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(Lima, Agencia AEfePé). Un padre de familia quedó conmocionado, al descubrir que el tatuaje que había dedicado con tanto amor a sus hijos recién nacidos tenía un mensaje totalmente diferente al que quería. El año 2008, Fortunato Argamonte, joven padre de 25 años, había recibido con mucha alegría el nacimiento de sus mellizos, por lo que fue a una casa de tatuajes en el Jirón de la Unión para dejar sus nombres sellados en su brazo izquierdo para siempre.



“Yo quería algo así, que se vea original y así chino, chévere pes. Así que le pedí al tatuador que me pusiera la frase: “Mis dos amores: Jefferson y Kimberly” en chino, y pensé que así había sido. Me puso la frase: 我有痔瘡, y no pensé que iba a ser otra cosa” –cuenta el joven padre, aún sorprendido- “Siempre que iba a chifas, los dueños me miraban el brazo y se cagaban de risa. Otro día estaba caminando por la Calle Capón, y los chinos salían a las puertas de sus negocios, me señalaban y se reían entre ellos. No sé qué pasaba, algo se traían conmigo los chinos. No siempre era así, porque a veces pasaban otros chinos que me veían y no decían nada. Me pareció raro y luego me dijeron que eran turistas coreanos, ya no entendía cómo era la huevada”.

Tras esas extrañas experiencias, Argamonte empezó a desarrollar un miedo inconsciente hacia cualquier persona que pudiera parecer oriental, evitando lugares como restaurantes chinos, tiendas, bares, parques, u otro donde pudiera encontrar población con cualquier tipo de rasgo asiático.

Sí, y así fue por seis años. Hasta que un día caminando por la calle se me acerca un chino con cara de muy serio, y me da una tarjeta. Decía que era proctólogo, y que vaya a verlo mañana. Yo estaba avergonzado, ya que mi culo siempre había estado en buen estado. Al contrario, me felicitó por sobrellevar mi problema de manera tan fresca y no acomplejarme por ello. No entendía nada hasta que me dijo que las hemorroides se trataban de manera sencilla, y que afortunadamente las letras escritas en mi brazo eran lo suficientemente grandes como para distinguirse a dos cuadras. Ahí recién me di cuenta”–nos narra Argamonte entre lágrimas, quien ya inició acciones legales contra el inescrupuloso negocio.

Tras hacerse público este caso hace un par de días, la casa de tatuajes mencionada ha venido recibido 586 denuncias de diversas personas de toda la ciudad que ignoraban que la frase que llevaban inscrita en algún lugar del cuerpo no se correspondía con el real estado de sus cavidades. Sorprendió la audaz respuesta legal del demandado, cuyo abogado defensor pidió a los demandantes realizarse un examen de tacto rectal para probar la veracidad de las denuncias. Gracias a ello, el número de las mismas se redujo a 230.