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UCRANIA.- El día antes del vuelo, Samira Calehr abrazó a su hijo de 11 años, que desde hacía unos días estaba muy inquieto y no había cesado de hacerle preguntas sobre la muerte, el alma y dios.





A la mañana siguiente lo llevó junto a su hermano mayor, Shaka, al aeropuerto de Ámsterdam para que tomaran el vuelo MH17 de Malaysia Airlines, la primera etapa de su viaje a Bali para visitar a su abuela.

La noche previa al viaje, Miguel se negaba a dejar de abrazar a su madre. Al día siguiente, Samira Calehr y su amiga Aan llevaron a sus hijos al tren para ir al aeropuerto. Durante el camino bromeaban y se reían. Shaka, de 19 años, acababa de terminar el primer curso de ingeniería textil y prometió tener cuidado de Miguel.

Su otro hermano, Mika, no pudo conseguir un asiento en el vuelo MH17 y tenía que volar a Bali al día siguiente.

Los niños se despidieron de su madre y se encaminaron a la zona de control de pasaportes, pero Miguel volvió y abrazó a su madre. "Mamá, te voy a extrañar", dijo. "¿Qué pasaría si el avión se estrellara?".

"¿Por qué habrá dicho eso?", se preguntó ella. "No digas esas cosas", le respondió abrazándolo. "Todo irá bien". Shaka trató de tranquilizar a ambos. "Yo cuidaré de él", le dijo a su madre.

Pero dos horas después del despegue del avión Calehr recibió una llamada de Aan: "¿Dónde estás? ¡El avión se ha estrellado!". Calehr tuvo fuerzas para regresar a casa, pero una vez ahí se desmayó. Toda su vida, sus sueños y los de sus hijos se desmoronaron en solo unos segundos.