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Las autoridades de Nueva York han procesado esta semana a cuatro individuos acusados de un delito particularmente nefando: robar partes procedentes de más de mil cadáveres para revenderlas con destino a legítimos trasplantes médicos. Entre las víctimas de esta trama se encuentra el cuerpo del insigne corresponsal británico de la BBC, Alistair Cooke, que al fallecer hace dos años en Manhattan se sumó en estado post mortem a la lista de muertos «desguazados» por esta banda de desalmados que operaban bajo la cobertura de la compañía BioMedical Tissue Services.
La lista de procesados anunciada el jueves por la fiscalía del distrito de Brooklyn está encabezada por el dentista Michael Mastromarino, «reconvertido» al negocio de cosechar piezas humanas tras perder por negligencia su licencia profesional. Además de dos empleados «cortadores», Lee Crucetta y Christopher Aldorasi, y el embalsamador, Joseph Nicelli. El grupo, conectado con varias funerarias, accedía a su materia prima a cambio de una comisión que las autoridades cifraron en mil dólares (841 euros) por cadáver.
El Ministerio Público considera que esta empresa criminal, completada con toda clase de permisos falsificados, ha logrado amasar varios millones de dólares vendiendo estas partes humanas a clientes médicos por todo Estados Unidos, Canadá y Europa desconocedores de la truculenta procedencia de este suministro de rodillas, huesos de toda clase, piel, tendones, implantes dentales y válvulas cardiacas. En el caso de los restos Alistair Cooke, que murió a los 95 años de un cáncer de pulmón extendido por todo su cuerpo, su documentación fue falsificada para indicar que los huesos extraídos de sus piernas procedían de un hombre saludable de 85 años que había muerto de un repentino infarto.
Los fiscales también han detallado, con ayuda de espeluznantes radiografías, que esta banda de «robamuertos» ocultaba guantes, delantales y otros utensilios en las entrañas de los cadáveres que saqueaban para recrear el volumen de su apariencia durante velatorios de cuerpo presente. Para evitar suspicacias, además reemplazaban huesos por trozos de cañerías de PVC. Piezas que unían chapuceramente con tornillos a caderas y tobillos, antes de coser sus incisiones. Sin embargo, el descubrimiento a finales de 2004 de una secreta sala de operaciones en una funeraria de Brooklyn habría servido para destapar todo este escándalo de indescriptible avaricia.