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EL INFIERNO EN LA ZONA CALIENTE



NO TOCAR
Los trabajadores de salud en el equipo de protección se preparan para ver a los pacientes en el centro de tratamiento de Ébola en el patio del hospital de Donka, en Conakry, Guínea.


El pequeño pueblo de Meliandoú, ubicado en la Región Forestal del sur de Guinea, ha empezado a ver destellos del mundo exterior. Una camiseta de Messi, ??tres tallas más grande, en un niño pequeño. Una anorak en un hombre viejo en el calor de África, usado como un manto de distinción. Incluso podrías ver al típico adolescente con un teléfono celular, protegiendo el dispositivo del sol como si estuviese tratando de encender un cigarrillo en el viento. Pero sobre todo es un lugar de los antiguos, con un transitado camino de tierra lleno de baches entre chozas con techo de paja, en una ladera inclinada hacia el bosque. Es el hogar de unos pocos cientos de personas. Los pollos y cabras deambulan libremente. Shamanes locales son los primeros en responder cuando alguien se enferma.

En Meliandoú, la carne de caza (bushmeat) ha sido durante mucho tiempo una fuente común de alimento. Al igual que en otros lugares de África Occidental, los cazadores suelen meterse en el bosque y volver con lo que puedan encontrar. Una vez, no hace mucho tiempo, lo que encontraban era una recompensa rica y variada: monos, antílopes, ardillas. Eso ha cambiado; todo el ecosistema se ha reorganizado a sí mismo. Después de las guerras civiles que estallaron en Liberia y Sierra Leona (entre los principios de los años '90 y los 2000), los refugiados fueron desplazados hacia las fronteras, y la población creció, incluso cuando la lucha por el poder en Guinea tuvo un costo económico en su nación. La gente comenzó a utilizar al vasto recurso a su alrededor: los árboles. Los árboles fueron talados para dar paso a las granjas o quemados para hacer carbón. Camiones interminables de madera fueron enviados a las empresas de construcción. El bosque sufrió otro trauma cuando los explotadores mineros- la minera anglo-australiana Rio Tinto, la omnipresente mineria China, entre otras, presionaban agresivamente para explotar los recursos naturales del país (bauxita en su mayoría). Al desaparecer los bosques, también lo hizo la barrera que separaba a los humanos de los animales y de los agentes patólogicos que albergan estos animales.



La vida ordinaria en Meliandoú llegó a su fin en el último día de diciembre de 2013, cuando el virus Ébola, que había reclamado en pasado miles de vidas a miles de kilómetros de distancia, llegó al pueblo, muy probablemente en el cuerpo de una murciélago de fruta - el reservorio no humano natural del Ébola, de acuerdo con un amplísimo consenso entre los científicos. La minería y la tala habían impulsado los murciélagos de sus hábitats naturales, las cuevas, hacia los poblados cerca de la gente, como los de Meliandoú. Y a los murciélagos de la fruta les encanta la palma y el mango, que maduran en los árboles que quedan en el pueblo. Los murciélagos también se alimentan en colonias, lo que los hace blancos tentadores: un escopetazo te mata a 10 murciélagos papá.

El Ébola es uno de los virus más mortales conocidos por la ciencia médica, ya que NO TIENE CURA y MATA HASTA EL 90% DE LAS PERSONAS QUE LO CONTRAEN. La epidemia de Ébola que hoy arrasa en África Occidental es la peor en la historia. Arrasó con el pueblo de Meliandoú y ya se ha esparcido mucho más allá. Pero hoy en día el misterio no es cómo comenzó - sino porque la epidemia, cuya lucha es liderada por un ejército de expertos internacionales, entre los que se encuentran la OMS y el CDC de EE.UU., NO PUDO DETERNLO. Parte de la respuesta es el carácter camaleónico de este tipo de virus en esa parte del mundo (África). Una parte mas grande de la culpa se encuentra en la misma respuesta internacional. Era rápida y amplia - exactamente lo que nosotros esperaríamos - pero hubo una reacción inesperada que socavó todo lo que los expertos trataron de lograr - y al mismo tiempo engañó a muchos de ellos, haciéndoles creer que habían logrado sus objetivos. Finalmente comprendieron la verdad. Para entonces ya fue demasiado tarde.



