


El presidente postergó hasta después de noviembre medidas para facilitar la regularización de ilegales y el ingreso de menores.

En una marcha atrás de su promesa de que actuaría en torno a la reforma migratoria al final del verano (boreal), el presidente Barack Obama decidió demorar cualquier acción del Poder Ejecutivo al respecto hasta después de las elecciones legislativas de noviembre, informaron funcionarios de la Casa Blanca.
La medida hizo enfurecer de inmediato a los activistas por la inmigración, al tiempo que ofreció alivio a algunos demócratas vulnerables que enfrentan campañas apretadas para reelegirse al Senado.
Obama se comunicó telefónicamente con algunos aliados desde el avión presidencial cuando volvía de la cumbre de la OTAN en Gran Bretaña, y les informó su decisión.
En un discurso en el Rosedal de la Casa Blanca el 30 de junio, Obama dijo que les había dado instrucciones al secretario de Seguridad Nacional Jeh Johnson y al secretario de Justicia Eric Holder para que le presentaran recomendaciones en torno a una medida del Ejecutivo al respecto para fines del verano. El presidente también prometió que “aplicaría esas recomendaciones sin mayores demoras”.
Obama enfrentaba presiones desde frentes distintos: de grupos activistas por los inmigrantes, los cuales exigían una acción rápida, y de demócratas preocupados de que actuar en estos momentos fortalecería a opositores republicanos que compiten por las bancas de demócratas vulnerables en la Cámara alta. Entre los que se considera corren más riesgo están los senadores Mark Pryor de Arkansas, Mary Landrieu de Luisiana y Kay Hagan de Carolina del Norte.
Los asesores de Obama no estaban convencidos de que una acción presidencial al respecto afectaría los comicios, pero los funcionarios dijeron que las discusiones en torno a cuándo sería el momento más oportuno se incrementaron en las últimas semanas.
A fin de cuentas, los asesores procuraron aprovechar una lección de 1994, cuando se consideró que las derrotas sufridas entonces por los demócratas se debían a votaciones en torno a una legislación para el control de armas, lo que socavó el interés en aprobar futuras iniciativas sobre las armas.
Los activistas por los derechos de los inmigrantes criticaron duramente a Obama y a los demócratas del Senado por la decisión, afirmando que ambos han mostrado falta de voluntad política.
“Estamos profundamente decepcionados del presidente y estamos profundamente decepcionados de los demócratas del Senado”, afirmó Frank Sharry, director ejecutivo del grupo America's Voice. “Nosotros los activistas no prometimos la reforma, sólo cometimos el error de creer en ella. El presidente y los demócratas del Senado han elegido la política sobre el pueblo, el statu quo por encima de la solución de problemas reales”.
Cristina Jiménez, directora administrativa del grupo United We Dream (Soñamos Unidos), dijo que la decisión es “otra bofetada al rostro de la comunidad latina y de los inmigrantes”.
“Donde hemos exigido liderazgo y valor por parte de los demócratas y del presidente, sólo hemos recibido promesas rotas y falta de agallas políticas”, agregó.
Los líderes republicanos en el Congreso también criticaron la decisión del presidente, pero por muy distintas razones.
Mitch McConnell, republicano por Kentucky y líder de la minoría en el Senado, dijo que la medida de Obama equivale a “una de las peores muestras de la política en Washington”.
“Lo que es tan cínico del anuncio de hoy (por ayer) sobre la inmigración es que el presidente no está diciendo que se apegará a la ley. Sólo está diciendo que le dará la vuelta a la ley una vez que sea demasiado tarde para que los estadounidenses le pasen la factura a su partido en las elecciones de noviembre”, afirmó McConnell. “Evidentemente que esto no es una toma de decisiones diseñada en torno a la mejor política”.
El presidente de la Cámara Baja John Boehner, republicano por Ohio, dijo en un comunicado ayer que la decisión de demorar, en lugar de abandonar, la idea de una acción del poder ejecutivo en torno a la inmigración “es una bofetada de política descarnada”.
Los republicanos retacean fondos
Recientemente se produjo una agria disputa partidista sobre cómo enfrentar el creciente flujo de menores no acompañados provenientes de Centroamérica a través de la frontera de EEUU con México. Obama solicitó 3.700 millones de dólares para atender la crisis fronteriza. Sin embargo, la Cámara de Representantes controlada por los republicanos aprobó una medida que sólo le dio a Obama una fracción del dinero que pidió y facilitó deportar a los jóvenes inmigrantes que llegaban a la frontera, una cláusula a la que se opusieron los demócratas y activistas. A fin de cuentas, el Congreso se fue de vacaciones sin emitir una determinación al respecto.
La cifra de menores sorprendidos solos mientras intentaban cruzar la frontera sin permiso ha declinado desde junio. Ese descenso y la ausencia del Congreso de Washington durante agosto le han quitado atención a la frontera por ahora.
Obama dijo que, a falta de una legislación del Congreso, tomaría medidas para incrementar la vigilancia en la frontera, mejoraría los procesos para agilizar los trámites de los que ya la cruzaron y alentaría la inmigración legal. Dijo también que le ofrecería a los inmigrantes que llevan cierto tiempo viviendo en EEUU sin autorización, alguna forma para que se conviertan en residentes legales, paguen impuestos y una multa y aprendan inglés.