El de la memoria es Abel Chaneton, y una agrupación defensora de los derechos de los presos en las cárceles que se llama Zainuco. El del olvido es, fundamentalmente, el Movimiento Popular Neuquino, empeñado en sostener un empate histórico entre Chaneton, el periodista que denunció el fusilamiento, en el paraje Zainuco, de ocho presos evadidos de la cárcel de Neuquén, y el comisario Adalberto Staub, que dio la orden de matar. Lo que sigue se basa, principalmente, en la rigurosa investigación de Juan Carlos Chaneton.
Cuando finalizaba agosto del año pasado, el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag, habló en un acto destinado a recordar el 51 aniversario de la creación de la Escuela de Cadetes de la Policía provincial. Lo hizo para contestar a una nota de este diario dedicada al comportamiento policial, con algunos ejemplos de abusos cometidos en esos meses por agentes del orden.
"Río Negro" informó sobre el acto el día siguiente y dijo que el mandatario "destacó la calidad de formación de la policía en la escuela" y que "no podemos generalizar y meter en la misma bolsa a 8.000 personas, entre 6.200 efectivos y 1.800 retirados", cuando en la nota objetada sólo se mencionan tres casos de conducta policial "que no fueron correctos". Es verdad: desde que comenzó la "Conquista del Desierto", con el hacendado Rosas y su ejército, los Colorados del Monte, como precursor de Roca, hubo muchos crímenes más para meter en la bolsa.
Si hoy se sabe que ocho de aquellos presos evadidos de la cárcel de Neuquén en 1916 fueron fusilados por la policía en el paraje Zainuco, al sur de Zapala, el 31 de mayo de ese mismo año, y que la orden partió del comisario Adalberto Staub, cuyo nombre ostenta la Escuela de Policía desde el 2 de septiembre de 1963, fue porque entonces existía el diario "Neuquén", que dirigía el periodista Abel Chaneton. Quien eligió ese nombre, el de Staub, para la escuela, mediante el decreto 1282, fue el entonces interventor militar en la provincia, el comodoro Francisco Olano.
En los considerandos del decreto, Olano dijo que "se ha hecho tradición en la institución el indiscutido prestigio del comisario inspector Staub, por sus cualidades morales, su extraordinaria capacidad y sagacidad profesional, su denodado afán de realizaciones y por muchas otras cualidades personales que brindan innumerables elementos para el estudio biográfico". O bien al funcionario no le pareció necesario dar detalles de las cualidades morales de Staub, o bien era un convencido de que fusilar presos inermes no es una conducta reñida con la moral.
Desde ese mismo año 1963 se iniciaron poco después los gobiernos del MPN, que continúan hoy. Cambiaron muchas cosas en ese medio siglo, pero la escuela –aunque los cadetes tengan ahora en sus programas la materia derechos humanos– se sigue llamado Staub.
Según Staub, fue un combate.
La versión oficial sobre lo acontecido salió de la mano de Staub: "…intimé rendición a los evadidos, los que contestaron con insultos y descargas de mausers y revólver. Ante tal actitud inicié un tiroteo, el que hice cesar por repetidas veces, intimando siempre rendición y alzando bandera blanca, lo que fue contestado siempre con fuego persistente por parte de los sitiados…".
Dice Staub que, finalmente, los evadidos se entregaron a las doce de la noche del 29 de mayo. Para el regreso fueron divididos en dos secciones. Pero, cuando ya había partido el primer grupo, los presos del segundo contingente –sigue Staub– "aprovecharon un momento quizás de descuido para apoderarse de dos de los fusiles Mauser que se les secuestraran y que se hallaban en el suelo, habiendo también allí munición, y disparando hacia las bardas hicieron fuego contra los custodios, ante lo cual éstos y el comisario Blanco se vieron obligados a la vez a hacer fuego sobre el grupo, resultando de hecho todos los presos muertos a consecuencia de las heridas de bala recibidas", en la cabeza. Los policías ni siquiera un roce en una oreja.
El gobernador Eduardo Elordi, inmortalizado en la capital neuquina con el nombre de una calle céntrica, se distinguió por su contribución al encubrimiento del crimen. El juez Enrique Zinny caratuló la causa imputando a los presos con el delito de sedición, otra valiosa contribución al encubrimiento, insuficiente, no obstante, para que siquiera alguna calle de los arrabales lleve su nombre.
Final.