Hasta donde se sabe, el brote comenzó cuando unas mínimas partículas, totalmente diminutas, simplemente un plan de ataque mortal codificados en el ácido ribonucleico y envuelto en una proteína, encontraron su camino hacia los humanos a través de un murciélago de la fruta en el cuerpo de un niño que no habia cumplido los dos años de edad. Tal vez, mientras la madre estaba preparando la caza del día para comer, parte de la sangre del murciélago se mandó en la dirección del niño. Tal vez, cuando la mamá no prestaba atención, el bebe tocó el animal, luego se llevó la mano a la boca, como hacen todos los bebés. De cualquier manera, algunas partículas del Ébola se habian unido a las células en el sistema inmunológico del niño y habian comenzado a utilizar la maquinaria de las células para replicarse. El bebe levantó fiebre, y a continuación, empezó la diarrea y los vómitos. Sus órganos comenzaron a fallar. Empezó a sangrar internamente y entró en shock séptico. En cuatro días, el bebé estaba muerto.

Podría haberse terminado ahí como una casualidad más, allá por fines de Diciembre - con nadie para saber que el Ébola se había extendido a la población humana. Es más, esto ocurre a menudo - se producen brotes repentinos en las poblaciones, y en general de manera remota, en las selvas por ejemplo, por lo cuál las chances de que se propaguen las enfermedades son muy pocas. Los que conocen a los fallecidos culpan a otras enfermedades mucho mas comunes del deceso, mientras que la gente que está lejos jamás va a enterarse que esto ocurrió.

En este caso, sin embargo, hubo un detonador desafortunado. Después de que el niño se infectase, pero antes de morir, la madre, que se encontraba embarazada, se llevó al bebé y a su hija y se fué a través de la aldea a la casa de su propia madre. El espacio en esa casa era muy poco, y encima la abuela del pequeño tenía un invitado. Las camas eran compartidas, y los síntomas del bebé explotaron. Su madre estaba infectada, su hermana, su abuela, y el invitado también. Cuando la madre abortó, la partera estaba infectada. El virus del Ébola había comenzado a propagarse.

Cuando ataca el Ébola, mata rápidamente, pero puede tardar hasta tres semanas en incubarse, aunque por lo general es alrededor de 10 días. Este período es el tiempo suficiente en el que el contacto con una posible fuente del virus puede haber sido olvidado, y lo suficientemente largo para las personas infectadas puedan viajar sin síntomas. E incluso la prueba del Ébola - que nadie en Guinea tenía la capacidad de hacer - daría negativo durante el período de incubación: el Ébola no se puede detectar en la sangre hasta que los síntomas se muestran. Una epidemia puede empezar despacio y pasar desapercibido durante semanas. Esto nunca ha sido mucho de un tema antes, porque Ebola no tiende a encontrar su camino en los grandes centros de población o lugares donde la gente es muy móvil. Esta vez sería diferente.

El 24 de enero de 2014, más de un mes después de la primera infección, Jean Claude Kpoghomou, un médico en la ciudad de Tekolo, llamó a un superior para informar sobre algo extraño que sucedía en un pueblo bajo su jurisdicción. Tres pacientes murieron en el lapso de dos días, dijo. Todos ellos procedían de la misma aldea, un lugar llamado Meliandoú. Los síntomas parecían coincidentes con los del cólera: diarrea, vómitos, deshidratación extrema. Los brotes de cólera no eran raros en Guinea. Un brote especialmente devastador había ocurrido sólo dos años antes, en 2012, e incluso Meliandoú había sido una de las aldeas seleccionadas para una campaña de educación para la salud pública. Un gran cartel pictográfico se instaló en la entrada del pueblo, con instrucciones explícitas para los habitantes del pueblo, en su mayoría analfabeto, sobre cómo evitar la contaminación del suministro de agua.

Los superiores del Dr. Kpoghomou transmitieron la alerta de Tekolo a la autoridad de la prefectura del departamento de salud en Guéckédou. Guéckédou envió la alerta hasta el director regional de salud en Nzérékoré, que lo envió a la Secretaría de Salud en Conakry, la capital de Guinea, una ciudad de un millón y medio en la costa varios cientos de kilómetros de distancia. El gobierno nacional ya había sido alertado: una crisis potencialmente grave se estaba desarrollando en la Región Forestal.

