad, si no que tienen veto en el Consejo de Seguridad porque son poderosos. Y la emergencia de nuevos actores y la alteración del paralelogramo del poder mundial no ha cambiado todavía las cosas para que se del cambio institucional que se reclama (y que de todas maneras, no beneficiará al país, porque no se encuentra ni entre los que tienen el poder, ni entre los que tienen aspiraciones a tener poder).

Y, fundamentalmente, lo que el discurso de la Presidenta no pudo explicar, porque más allá de esta cruda dicotomía entre países depredadores y países depredados, hay un conjunto de sociedades que se las ha arreglado para alcanzar un modus vivendi interno, para no tener grandes sobresaltos autogenerados, para crecer no impetuosamente pero tampoco cayendo agudamente. Porque esos países, a los que la fisonomía Argentina aseguraba pertenecer, ahora parecen tan lejanos, que a los ojos presidenciales, solo pueden ser denostados como tibios secuaces de los que mandan, antes que ejemplos a los que deberíamos mirar para tratar nuevamente de parecernos a ellos.