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Ante el declive electoral del populismo bolivariano, Ortega emula a Maduro en la estrategia que les queda: huir hacia delante

 El «giro» en Nicaragua complica una acción de la OEA contra Venezuela: ¿quién va a suspender a dos países?


 Quitar los escaños a la oposición y nombrar a su esposa para la vicepresidencia: ansias de dinastía, como los Somoza
 
  Daniel Ortega había escogido un «perfil bajo» dentro del bolivarianismo, mediante un acomodo con los empresarios y con Estados Unidos, lejos de la estridencia de Hugo Chávez. ¿Qué ha ocurrido para que de pronto el presidente nicaragüense haya decidido ir a la confrontación? 
En cuestión de dos meses, decisiones del Consejo Supremo Electoral y de la Corte Suprema de Justicia, órganos controlados por Ortega, han descabezado al opositor Partido Liberal Independiente (LPI), quitado los escaños a todos sus diputados y dejado a esa formación sin posibilidad de presentarse a las elecciones de noviembre, a las que Ortega opta a la reelección en régimen casi de partido único. Además, Ortega ha designado a su esposa, Rosario Murillo, para la vicepresidencia. La prensa extranjera ha hablado de «golpe».
Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, en el 37 aniversario de la revolución sandinista / REUTERS
 
MOMENTO PROPICIO. La estrategia que le queda al populismo de izquierda ante el declive electoral ya visto en varios países latinoamericanos es una huida hacia delante, en un salto hacia formas más propias de la dictadura, como ocurre en Venezuela. Nicaragua está en mejor posición económica para evitar una reacción social (FUNIDES prevé un crecimiento de casi el 4,7 por ciento del PIB en 2016), pero tanto Maduro como Ortega, en cualquier caso, tienen especial suerte: cuando deben dar ese salto, siempre arriesgado, los astros se están alineando en el firmamento internacional. Las sacudidas de Rusia y Turquía al estado de derecho han devaluado la democracia, que deja de ser un estándar al que debe aspirarse, al menos oficialmente. Entramos en una era convulsa, en la que actitudes como las de Moscú, Ankara, Caracas o Managua empiezan a verse como normales.


LA OEA NO PODRÁ CON DOS. Intencionadamente o no, el giro autoritario de Ortega viene en ayuda de Maduro ante la Organización de Estados Americanos (OEA). ¿Va su secretario general, Luis Almagro, a impulsar la suspensión también de Nicaragua? Porque en cierta forma también podría aplicársele a ese país el argumento de ruptura del orden constitucional usado contra Venezuela. El no querer parecer arbitrario al ir solo contra uno de ellos, o tan duro como para apoyar la suspensión de los dos, probablemente paralice la decisión de muchos de los miembros.


SUCESIÓN DINÁSTICA . Todo lo anterior probablemente ha contado en los planes de Ortega para acelerar el paso. Pero para el sociólogo y analista político nicaragüense Oscar René Vargas, la clave está en la debilitada salud del presidente, de 71 años. Si tras revalidar la presidencia en las elecciones de noviembre Ortega faltara, le sucedería directamente su esposa, de quien de otra forma, aunque ya cuenta con un enorme poder, habría tenido más difícil una coronación en el interior del partido. El castigo electoral que puede tener la imagen de nepotismo del ticket Ortega-Murillo se contrarrestaría con el boicot de la autoridad electoral al opositor LPI.


COMO LOS SOMOZA. Para algunos camaradas sandinistas, los Ortega están siguiendo los pasos de los Somoza, que fueron dictadores de Nicaragua por más de 40 años. Según declaró la antigua guerrillera Mónica Baltodano a La Prensa, esta primera etapa de Ortega podría compararse con el primer Somoza (García), quien «instaló un régimen inicialmente populista que contó con el apoyo de las masas. Que logró mantener el respaldo del capital nacional y, a través de pactos, mantener bajo control a la posición, dando imagen de democracia». Ahora, Ortega se encaminaría hacia el régimen más autoritario del segundo y tercer Somoza (Debayle), al que los sandinistas derrocaron en 1979. El enriquecimiento de la dinastía de los Ortega, además, sigue a la de aquellos oligarcas, con varios de los siete hijos del matrimonio presidencial al frente de lucrativos negocios.


IRREGULARIDADES PREVIAS. Ortega volvió a la presidencia de Nicaragua en 2007, luego de la época revolucionaria de la década de 1980, gracias a un cambio electoral. La barrera del 50 por ciento de los votos exigidos para ser elegido presidente fue bajada al 35 por ciento, en un pacto previo con quienes desde la derecha, debido a su división, tampoco preveían alcanzar el umbral anteriormente requerido. A partir de ahí, Ortega comenzó a controlar el Consejo Supremo Electoral y la Corte Suprema de Justicia. Esta dictó en 2011 que la prohibición de reelección que establecía la Constitución era simplemente inaplicable a Ortega. Ganadas las elecciones de ese año, con denuncias de fraude, Ortega utilizó su mayoría parlamentaria para cambiar la Constitución y permitir la reelección indefinida.