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El debate se disparó a partir de un estudio de la Universidad Católica sobre la situación de la infancia en la Argentina. Dura reacción del Gobierno



La carencia de estadísticas oficiales confiables volvió a provocar ayer una fuerte polémica luego de que un estudio realizado por la Universidad Católica determinara que la pobreza estructural en el ámbito de la infancia bajó en los últimos cuatro años, aunque al mismo tiempo se registró un incremento de la cantidad de niños y adolescentes afectados por esta grave situación debido a la persistencia del proceso inflacionario, al que se suma la caída del nivel de actividad económica. Por más contradictoria que parezca, esa conclusión surgió de un relevamiento denominado “Barómetro de la deuda social con la infancia”, presentado ayer por la UCA en su sede de Puerto Madero. El trabajo determinó que los niveles de pobreza que afectan a niños y adolescentes de entre 0 y 17 años cayeron 3,2% desde 2010, pero también alertó que subieron un 3% si la medición se enfoca en cuantificar los ingresos de las familias en lugar del índice de las “Necesidades Básicas Insatisfechas”.



Así, la discusión quedó centrada en si las estadísticas son “cuantitativas” o “cualitativas”. El ministro de Economía, Axel Kicillof, calificó de “insostenible” que se afirme que aumentó la pobreza en la Argentina, aunque para argumentar sólo manifestó sus reparos a las mediciones por ingresos, porque a su criterio son “estacionales” y están vinculadas a la metodología utilizada en “los años ´90”, cuando estaba en auge una etapa que el kirchnerismo considera “neoliberal”. El hombre fuerte del Gobierno reaccionó de esa manera luego de conocerse que el 42,6% de los niños y adolescentes que vive en el Conurbano bonaerense se encuentra en situación de pobreza, sobre un promedio del 38,8% a nivel nacional. La medición, realizada por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, se nutrió del nivel de ingresos de las familias, que viene sufriendo un franco deterioro por la caída del poder adquisitivo que provoca la persistencia de la inflación. Aunque en el mismo estudio -cuya directora fue la socióloga Ianina Tuñón- se indicó que si se mide por condiciones de vida y vivienda (NBI), un 24,4% de los niños son pobres, un 3,2% menos que en 2010, el año del Bicentenario. El trabajo puso la lupa sobre unos 5.700 hogares de 19 áreas urbanas de todo el país, en las que comparó -en el plano cuantitativo- los ingresos de las familias en 2013 con una canasta de bienes y servicio estimada en 4.142 pesos para dos adultos y dos niños. Según pudo constatar EL DIA durante la presentación del estudio, los expertos no descartaron la posibilidad de que los niveles de pobreza -tanto en la infancia como en general- se sigan incrementando mientras las autoridades no logren ponerle un freno a la inflación. De todos modos, Tuñón admitió que “existe todo un debate en torno a la metodología para medir un fenómeno de características sociales” y estimó que “la pobreza bajó sustancialmente en la última década”.



POBREZA ESTRUCTURAL Por eso de acuerdo al relevamiento de la UCA, los factores que establecen la denominada “pobreza estructural” disminuyeron en los últimos años, en los que se registraron avances en las condiciones de vida y de vivienda. Por caso, en el acceso a la salud el 18,1% de los niños y adolescentes urbanos no cuentan con una obra social, mutual o medicina prepaga, cuando este índice era del 26% en enero de 2010. Y el “saneamiento” -agua corriente, cloacas- mejoró un 3,1% desde esa fecha. Pero está claro que el aumento de los precios atenta contra el mejoramiento de los índices que reflejan las mejoras estructurales. Y de algún modo dilapidan los recursos que el Estado invierte para revertir el flagelo de la pobreza. Un ejemplo es la Asignación Universal por Hijo (AUH), que de acuerdo al estudio de la UCA es recibido por el 35% de los niños y adolescentes y acrecienta sus posibilidades de inserción social, aunque el subsidio queda retrasado respecto de la inflación. En la otra punta del espectro se encuentra un 23,5% de niños que no cuentan con ningún tipo de protección social, mientras que un 17,5% reside en viviendas precarias y el 19% en condiciones de hacinamiento. A su vez, el 44% debe afrontar cotidianamente algún problema de saneamiento (-3,1% desde 2010), mientras que un 31,1% se desenvuelve en un hábitat en el que están expuestos a plagas, basurales (23,9%), quemas (22,9%) y fábricas urbanas que arrojan tóxicos (13,7%). HAMBRE COTIDIANO El trabajo de la UCA -que depende de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica- también determinó que el 10% de los niños y adolescentes menores a 18 años sufran hambre en forma cotidiana. Entre otros datos a ser tenidos en cuenta, el estudio reflejó además que el 54% de esta franja poblacional no dedica tiempo a actividades deportivas o socializantes, en buena medida por un “sentimiento de inseguridad en el barrio” o la “carencia de espacios verdes” cercanos. En cuanto a la tecnología, determinó que hubo progresos sobre la presencia de las computadoras en los hogares (+15%), en el acceso a internet (+18%) y a la telefonía celular (+10,7%). En el plano educativo, llamó la atención sobre la marcha lenta del avance de la “jornada extendida” (sólo +1,5% entre 2010 y 2013). Y precisó que el “trabajo infantil” se ubica en el 20%. Aún con la polémica a cuestas, el relevamiento ofreció una amplia radiografía sobre la situación de la infancia en el país.





2000 - Villa 31 de Retiro




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2000 - Villa en Ingeniero Budge



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