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Por qué Scioli proscribió a Samid en su quincho de La Ñata








A instancias de Karina Rabolini en su doble rol de primera dama y presidenta de la Fundación Banco Provincia de Buenos Aires, el portón de La Ñata se abrió para un grupo de funcionarios y periodistas.

La noche del miércoles 4, junto a la vicepresidenta de la Fundación, Soledad Peralta, la esposa de Daniel Scioli recibió a los invitados con empanadas, picada y pizza hecha en un gran horno de barro, mientras su marido trabajaba con colaboradores en el quincho.

Un rato después, el precandidato presidencial se sumaba, con chomba naranja y chaleco, al fogón frente al río Luján que aún a esa hora era surcado por algunas lanchas.

De inusual buen humor y con tiempo para la charla, Scioli hizo varios chistes y se animó al off the record. Con cariño, varias de las humoradas se las dedicó a su mujer: "¿Vieron el cartel, ‘cuidado con Karina’?", advertía en referencia al que hizo poner apenas se ingresa a La Ñata, el lugar que una sola vez pisó Néstor Kirchner y que, recordó, calificó como un "pajonal".

Con los años, el pajonal fue remodelado. La casa queda oculta de ojos indiscretos detrás de árboles, palmeras y otras plantas, no así el quincho que es un galpón enorme en el que hay varios juegos de sillones conformando livings paralelos y con varias mesas: dos rectangulares para más de una docena de personas y una redonda a la que cenó el gobernador después de picar algo con Rabolini y sus invitados.

En principio el evento era para mujeres, a días del Día Internacional de la Mujer, pero terminó en una cena informal al aire libre para hombres y mujeres que siguen la campaña por igual.

Además de Peralta, los acompañó el equipo de comunicación de todo el gobierno bonaerense que trabaja en tandem con Rabolini: Jorge Telerman, jefe de campaña y presidente del Instituto Cultural; Juan Courel, Secretario de Comunicación Pública (que se retiró antes para ir a un programa de TV); Carlos Gianella, subsecretario de Relaciones con la Comunidad y Comunicación de la Jefatura de Gabinete de Ministros e Ignacio Castro Cranwell, Director Provincial de Escuela de Gobierno, entre otros.

Scioli, iba y venía, entre el quincho y el fogón junto al río y contaba, mientras Rabolini lo abrazaba cariñosamente por la espalda, que el viernes siguiente rendiría una de las materias que le faltan para la carrera de Comercio Exterior (lo hizo finalmente y se sacó 9); que está entrenando para el campeonato de futsal que arranca el próximo mes y que se iba a Mendoza y Río Negro pero que volvería el mismo día porque "siempre duermo en mi casa".

Habló incluso de política, dijo tranquilo que con "persuación" (repitió varias veces la palabra) convencerá a los kirchneristas que aún no lo eligen; elogió a Gabriel Mariotto ("es una gran persona, muy buena persona") y dijo que como él cambió (por sus declaraciones de los últimos tiempos) otros podrán hacerlo.

¿Karina puede ser candidata? "No", respondió contundente y agregó que no se lo pediría. Rabolini en cambio dijo que ella haría lo que él le pidiera pero que su marido no le pide lo que ella no desea.

El diálogo ocurrió en el quincho al que Scioli llevó todo lo que tenía en su casa del Abasto: su scalextric, un flipper que no funciona, un metegol, un pia no de cola, varias estatuas (una de los hermanos Pimpinela), la cabina de su lancha, miles de fotos encuadradas y cientos de camisetas en el techo.

Sólo hizo una advertencia a la hora del postre (manzana asada y ensalada de frutas): en ese quincho está por ahora prohibida la entrada de Alberto Samid. Parece que Scioli le ganó un partido de truco y su amigo abandonó, enojado, la revancha. Además, jura el gobernador, no le pagó la apuesta.