Encima de las crisis de salud pública con la que debe lidiar Guinea - con recursos insuficientes y empleados sobrecargados de trabajo, ya que es por una avalancha constante de asesinos comunes como la malaria, la tuberculosis, y los automóviles - no era de extrañar que tres muertes en la Región Forestal no justificasen una intervención inmediata. Sin embargo, funcionarios en Guéckédou organizaron su propio pequeño equipo de investigación y se fueron a Meliandoú.

Ahí, entonces, todavía en Enero de 2014, mucho antes de la propagación extrema, un equipo de médicos se sitúaba en la Zona Zero, contemplando algunas de las primeras víctimas. No tenían ni idea de lo que estaban viendo.

La forma en la que mata el Ébola parecería que es imposible de confundir. Lo que el observador casual sabe del Ébola son sus casos más espectaculares, o las representaciones cinematográficas de ellas: sangrado a chorros de los ojos, oídos, nariz, ano, y pezones. Los síntomas como estos, al verlos mínimamente una vez, serían imposibles de pasar por alto o malinterpretar. Pero no todos los casos de Ébola termina con un flagelo tan desgarrador, y muchos de los síntomas del Ébola son idénticos a los provocados por otras enfermedades. Hasta su fase final, el Ébola puede ser fácilmente confundido con el cólera. También puede parecerse mucho a la malaria, otro asesino muy común en Guinea. Lo que de nadie ha muerto nunca en cualquier lugar cerca de Guinea es Ébola. Los últimos grandes brotes de Ebola, en Uganda y la República Democrática del Congo, en 2012, fueron a más de 2.000 kilómetros de distancia. Era casi un mundo totalmente distinto. Si le decías a alguno de los investigadores, los que trataban de determinar las causas de la crisis en desarrollo en Meliandoú, que estaban lidiando con el Ébola, no te hubiesen creído, o hubiesen preguntado que era el Ébola.

El 26 de Enero de 2014, los funcionarios de la autoridad sanitaria de la prefectura mantuvieron una reunión en Guéckédou. Ahora sabían que algo estaba mal en Meliandoú, pero no sabían qué. Consultaron a profesionales de la salud extranjeros estacionados en la ciudad; Médicos Sin Fronteras, o MSF (por su nombre en francés, Médecins sans Frontières), tenían un proyecto de trata de malaria allí. Los funcionarios decidieron hacer una nueva visita a la aldea, esta vez con un equipo médico con más experiencia, el 27 de Enero.

Por segunda vez, los trabajadores de salud se sitúaban en el epicentro del brote de Ébola, y por segunda vez no entendían lo que veían. Por ahora sólo había habido ocho infecciones de Ébola y siete muertes (90% de los infectados).

Mientras tanto, el virus se había propagado fuera de la aldea. Cuando la abuela de la víctima infantil cayó enferma, se rescató que los Shamanes eran unos vendehumo. La abuela tenía un amigo en Guéckédou que era enfermero, y cuando los síntomas de la abuela comenzaron a empeorar, se fue a ver lo que la medicina real podía hacer por ella. El enfermero trató de ayudar, pero no tenía ni idea de lo que estaba tratando. La abuela volvió a Meliandoú, donde murió.

A principios de Febrero, el mismo enfermero levantó fiebre. Ahora el virus estaba en Guéckédou, un centro de comercio que esta hasta las re pelotas y donde convergen pobladores de Liberia y Sierra León. Cuando la condición del enfermero se deterioró, él buscó la ayuda de un amigo que era un médico en Macenta, en la siguiente prefectura más cercana. El enfermero se quedó una noche en Macenta, donde durmió en la propia casa del médico, compartiendo habitación con el hijo del amigo- y murió al día siguiente, 10 de Febrero, en la sala de espera del laboratorio del hospital local. El doctor de Macenta se sorprendió. No sabía lo que acababa de presenciar, pero no se parecía a nada que hubiera visto antes, e inmediatamente envió una alerta a la directora regional de salud en Nzérékoré. Luego, el médico también levantó fiebre. Se dirigió a la capital, donde se esperaba que alguien tuviese respuestas. Pero a lo largo del camino, bordeada por los coches quemados y tractores que laburaban la madera - el doctor murió. Su cuerpo fue enviado a Kissidougou, una ciudad de más de 100.000, donde se celebró el funeral. En poco tiempo, Kissidougou estaba experimentando un brote de lo que fuera que había matado al médico.

