Había olor a partidazo. Por todo. Por la gente. Por los jugadores. Por lo que significa que River y Boca o Boca y River se enfrenten, aunque sea en un clásico de verano. Clásico, porque no se le puede llamar amistoso a un partido entre los dos más grandes del fútbol argentino. Y llegó el día. El momento en el que Sergio Pezzotta se disponga a dar inicio al segundo Superclásico del año. Ese que para el Xeneize tenía gusto a revancha por el 0-2 de Mar del Plata. O el que para el Millonario significaba estirar un poco más la racha y seguir gozando a su primo, mal herido desde el año pasado.
Los dos entrenadores saben lo que significa este partido para el hincha. Passarella, que jugó y dirigió unos cuantos Superclásicos y Russo, que debutó con una derrota, pero que rápidamente aprendió que a River hay que ganarle hasta en los partidos de truco y si es necesario con una falta envido mentirosa. Por eso, los dos pusieron lo mejor que tenían para ser la tapa de los diarios de mañana. Sin dudas, era un clásico de verano, pero muy parecido a uno de verdad, uno de los que valen tres de los puntos grandes.
En el xeneize, hacía su presentación el pelado que a muchos hizo recordar a Chicho Serna, claro, todavía sin verlo jugar con la camiseta azul y oro. Ese que fue excluido de Independiente por conflictivo o mejor dicho por pelearse con Burruchaga, el entrenador. Sí, el uruguayo Sergio Orteman, en quien Russo decidió depositar esa el tránsito del centro del campo, con la responsabilidad de reemplazar, nada más y nada menos que a Gago. En River, en cambio, el equipo era casi el mismo que ganó en La Feliz. A excepción de Nicolás Domingo, que le dejó el lugar a Ahumada, el resto de los Millonarios eran los mismos. Y el objetivo, también.
Normalmente, en Mendoza, se ven buenos partidos. Poco importa que los equipos estén en preparación para el torneo Clausura. El ritmo es frenético. Y esta vez no fue la excepción. River, con Belluschi, que se calzó la capa y agarró la espada, apuró de entrada, ante un Boca sorprendido. Tal es así, que ni bien comenzó el partido, Ibarra lo bajó muy alevosamente al hombre de las rastas y se ganó el reto de Pezzotta. La presencia del ex Newell's ya se hacía sentir. Pero no estaba solo. Tanto Galván como Sambueza se acoplaban a él y juntos generaban más que su rival, desencontrado por el momento.
Dentro de ese desconcierto de Boca, Belluschi encaró por el centro y quedó casi mano a mano con Caranta, que no sabía si salir o quedarse para recibir el bombazo. Battaglia que lo corría de atrás, lo tomó de la camiseta y el capitán de River cayó. Falta, sin dudas para amarilla. ¿Pero qué pasó? Pezzotta se equivocó y dio la nota de color de la noche. Sacó la roja y cuando estaba a punto de mostrarla se avivó y la cambió por la amarilla. El ocho respiró. Su cara lo decía todo. El tiro libre se ejecutó y el peligro pasó.
El Mellizo Guillermo, parado otra vez de enganche (posición rara para él) todavía no aparecía. El resto del mediocampo perdía ante los volantes de River y los delanteros recibían poco, se tenían que tirar muy atrás. Encima, cuando encaraban, como el caso de Palacio, chocaban contra el duro moreno que plantó River en el fondo: Yepesito Rivas. Estaba claro, el trámite estaba favorable al conjunto del Kaiser, faltaba algo de profundidad y puntería y el clásico se iba a ir para Nuñez.
Pero de a poco la balanza se comenzó a inclinar. Cuando Belluschi, el abanderado del fútbol en River, se apaga, el equipo pierde mucho. Y eso Boca lo comenzó a aprovechar muy bien. El juego fuerte siguió y fue ahí cuando el xeneize se agrandó. Sus jugadores están tan acostumbrados a los partidos picantes que ya se sentían en su salsa. De a poco, con un juego que se cortaba cada vez más, la pelota cambió de dueño y las chances llegaban mucho más para Boca. Más de lo que habían llegado para Falcao y Farias, desaparecidos hasta el momento, en los primeros minutos.
