Ozon, “mejor gay que travesti”
El título del artículo es la película que uno cree que va a ver cuando lee la sinopsis del nuevo proyecto del galardonado director francés. Pero, en realidad, no hay nada de eso en los 107 minutos de “Une nouvelle amie”. Si Ozon se ganó el título del Almodóvar francés no solo fue por su impecable sentido de la puesta en escena, sino porque se ha empeñado en cuestionar las convencionalidades de la identidad sexual. Cierto es que, casi siempre, con bastante tendencia a lo vacuo.
Ese es, precisamente, el mayor pecado capital de esta película. Si Ozon quería abordar el tema del travestimo, que no la transexualidad, podría haber elegido a cientos de arquetipos, pero cuando se fija en un burgués francés para ejemplificarlo, todo lo demás carece de sentido. Parece querernos hacer ver que su repentina necesidad por pintarse los labios y dejarse abrazar por las medias es fruto del duelo de haber perdido inesperadamente a su mujer, pero no es así. Tanto al personaje como al propio guionista le interesa apenas lo epidérmico. Está fascinado por el envoltorio de lo femenino, que no por las mujeres, ni mucho menos por la necesidad de un hombre por convertirse en Virginia.
Todo lo anterior no resta ni un poco el mérito de Romain Duris, el personaje principal, cuya interpretación está muy por encima de la escasa profundidad del personaje delineado por el director.
Si ya son escasas las veces que un tema como este llega a la pantalla, no debería alguien como Ozon permitirse el lujo de desaprovechar la oportunidad. Esta película emparenta, en cuanto a su superficialidad, con su perspectiva de la prostitución en el anterior film, “Joven y bonita” y, en general, con algunos de los tropiezos de su cinematografía. Ojalá que la potentísima “En la casa”, triunfadora en San Sebastián, no se quede en excepción.
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