Si el virus había fracasado en su primer intento de llegar a la capital, igualmente ganaba impulso en otras partes, esparciendose a través de la selva y aventurandose peligrosamente cerca de las fronteras internacionales.

En el hospital de Guéckédou, más y más personas fueron apareciendo con vómitos y diarrea. Viendo los nueve casos de cólera reportados en sus salas, un doctor llamado Alexis Traore comenzó a sentir que el diagnóstico de cólera podría estar equivocado. El personal estaba equipado apropiadamente para pelear contra el cólera, dados los brotes que habían soportado anteriormente - y los pacientes tenían síntomas muy parecidos. Pero uno de los síntomas no encajaba: todos los pacientes tenían fiebre. La fiebre generalmente no está asociada con el cólera. Y el Dr. Traore vio algo más incompatible con el cólera: uno de los pacientes estaba sangrando por la nariz.

Así es como Traore comenzó a desafiar el diagnóstico de cólera, pero su investigación fue frustrado: Las pruebas que había hecho para determinar si era cólera volvieron del laboratorio, y siete de los nueve fueron positivos. Las pruebas que utilizaban el hospital eran baratas, fáciles de usar, y altamente sensibles; diseñadas para nunca dejar que una posible detección de casos pase desapercibida. Sin embargo, tenía una desventaja: más de unos pocos falsos positivos. Lo que esto significó para el Dr. Traore fue que el diagnóstico de trabajo tuvo que permanecer sin cambios: esto era cólera. Se notificó a sus superiores en Nzérékoré.

Nzérékoré acababa de recibir un informe de Macenta, que todavía se recuperaba de su propia tragedia. El médico que había caído enfermo y murió en el camino a Conakry - no era más que el principio de la propagación masiva. Misteriosamente, también había muerto el hijo del médico, y un colega del doctor de que trabajaba en el laboratorio del hospital, junto con dos de los hermanos del doctor y una enfermera que lo había tratado. Algo estaba matando gente en Macenta. Nzérékoré compiló un informe sobre las dos crisis distintas y lo envió a la capital.

En Conakry, la noticia de la muerte de un médico fue finalmente suficiente para registrarse ante las autoridades. Nadie lo sabía aún, pero por ahora el Ébola había reclamado cerca de 30 vidas y se continúa propagándose a Dandou Pombo, Dawa, Gbandou, Farako y Baladou. El Ministerio de Salud y la oficina en el país de la OMS establecieron una investigación conjunta, el envío de personal médico para registrar los síntomas y los antecedentes de los pacientes que habían muerto en Macenta. En el proceso, el equipo descubrió que una de las víctimas - la enfermera - no vivía en Macenta sino que provenía de Guéckédou.

Este fue un hecho crucial: el equipo comenzó a sospechar que las crisis separadas en Macenta y Guéckédou no eran distintas. Lo que estaba ocurriendo en la Región Forestal, fue un fenómeno único. El equipo redactó sus conclusiones y les envió de vuelta a la capital, donde algunos médicos empezaron a sospechar que el culpable no era el cólera o la malaria - algunos incluso se atrevían a decir que la enfermedad podría ser una fiebre hemorrágica.

Aquí, la naturaleza lanzó una pista más; Guinea, Sierra León y Liberia tienen la incidencia más alta del mundo de la fiebre de Lassa, un virus menos letal que también puede producir hemorragias. Así que cuando se sospecha de una fiebre hemorrágica, todos los dedos apuntan a este virus: Lassa.

Tres meses y medio pasaron del brote, y todavía nadie sospecha del Ébola.



Lo que finalmente hizo rescatar a los doctores sobre con qué lidiaban, fue, de todas las cosas, el hipo. El 14 de Marzo, la oficina de MSF en Ginebra recibió un informe de una investigación médica en Guínea. Las oficinas de MSF en Ginbera inmediatamente remitieron el informe al Dr. Michel Van Herp, un epidemiólogo en la oficina de Bruselas, y uno de los principales expertos del mundo sobre el Ébola. Cuando Van Herp abre el documento, lo que de inmediato saltó en él fue que la mitad de las víctimas tenían hipo. Por razones no del todo claras para la comunidad médica, el hipo se asocia con el Ébola. "En definitiva, es una fiebre hemorrágica," Van Herp le dijo a un colega en Ginebra, que consultaba con él por teléfono. "Pero realmente hay que tener en cuenta una posibilidad, que es peor que la de Lassa. Creo que es el Ébola.". Van Herp notificó a la sede de Bruselas de MSF, presentó sus sospechas, e inmediatamente comenzó a prepararse para ir a África.