El 18 de enero de 1917, hace en estos días casi un siglo, el sargento de policía Luna disparó a quemarropa sobre Chaneton y lo mató. Desde entonces el periodista y el comisario fueron "honrados" por el Estado, pero sin que la palabra "Zainuco" ensucie el homenaje. Así es como se pretende que la verdad siga oculta, mientras la figura ejemplar del comisario Staub continúa siendo inspiración y guía para los cadetes que egresan de la Escuela de Policía.
Jorge Gadano [email protected]
Cuando finalizaba agosto del año pasado, el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag, habló en un acto destinado a recordar el 51 aniversario de la creación de la Escuela de Cadetes de la Policía provincial. Lo hizo para contestar a una nota de este diario dedicada al comportamiento policial, con algunos ejemplos de abusos cometidos en esos meses por agentes del orden.
"Río Negro" informó sobre el acto el día siguiente y dijo que el mandatario "destacó la calidad de formación de la policía en la escuela" y que "no podemos generalizar y meter en la misma bolsa a 8.000 personas, entre 6.200 efectivos y 1.800 retirados", cuando en la nota objetada sólo se mencionan tres casos de conducta policial "que no fueron correctos". Es verdad: desde que comenzó la "Conquista del Desierto", con el hacendado Rosas y su ejército, los Colorados del Monte, como precursor de Roca, hubo muchos crímenes más para meter en la bolsa.
Si hoy se sabe que ocho de aquellos presos evadidos de la cárcel de Neuquén en 1916 fueron fusilados por la policía en el paraje Zainuco, al sur de Zapala, el 31 de mayo de ese mismo año, y que la orden partió del comisario Adalberto Staub, cuyo nombre ostenta la Escuela de Policía desde el 2 de septiembre de 1963, fue porque entonces existía el diario "Neuquén", que dirigía el periodista Abel Chaneton. Quien eligió ese nombre, el de Staub, para la escuela, mediante el decreto 1282, fue el entonces interventor militar en la provincia, el comodoro Francisco Olano.
En los considerandos del decreto, Olano dijo que "se ha hecho tradición en la institución el indiscutido prestigio del comisario inspector Staub, por sus cualidades morales, su extraordinaria capacidad y sagacidad profesional, su denodado afán de realizaciones y por muchas otras cualidades personales que brindan innumerables elementos para el estudio biográfico". O bien al funcionario no le pareció necesario dar detalles de las cualidades morales de Staub, o bien era un convencido de que fusilar presos inermes no es una conducta reñida con la moral.
Desde ese mismo año 1963 se iniciaron poco después los gobiernos del MPN, que continúan hoy. Cambiaron muchas cosas en ese medio siglo, pero la escuela –aunque los cadetes tengan ahora en sus programas la materia derechos humanos– se sigue llamado Staub.
Según Staub, fue un combate.
La versión oficial sobre lo acontecido salió de la mano de Staub: "…intimé rendición a los evadidos, los que contestaron con insultos y descargas de mausers y revólver. Ante tal actitud inicié un tiroteo, el que hice cesar por repetidas veces, intimando siempre rendición y alzando bandera blanca, lo que fue contestado siempre con fuego persistente por parte de los sitiados…".
Dice Staub que, finalmente, los evadidos se entregaron a las doce de la noche del 29 de mayo. Para el regreso fueron divididos en dos secciones. Pero, cuando ya había partido el primer grupo, los presos del segundo contingente –sigue Staub– "aprovecharon un momento quizás de descuido para apoderarse de dos de los fusiles Mauser que se les secuestraran y que se hallaban en el suelo, habiendo también allí munición, y disparando hacia las bardas hicieron fuego contra los custodios, ante lo cual éstos y el comisario Blanco se vieron obligados a la vez a hacer fuego sobre el grupo, resultando de hecho todos los presos muertos a consecuencia de las heridas de bala recibidas", en la cabeza. Los policías ni siquiera un roce en una oreja.
El gobernador Eduardo Elordi, inmortalizado en la capital neuquina con el nombre de una calle céntrica, se distinguió por su contribución al encubrimiento del crimen. El juez Enrique Zinny caratuló la causa imputando a los presos con el delito de sedición, otra valiosa contribución al encubrimiento, insuficiente, no obstante, para que siquiera alguna calle de los arrabales lleve su nombre.
Final.
El 18 de enero de 1917, hace en estos días casi un siglo, el sargento de policía Luna disparó a quemarropa sobre Chaneton y lo mató. Desde entonces el periodista y el comisario fueron "honrados" por el Estado, pero sin que la palabra "Zainuco" ensucie el homenaje. Así es como se pretende que la verdad siga oculta, mientras la figura ejemplar del comisario Staub continúa siendo inspiración y guía para los cadetes que egresan de la Escuela de Policía.
Jorge Gadano [email protected]