"Se ve que el santo nos quiere sólo a medias. Tenemos que convertirnos más", dijo el Pontífice, quitando importancia a su persona.
La sangre de San Genaro, el milagro que anualmente se repite en la fiesta del santo patrono de la ciudad de Nápoles, volvió a licuarse el sábado pasado en forma extraordinaria ante la presencia del papa Francisco.
El curioso prodigio de la licuefacción de la sangre, que tiene lugar sólo en tres fechas fijas cada año, se produjo cuando el Papa impartió la bendición con la reliquia del obispo martirizado en el año 305 y venerado por los napolitanos como muy pocos santos en todo el planeta.
Cuando recibió el Papa la sangre estaba sólida, en un lado de la ampolla de vidrio. Al devolver el relicario al cardinal Crescenzio Sepe, el arzobispo de Nápoles lo miró y dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.
El fenómeno suele requerir varios minutos antes de que la masa rojiza reseca adherida a un lado de la ampolla se convierta en sangre completamente líquida que cubre todo el vidrio. Francisco quitó importancia a su persona replicando inmediatamente: "Se ve que el santo nos quiere sólo a medias. Tenemos que convertirnos más".
El curioso fenómeno - que se percibe al girar la reliquia y observar las manchas en el cristal- se produce sólo tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta de San Jenaro, y el 16 de diciembre.
Fuera de esas fechas, el fenómeno no tiene lugar por mucho que se haga girar el relicario. Sucedió solo una vez, en 1848, cuando el Papa Pío IX, forzado a huir de Roma por una revuelta popular, se refugió en Nápoles y fue a la catedral a venerar las reliquias del santo patrón de la ciudad. Desde entonces, en más de siglo y medio, no había vuelto a ocurrir.

La sangre de San Genaro, el milagro que anualmente se repite en la fiesta del santo patrono de la ciudad de Nápoles, volvió a licuarse el sábado pasado en forma extraordinaria ante la presencia del papa Francisco.
El curioso prodigio de la licuefacción de la sangre, que tiene lugar sólo en tres fechas fijas cada año, se produjo cuando el Papa impartió la bendición con la reliquia del obispo martirizado en el año 305 y venerado por los napolitanos como muy pocos santos en todo el planeta.
Cuando recibió el Papa la sangre estaba sólida, en un lado de la ampolla de vidrio. Al devolver el relicario al cardinal Crescenzio Sepe, el arzobispo de Nápoles lo miró y dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.
El fenómeno suele requerir varios minutos antes de que la masa rojiza reseca adherida a un lado de la ampolla se convierta en sangre completamente líquida que cubre todo el vidrio. Francisco quitó importancia a su persona replicando inmediatamente: "Se ve que el santo nos quiere sólo a medias. Tenemos que convertirnos más".
El curioso fenómeno - que se percibe al girar la reliquia y observar las manchas en el cristal- se produce sólo tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta de San Jenaro, y el 16 de diciembre.
Fuera de esas fechas, el fenómeno no tiene lugar por mucho que se haga girar el relicario. Sucedió solo una vez, en 1848, cuando el Papa Pío IX, forzado a huir de Roma por una revuelta popular, se refugió en Nápoles y fue a la catedral a venerar las reliquias del santo patrón de la ciudad. Desde entonces, en más de siglo y medio, no había vuelto a ocurrir.