Esa misma noche, sustentándose en la corazonada del médico de MSF, inciaron el operativo de respuesta. Un equipo en el terreno en Sierra Leona fue redirigido hacia la frontera con Guinea con un equipo básico de protección. El equipo estaba preparado para hacer frente al virus Lassa, por lo que no estaba preparado para una respuesta sostenida al Ebola, pero tenía suficiente para lidiar con el virus por el momento. Un equipo independiente se reunió en Bruselas y se dispuso a viajar. MSF también hizo lo necesario para obtener las muestras de sangre a un laboratorio capaz de realizar pruebas para el Ébola y otros patógenos exóticos. Para ello, un chárter se envió desde Conakry a una pista de aterrizaje fuera de Guéckédou. Las muestras de sangre con el virus de Ébola sospechado se clasifican para el transporte por un código especial, UN2814, lo que indica "sustancias infecciosas, que afectan a los seres humanos", y MSF contrató a un operador logístico especializado para enviar las muestras, que fueron envasados ??de acuerdo a un estricto protocolo, con tres capas de material protector y absorbente. Entonces - porque era simplemente el camino más rápido - las muestras de Guéckédou se cargaron en un avión comercial que salía diariamente de Conakry a París, Francia.

Nadie sabía que, cuando el vuelo de Air France dejó Conakry, la primera persona infectada ya había llegado a la capital - un comerciante vinculado a la Región Forestal. En poco más de una semana, el virus transportado por el comerciante infectaría a otras cinco personas. Dentro de un mes, el número llegaría a 47 personas infectadas.

En París, las muestras fueron llevadas al Instituto Pasteur. Pero el instituto reportó un problema técnico en el laboratorio y tuvo que mover las muestras a otro centro, a 250 kilómetros de distancia, en Lyon, donde se alertó a los tecnicos y les pidieron que esperen a las muestras. Una vez que llegaron las muestras, los técnicos trabajaron en la noche. Por un poco más de las dos de la mañana del 20 de marzo que obtuvieron los primeros resultados: lo que estaban viendo era un filovirus, lo que significa que no podría ser Lassa. Más tarde ese mismo día, a las siete de la tarde, lo peor se confirmó: las muestras fueron positivas para el Ébola. El laboratorio notificó a Medicos sin Fronteras, que a su vez notificó a su equipo que ya estaba ahí y al gobierno de Guinea. El 22 de marzo, más malas noticias llegaron desde el laboratorio. Las muestras de Guinea provenían de la cepa Zaire, la versión más mortal conocida del virus.

Cuando la comunidad internacional respondió al brote de Ébola, lo hizo con una velocidad asombrosa. Una razón para esto fue la coordinación eficaz de los grupos como MSF. Pero había otra razón detrás de la respuesta rápida: el horror del Ébola le ha dado un cierto prestigio. Los epidemiólogos que estudian y siguen a este tipo de virus- personas como Michel Van Herp, de MSF, y Pierre Rollin, del CDC - constituyen algo así como un exclusivo grupo cuyos miembros deben estar preparados para volar a cualquier lugar en cualquier momento siempre que el Ébola surja. Debido a que los brotes de Ébola pueden matar tan rápido, hay una urgencia de encontrarse en la zona del brote y comenzar el trabajo de contención de inmediato. Y porque también son brotes raros y por lo general muy remotos, evocan un afán, no muy diferente a la de los entusiastas de la astronomía por tierra para presenciar algún evento astral raro.

