
La televisión americana se libra del pudor: las series venden sexo

Que las producciones televisivas de cadenas norteamericanas hayan provocado un fantástico terremoto de creatividad en el sector audiovisual dejó de ser una impresión para convertirse en una realidad contundente. Guiones, personajes y realización han sacudido los cimientos clásicos de la narrativa hollywoodiense.
También la moral, muy estricta en lo referente al sexo y las escenas de desnudo. Las sábanas tapando artificialmente partes del cuerpo en escenas de cama que tanto ha cuidado la industria durante las últimas décadas resultan ahora más embarazosas que nunca ante la liberación sexual en la pequeña pantalla.
Las mejores series venden sexo. O es el sexo el que las vende. De esto se han dado cuenta las cadenas, muy dispuestas ahora a que sus producciones enganchen desde el primer episodio con una buena secuencia sexual, sin tapujos ni demasiado romanticismo, pero sí mucha carne.
El prestigioso canal de pago HBO fue quien inició esta revolución sexual con la serie más atrevida de finales de los 90, Sexo en Nueva York, donde, salvo para la protagonista -Sara Jessica Parker decidió proteger sus partes íntimas con un blindaje contractual-, las escenas de sexo eran muy explícitas y abundantes.
La cosa pareció funcionar, y el canal siguió con la apuesta sexual llevándola a terrenos más oscuros y menos ortodoxos: True Blood fascinó a muchos desde su primer episodio con escenas de un sexo tan explícito y políticamente incorrecto como nunca se había visto en televisión.