Entonces las mejores ocasiones de gol comenzaron a ser para el equipo de Russo. Palermo bajaba y jugaba, pero también estaba encendido en el ataque. Tal es así, que a los 20 minutos, encontró un rebote por la izquierda del sector de ataque y sacó un disparo muy fuerte contra Carrizo. Las manos del arquero lo desviaron, pero la pelota quedó para Guillermo que remató de primera y paró el corazón de varios hinchas que estaban en las tribunas del Malvinas Argentinas. Claro, la tiró por arriba. El Loco estaba endiablado y River dormido.
Ring. Esa jugada sonaba como un despertador para el conjunto del Kaiser. O por lo menos parecía que sí iba a ser. Pero no. Boca sumaba gente en ataque y lastimaba. La mano de Russo se empezaba a notar en el campo de juego. Unos minutos después de la jugada entre el Loco y el Mellizo, Nery Cardozo tuvo su chance. Se paró, otra vez desde el costado izquierdo, sector descuidado por un Ferrari que ataca bien, pero que a la hora de defender deja mucho que desear. Y remató con tal efecto que la pelota parecía que se iba de la cancha, pero pegó en el travesaño y asustó otra vez a Passarella. River estaba complicado.
El partido no era parejo ya. Boca merecía más y el Millo no reaccionaba. Parecía que necesitaba que termine ya la primera etapa o un golpe de efecto que despabile al equipo. Y ese golpe de efecto llegó. Pero para el xeneize. A los 39, Morel tiró un centro, otra vez desde la izquierda y Palermo, para confirmar que era lo mejor de la cancha, se elevó más alto que todos y clavó un cabezazo fenomenal. Pegó un salto a lo Jordan y cabeceó mejor que Zidane al pecho de Materazzi. La pelota se clavó en el ángulo de un Carrizo que se estiró pero no llegó. 1-0 y justicia en el marcador.
El baldazo de agua ya había salpicado a todos. Desde el presidente Aguilar, pasando por Passarella, hasta al arquero Carrizo. El entretiempo venía bárbaro para que el entrenador pegue un par de gritos y despierte a un equipo que dormía una siesta de 30 minutos. En el otro vestuario no había mucho por decir. Las cosas salían bien y si seguían así, el resultado podría llegar a mucho más.
Fuente: http://www.clarin.com/diario/2007/02/01/um/m-01355600.htm
Los dos entrenadores saben lo que significa este partido para el hincha. Passarella, que jugó y dirigió unos cuantos Superclásicos y Russo, que debutó con una derrota, pero que rápidamente aprendió que a River hay que ganarle hasta en los partidos de truco y si es necesario con una falta envido mentirosa. Por eso, los dos pusieron lo mejor que tenían para ser la tapa de los diarios de mañana. Sin dudas, era un clásico de verano, pero muy parecido a uno de verdad, uno de los que valen tres de los puntos grandes.
En el xeneize, hacía su presentación el pelado que a muchos hizo recordar a Chicho Serna, claro, todavía sin verlo jugar con la camiseta azul y oro. Ese que fue excluido de Independiente por conflictivo o mejor dicho por pelearse con Burruchaga, el entrenador. Sí, el uruguayo Sergio Orteman, en quien Russo decidió depositar esa el tránsito del centro del campo, con la responsabilidad de reemplazar, nada más y nada menos que a Gago. En River, en cambio, el equipo era casi el mismo que ganó en La Feliz. A excepción de Nicolás Domingo, que le dejó el lugar a Ahumada, el resto de los Millonarios eran los mismos. Y el objetivo, también.
Normalmente, en Mendoza, se ven buenos partidos. Poco importa que los equipos estén en preparación para el torneo Clausura. El ritmo es frenético. Y esta vez no fue la excepción. River, con Belluschi, que se calzó la capa y agarró la espada, apuró de entrada, ante un Boca sorprendido. Tal es así, que ni bien comenzó el partido, Ibarra lo bajó muy alevosamente al hombre de las rastas y se ganó el reto de Pezzotta. La presencia del ex Newell's ya se hacía sentir. Pero no estaba solo. Tanto Galván como Sambueza se acoplaban a él y juntos generaban más que su rival, desencontrado por el momento.