Desde un punto de vista científico, el virus Ébola es intrigante: una contradicción radica en su núcleo. Por un lado, siempre hay algo intencional sobre un virus que crea en su huésped precisamente las condiciones que necesita para viajar. Pero el Ébola puede pasar de un huésped a otro sólo a través del contacto directo con fluidos corporales de un paciente infectado, y una vez que está dentro de un cuerpo humano, activa varios mecanismos diferentes que liberan fluidos corporales de diversas variedades. Por otro lado, no suficientemente contagioso, típicamente, para compensar la velocidad con la que mata. No puede moverse a través del aire; no puede vivir en el agua. Se puede transmitir sólo cuando el anfitrión es sintomático, y en ese momento el anfitrión será probable morir tan rápidamente que el virus no tiene muchas posibilidades de presentar un sitio nuevo. Pero las posibilidades de supervivencia del virus mejoran notablemente si justo recae en una parte del mundo - como Guínea - donde los funerales suelen ser asuntos íntimos; donde la familia pone sus manos sobre la persona fallecida, y el sudor, las lágrimas, y otros fluidos tienen la oportunidad de mezclarse e infectar más personas. Entonces, matar al anfitrión no se convierte en un callejón sin salida para el virus, sino la oportunidad de viajar más lejos.

Al comenzar a mobilizarse, MSF tendría 60 miembros del personal sobre el terreno del brote en poco más de una semana, y había muchos más haciendo arreglos para ir también. Bajo los auspicios de la Red de Laboratorios de Patógenos Peligrosos y Emergentes, un equipo lleno de cracks de técnicos de laboratorio de toda Europa fue reunido en Munich y luego enviado a África, llevando todo un laboratorio especial como el equipaje. El CDC se apresuró a completar un programa para la PC que había estado desarrollando para rastrear los brotes; el programa tenía que ser traducido al francés para poder ser utilizado en Guínea. El CDC también envió un equipo, que creció a más de una docena y fue liderado por Rollin, que llegó a Guínea el 30 de marzo, unos 3.000 trajes biohazard fueron llevados. Expertos y voluntarios llegaron de la OMS y la Cruz Roja.

Con la ayuda de la OMS y MSF, el Ministerio de Salud creó el "115", la línea directa del Ébola; cuando una llamada entraba, el ??ministerio enviaría a un médico en una motocicleta. Si el médico cree que un caso podría ser el Ébola, llamaba de nuevo a su despachador, quien luego llamaba a MSF, que a su vez enviaba un equipo a completo con un equipo biólogico para recoger al paciente. Al mismo tiempo, la información sobre el Ébola cubrió el país: conseguir la cooperación del gobierno era necesario para explicar la gravedad de la situación. A la gente en todo Guínea pronto se les dijo que el virus era muy contagioso, que la tasa de mortalidad era del 90 por ciento, y que no había ninguna cura, capaz una versión exagerada de realidad, pero al fin y al cabo un mensaje que caló hondo en los habitantes. Mientras tanto, los grupos internacionales comenzaron el trabajo de descubrir la cadena de transmisión, trazando cada caso al origen, un agotador juego tedioso de conectar los puntos, pero de una importancia crítica. Si hay un punto que no se puede conectar - un paciente sin vínculo aparente a cualquier otro paciente - no quiere decir que no es un enlace. Sólo significa que no ha encontrado todavía. Un punto no conectado puede significar que toda una rama de la epidemia está fuera de la vista.

A mediados de Abril de este año, el Dr. Abdourahammane Batchyli, que entonces trabajaba para el Ministerio de Salud de Guinea, supervisando la división nacional del Ébola, pasaba sus días en Conakry atendiendo llamadas de la línea de emergencia 115 y escuchaba a los ciudadanos loquitos que ofrecían explicaciones fantásticas de lo que estaba pasando alrededor de ellos. Un miembro de la etnia Fula, un rival de la tribu Malinke del Presidente de Guínea, explicó a Batchyli que "Este brote no es real- ¿cómo podemos estar teniendo Ébola acá?" El presidente Conde inventó esto porque él está tratando de retrasar las elecciones." Otro dijo que el presidente había introducido el virus a exterminar a la tribu de Kissi. Un hombre que dijo ser un guía espiritual llamó para decir que la epidemia era una plaga sobre el pueblo de Guínea debido a que mataron a una cierta serpiente blanca; todo podría ser curada sacrificando siete vacas.

