Porno Soft y apologia al terrorismo.
«Osama Ben Laden is not dead». «Osaba Bin Laden no ha muerto»... Esa pintada es ¿una provocación? ¿Una burla? ¿Apología del terrorismo?
Se olvida, con frecuencia, que la primera fuente del corresponsal es o debiera ser la calle. Es en la calle donde se palpa, se respira, se sufre y se aprende lo que no puede aprenderse en los libros, en los periódicos, a través de Google.
En ese sentido, la calle parisina es un cóctel de muchas guerras visibles e invisibles. Y esa pintada, a la salida del metro de un barrio acomodado, a dos pasos de donde vivieron François Mitterrand e Yves Montand, ante un mercadillo de lo más selecto, dice lo que dice: no es un secreto que la publicidad más selecta coquetea con el «porno soft», un concepto que lanzó Helmut Newton, a finales de los años 70 del siglo pasado.
Quizá sea menos frecuente que el «porno soft» publicitario coincida, en el mismo muro, con las pintadas que coquetean con el terrorismo islámico. Coqueteo que dice lo que dice: esa proximidad física también habla de la nueva demografía urbana.
Notre Dame, uno de los templos del gótico más universal, está a quince minutos de metro del 93, el departamento más inflamable de Francia, el suburbio, la «banlieu» más explosiva, en la periferia norte de París. Sin duda, el coqueteo con el terror no significa que las bombas islamistas vayan a estallar mañana en el corazón de París. Esa proximidad física entre el «porno soft» y las pintadas islamistas si desentierra realidades subterráneas, que pueden aflorar en cualquier momento con sus inquietantes llamaradas.

«Osama Ben Laden is not dead». «Osaba Bin Laden no ha muerto»... Esa pintada es ¿una provocación? ¿Una burla? ¿Apología del terrorismo?
Se olvida, con frecuencia, que la primera fuente del corresponsal es o debiera ser la calle. Es en la calle donde se palpa, se respira, se sufre y se aprende lo que no puede aprenderse en los libros, en los periódicos, a través de Google.
En ese sentido, la calle parisina es un cóctel de muchas guerras visibles e invisibles. Y esa pintada, a la salida del metro de un barrio acomodado, a dos pasos de donde vivieron François Mitterrand e Yves Montand, ante un mercadillo de lo más selecto, dice lo que dice: no es un secreto que la publicidad más selecta coquetea con el «porno soft», un concepto que lanzó Helmut Newton, a finales de los años 70 del siglo pasado.
Quizá sea menos frecuente que el «porno soft» publicitario coincida, en el mismo muro, con las pintadas que coquetean con el terrorismo islámico. Coqueteo que dice lo que dice: esa proximidad física también habla de la nueva demografía urbana.
Notre Dame, uno de los templos del gótico más universal, está a quince minutos de metro del 93, el departamento más inflamable de Francia, el suburbio, la «banlieu» más explosiva, en la periferia norte de París. Sin duda, el coqueteo con el terror no significa que las bombas islamistas vayan a estallar mañana en el corazón de París. Esa proximidad física entre el «porno soft» y las pintadas islamistas si desentierra realidades subterráneas, que pueden aflorar en cualquier momento con sus inquietantes llamaradas.