Dentro de ese desconcierto de Boca, Belluschi encaró por el centro y quedó casi mano a mano con Caranta, que no sabía si salir o quedarse para recibir el bombazo. Battaglia que lo corría de atrás, lo tomó de la camiseta y el capitán de River cayó. Falta, sin dudas para amarilla. ¿Pero qué pasó? Pezzotta se equivocó y dio la nota de color de la noche. Sacó la roja y cuando estaba a punto de mostrarla se avivó y la cambió por la amarilla. El ocho respiró. Su cara lo decía todo. El tiro libre se ejecutó y el peligro pasó.
El Mellizo Guillermo, parado otra vez de enganche (posición rara para él) todavía no aparecía. El resto del mediocampo perdía ante los volantes de River y los delanteros recibían poco, se tenían que tirar muy atrás. Encima, cuando encaraban, como el caso de Palacio, chocaban contra el duro moreno que plantó River en el fondo: Yepesito Rivas. Estaba claro, el trámite estaba favorable al conjunto del Kaiser, faltaba algo de profundidad y puntería y el clásico se iba a ir para Nuñez.
Pero de a poco la balanza se comenzó a inclinar. Cuando Belluschi, el abanderado del fútbol en River, se apaga, el equipo pierde mucho. Y eso Boca lo comenzó a aprovechar muy bien. El juego fuerte siguió y fue ahí cuando el xeneize se agrandó. Sus jugadores están tan acostumbrados a los partidos picantes que ya se sentían en su salsa. De a poco, con un juego que se cortaba cada vez más, la pelota cambió de dueño y las chances llegaban mucho más para Boca. Más de lo que habían llegado para Falcao y Farias, desaparecidos hasta el momento, en los primeros minutos.
Entonces las mejores ocasiones de gol comenzaron a ser para el equipo de Russo. Palermo bajaba y jugaba, pero también estaba encendido en el ataque. Tal es así, que a los 20 minutos, encontró un rebote por la izquierda del sector de ataque y sacó un disparo muy fuerte contra Carrizo. Las manos del arquero lo desviaron, pero la pelota quedó para Guillermo que remató de primera y paró el corazón de varios hinchas que estaban en las tribunas del Malvinas Argentinas. Claro, la tiró por arriba. El Loco estaba endiablado y River dormido.
Ring. Esa jugada sonaba como un despertador para el conjunto del Kaiser. O por lo menos parecía que sí iba a ser. Pero no. Boca sumaba gente en ataque y lastimaba. La mano de Russo se empezaba a notar en el campo de juego. Unos minutos después de la jugada entre el Loco y el Mellizo, Nery Cardozo tuvo su chance. Se paró, otra vez desde el costado izquierdo, sector descuidado por un Ferrari que ataca bien, pero que a la hora de defender deja mucho que desear. Y remató con tal efecto que la pelota parecía que se iba de la cancha, pero pegó en el travesaño y asustó otra vez a Passarella. River estaba complicado.
El partido no era parejo ya. Boca merecía más y el Millo no reaccionaba. Parecía que necesitaba que termine ya la primera etapa o un golpe de efecto que despabile al equipo. Y ese golpe de efecto llegó. Pero para el xeneize. A los 39, Morel tiró un centro, otra vez desde la izquierda y Palermo, para confirmar que era lo mejor de la cancha, se elevó más alto que todos y clavó un cabezazo fenomenal. Pegó un salto a lo Jordan y cabeceó mejor que Zidane al pecho de Materazzi. La pelota se clavó en el ángulo de un Carrizo que se estiró pero no llegó. 1-0 y justicia en el marcador.
El baldazo de agua ya había salpicado a todos. Desde el presidente Aguilar, pasando por Passarella, hasta al arquero Carrizo. El entretiempo venía bárbaro para que el entrenador pegue un par de gritos y despierte a un equipo que dormía una siesta de 30 minutos. En el otro vestuario no había mucho por decir. Las cosas salían bien y si seguían así, el resultado podría llegar a mucho más.

Fuente: http://www.clarin.com/diario/2007/02/01/um/m-01355600.htm