Al principio las teorías no molestaron mucho a Batchyli. Estaban los que no creyeron a la epidemia era real. Pero la mayoría lo hizo, y la tomó en serio, que era lo importante; sus reflexiones sobre sus orígenes eran secundarios. No importaba si la gente no estaban pensando racionalmente. ¿Quiénes eran? No eran sólo los aldeanos analfabetos los que actuaron por temor. Las personas educadas tenían miedo. Estaban asustados. Hasta los extranjeros tenían miedo: El 1 de abril, Arabia Saudita había dejado de emitir visas para ir al Hajj y al Umrah a los habitantes de Guínea y Liberia, por lo que los musulmanes de esos países se sentían discriminados. El 4 de abril, los pasajeros del vuelo de Air France desde Conakry fueron puestos en cuarentena cuando el avión aterrizó en el aeropuerto Charles de Gaulle, en París, y no se les permite salir hasta que cada uno fue testeado por fiebre, y todo porque alguien se sentía enfermo en el baño del avión. Emirates dejó de volar a Guinea. Las empresas mineras habían retirado a su personal extranjero. En la capital, las estaciones de radio estaban transmitiendo anuncios de las mejores marcas de cloro, para protegerse de Ebola, y Batchyli vio un artículo sobre "rebeldes vestidos de amarillo que atacaron Guinea y luego desaparecieron", la interpretación de un periodista local tratando de verle sentido a todas las personas en grandes trajes protectores amarillos que habían descendido de repente en el país, los trabajadores de la salud de las organizaciones internacionales.

Pero lo que pronto se convirtió en algo preocupante para Batchyli eran las llamadas telefónicas de las personas que vieron la mano de los extranjeros detrás de la epidemia. La lógica de ellos fue esta: El Ébola nunca había estado cerca de Guinea antes. Entonces los blanquitos llegaron, y sólo desde ahí se empezó a hablar del "Ébola". Los extranjeros habían llegado tan rápido que los aldeanos no llegaron a captar el mensaje: había camiones llenos de extranjeros en los trajes espaciales amarillos que llegaban a los pueblos para llevar a la gente a la cuarentena antes de que entiendan porqué los llevaban a la cuarentena.



Incluso si entiendían las razones, el mensaje del gobierno y los trabajadores de la salud (y los medios de comunicación locales) hacían socavar los incentivos para cooperar. Si el Ébola era una sentencia de muerte, ¿qué sentido tenía? Los anuncios de servicio público no habían sido sutiles, no explicaban que las tasas de mortalidad varían o que, con la atención eficaz, los pacientes podían sobrevivir (la mitad de los enfermos de Ébola en el centro de tratamiento de MSF en Conakry sobrevivieron, por ejemplo). Para un aldeano, los centros de cuarentena eran lugares temibles. Parecián un laberinto sin retorno a través de lonas blancas y vallas de color naranja hasta la cintura. Si los familiares o amigos entraban a los centros de cuarentena, terminaban siendo nuevas víctimas de la epidemia. No se podía ver lo que estaba pasando dentro de las carpas, solo podías ver a las personas en sus trajes amarillos y sus lentes protectores. Los trabajadores de la salud se mueven con extremo cuidado a fin de evitar los pequeños raspones y perforaciones; desde cierta distancia, parecen robots. Los trabajadores de la salud no se parecen a ningún habitante de los que jamás hayas visto. Trabajan con rigidez y poco a poco, y luego desaparecen en la carpa donde tu vieja o tu hermano pueden estar, y todo lo que sucede en el interior se queda en tu imaginación. Los aldeanos empezaron a susurrar entre sí, les están extirpando los órganos, se quieren quedar con nuestros brazos y piernas.



El proceso de encontrar y aislar a los pacientes infectados era por un lado eficaz y por el otro profundamente desorientador. Batchyli no comprendió plenamente las consecuencias en el momento. Nadie lo hizo. Pero la gente en Guinea estaban tan asustados por la respuesta internacional y nacional al Ébola como por el Ébola en sí.

A medida que la comunidad internacional comenzó a hacer avances significativos contra la epidemia, la gente en la región del bosque y en la capital estaban empezando a sacar a patadas a los trabajadores de salud. El miedo estaba demostrando ser contagioso: Vos querés esconderte de la enfermedad. Vos querés negar que la tenés. Vos querés irte a tu casa en tu pueblo y refugiarte con tus familiares, y cuando los hombres en trajes espaciales vengan en busca de vos, vas y te escondés abajo de la cama. Y eso es lo que pasa, y tus familiares le tiran piedras a las personas en trajes espaciales para que se vayan.

