“Hay una clase media vendepatria”
En cartelera con la película Showroom, el actor sostiene que el Incaa ha mejorado en la actual administración. Adelanta cómo será la versión teatral de La chica del adiós.
Peretti dejó la psiquiatría en 1996 tras el salto a la fama por Poliladron. “No me tiré a la pileta. El Chueco Suar me dio proyección laboral con RRDT y Culpables. Después llegaron el teatro comercial y el cine”, recuerda el actor que colgó el ambo de médico a los 32 años y que en Showroom, recién estrenado, interpreta a un hombre sumiso que es explotado por un tío adinerado cuando se queda sin trabajo y que intenta aparentar un estilo de vida de buen pasar que no es tal. “El personaje se concentra simbólicamente en un lugar en la clase media que está obsesionada por no caer en la indigencia, de esa que está perdida, que no tiene identidad”.
—¿La película es un reflejo de la clase media?
—No toda. Pero hay una clase media vendepatria, que no tiene ideología, que no tiene opinión, y la que tiene es fácilmente maleable. La clase media muy sugestionable y que enseguida se desespera porque no puede comprar lo que antes sí podía.
—¿Te pasó de quedarte sin laburo?
—No, y no solamente de actor.
—¿Te sentís afortunado?
—Sí, muy afortunado, y respeto la fuente laboral. No soy una persona que me maltrato en el trabajo, quiero lo que hago, y lo mismo me pasaba con la medicina. En el gremio actoral está muy presente la ausencia de trabajo, no es fácil, y genera reacciones en las que hay que tener sabiduría y buena madera para sortearlas con dignidad, si no el actor que no entiende por qué no lo llaman empieza gestar una personalidad resentida.
—Hay actores que son jurados de realities como “Bailando por un sueño”, conductores, entrevistadores, ¿qué pasa con el oficio del actor?
—Tendrías que preguntarle a esa gente. Yo cambié de médico a actor pero dejé de ser médico y me puse a actuar. No me siento tentado de ser jurado de algo, porque me gusta actuar. Pero suponete que hace cuatro años que no me llaman para actuar y sólo me insisten para ser jurado, y... ¡va a llegar un momento que voy a decir que sí! Los actores a los que admiro se mantuvieron actores: Alcón, Solá, Alterio... y unos pocos se metieron en política como Luis (Brandoni), pero después han vuelto. A Luppi nunca lo vi como jurado de un reality.
—¿Qué balance hacés de la gestión del Incaa?
—Se dice que antes las subvenciones se daban a dedo, y los criterios no se sabían. Sé que ahora se dice que está más democratizado. Por lo tanto, si me baso en eso, ha mejorado. Estoy de acuerdo en que se le tiene que dar un apoyo al cine y que no tenga que ver con la cantidad de gente que va a las salas.
—¿Qué opinión tenés de la industria del cine argentino?
—No termina de asentarse. Mi experiencia es que si una película argentina es buena, con buen gusto y criterio cinematográfico, funciona.
—¿Qué le falta, entonces?
—Guión, poder de atracción, de hipnotizar al espectador. Acá en general el director es el autor de la película, es decir que se hace mucho cine de autor. En cambio en una industria buena presentan guiones y el estudio se lo da a un director.
En cartelera con la película Showroom, el actor sostiene que el Incaa ha mejorado en la actual administración. Adelanta cómo será la versión teatral de La chica del adiós.

Peretti dejó la psiquiatría en 1996 tras el salto a la fama por Poliladron. “No me tiré a la pileta. El Chueco Suar me dio proyección laboral con RRDT y Culpables. Después llegaron el teatro comercial y el cine”, recuerda el actor que colgó el ambo de médico a los 32 años y que en Showroom, recién estrenado, interpreta a un hombre sumiso que es explotado por un tío adinerado cuando se queda sin trabajo y que intenta aparentar un estilo de vida de buen pasar que no es tal. “El personaje se concentra simbólicamente en un lugar en la clase media que está obsesionada por no caer en la indigencia, de esa que está perdida, que no tiene identidad”.
—¿La película es un reflejo de la clase media?
—No toda. Pero hay una clase media vendepatria, que no tiene ideología, que no tiene opinión, y la que tiene es fácilmente maleable. La clase media muy sugestionable y que enseguida se desespera porque no puede comprar lo que antes sí podía.
—¿Te pasó de quedarte sin laburo?
—No, y no solamente de actor.
—¿Te sentís afortunado?
—Sí, muy afortunado, y respeto la fuente laboral. No soy una persona que me maltrato en el trabajo, quiero lo que hago, y lo mismo me pasaba con la medicina. En el gremio actoral está muy presente la ausencia de trabajo, no es fácil, y genera reacciones en las que hay que tener sabiduría y buena madera para sortearlas con dignidad, si no el actor que no entiende por qué no lo llaman empieza gestar una personalidad resentida.
—Hay actores que son jurados de realities como “Bailando por un sueño”, conductores, entrevistadores, ¿qué pasa con el oficio del actor?
—Tendrías que preguntarle a esa gente. Yo cambié de médico a actor pero dejé de ser médico y me puse a actuar. No me siento tentado de ser jurado de algo, porque me gusta actuar. Pero suponete que hace cuatro años que no me llaman para actuar y sólo me insisten para ser jurado, y... ¡va a llegar un momento que voy a decir que sí! Los actores a los que admiro se mantuvieron actores: Alcón, Solá, Alterio... y unos pocos se metieron en política como Luis (Brandoni), pero después han vuelto. A Luppi nunca lo vi como jurado de un reality.
—¿Qué balance hacés de la gestión del Incaa?
—Se dice que antes las subvenciones se daban a dedo, y los criterios no se sabían. Sé que ahora se dice que está más democratizado. Por lo tanto, si me baso en eso, ha mejorado. Estoy de acuerdo en que se le tiene que dar un apoyo al cine y que no tenga que ver con la cantidad de gente que va a las salas.
—¿Qué opinión tenés de la industria del cine argentino?
—No termina de asentarse. Mi experiencia es que si una película argentina es buena, con buen gusto y criterio cinematográfico, funciona.
—¿Qué le falta, entonces?
—Guión, poder de atracción, de hipnotizar al espectador. Acá en general el director es el autor de la película, es decir que se hace mucho cine de autor. En cambio en una industria buena presentan guiones y el estudio se lo da a un director.