Esta dinámica no se entendió al comienzo. Lo que los equipos médicos en Guinea vieron era que, apenas un mes después del comienzo de la respuesta de la comunidad internacional, la incidencia de infecciones reportadas dejó de subir, y luego disminuyeron. Se continuó descendiendo. A principios de Mayo de este año, el centro de tratamiento del Ébola en el hospital Donka, en Conakry, alcanzó un hito: había transcurrido una semana desde el último caso de Ébola. Otra semana pasó, sin que nadie diese positivo. El trabajo que hasta entonces había sido tan intensa y tan extraordinario, trabajar en el calor agobiante en trajes de Tyvek, el tratamiento de pacientes que a menudo morían y que plantea una amenaza directa a los médicos- hizo que el estado de ánimo después de dos semanas de sin Ébola fuera de alivio, casi de celebración...


Pasó otra semana en Conakry sin víctimas del Ébola. Las cosas se desaceleraron aún más. Unos pocos pacientes entraron y fueron llevados a la sección de "diagnóstico" del centro de tratamiento. Ninguno dió positivo. El alivio dió paso al aburrimiento. El equipo médico comenzó a crear nuevas tareas de trabajo, limpiar equipamento, hacer un inventario del mismo y desinfectando las carpas.

Otra semana pasó: una vez más, no había Ébola. Luego, a finales de Mayo, más buenas noticias. En la reunión de coordinación diaria, un representante de la OMS anunció que el último contacto rastreado había estado libre de síntomas durante 21 días. La implicación era clara: si todo el mundo que había entrado en contacto físico con un paciente Ébola era libre de síntomas después de la expiración del período de incubación del virus, efectivamente no queda nadie que pudiera estar infectado.

En Guéckédou, personal médico recibió la noticia de la capital por teléfono. Todavía quedaban unos pocos pacientes en el centro de tratamiento allí, pero después de una avalancha de 163 casos de Ébola en esa prefectura, 119 de ellos mortales, el equipo fue ahora siguiendo casos de contacto en sólo dos pueblos. Las noticias de Conakry coincidían con lo que estaban viendo en la Región Forestal.

El Presidente de Guinea anunció que "por el momento, la situación está bajo control." Los extranjeros comenzaron a salir. El CDC sacó a su personal de Guínea. En el centro de tratamiento en el hospital de Donka, se entregó el liderazgo al personal local. En este punto, hacia fines de Mayo, había habido 248 casos clínicos de Ébola en toda Guinea, y 171 muertes. Pero no hubo más casos en la tubería. Lo peor ya había pasado
.
Gran parte de la comunidad médica en Conakry saboreaba un momento de respiro. Pero fue una ilusión. Como los médicos aprendieron muy pronto, mucha gente había dejado de cooperar con los agentes de salud. Se habían refugiado y se llevaron al Ébola con ellos, hasta que tanta gente se había enfermado en una comunidad que ya no era posible ocultarlos.

El 27 de mayo, un paciente con Ébola fue admitido en el centro de tratamiento en Conakry - el primero de estos pacientes en un mes. El 2 de junio, cinco personas más con Ebola fueron admitidos. El 3 de junio, dos más llegaron. Los casos no provenían sólo de Conakry. También venían de lugares más de cien millas de la capital: Telimele, Boffa - por todas partes. Abajo, en la Región Forestal, entre el 29 de mayo y 1 de junio se registraron 15 nuevos casos de Ébola. De la nada, la curva que habia llegado a su límite más bajo, comenzó a resurgir, y esta vez con una escalada imparable.

Hasta 2014, el más mortífero brote de Ébola en el expediente había matado a 280 personas. Al escribir estas líneas, 2.296 personas han muerto por el Ébola durante el brote de África Occidental actual, de 4.293 casos confirmados. El brote se ha extendido desde Guínea a Sierra León, Liberia y Nigeria. A principios de agosto, la Organización Mundial de la Salud convocó a una reunión de emergencia y declaró una "emergencia de salud pública de importancia mundial".

En Meliandoú, donde comenzó la epidemia, los ancianos del pueblo dicen que han perdido a 40 personas a la enfermedad. Los cazadores han dejado de cazar. El pueblo se ha aislado y condenado al ostracismo. Los taxis tienen miedo de entrar a la aldea y pueblos vecinos se niegan a negociar. En estos días, la gente de Meliandoú les preocupa menos el Ébola. Ahora ellos se preocupan más por el hambre.