
Los asaltos al casino Carrasco
Desde que Tabaré Vázquez asumió la Intendencia de Montevideo, pero sobre todo con Mariano Arana, el hotel casino Carrasco ha sido un cúmulo inacabable de problemas e irregularidades, al punto de convertirse en un ladrillo en el zapato del Frente Amplio.
Una sucesión de licitaciones, denuncias, observaciones del Tribunal de Cuentas, abandono de las obras, refinanciaciones, más denuncias, cuestionamientos, hasta el escandaloso remate de todo el mobiliario y cuanta cosa había en el interior de lo que fue esa señorial edificación de principios del siglo pasado, adornaron una gestión inempardable. Ahora, que finalmente está abierto al público y funcionando, se esperaba que hubiera otro cuidado de ese emblema. Pero no, sufre como todos.
En la noche del miércoles pasado, seis delincuentes coparon y asaltaron el casino del hotel Carrasco. Encapuchados y armados con escopetas irrumpieron en el salón, amenazaron y controlaron a los presentes sin necesidad de efectuar disparos, cargaron sus bolsos con una suma que —según se dijo— puede ser superior a los US$ 20.000 y escaparon en una camioneta que los aguardaba en la puerta.
Duro golpe para la seguridad que "vende" el ministro Bonomi, un jerarca con pasado tupamaro que luce pocos logros y rotundos fracasos en su tarea de garantizar la seguridad de los ciudadanos y sus propiedades al frente de la cartera de Interior, que el candidato Vázquez anunció que, en caso de ganar, seguirá siendo el "custodio" de la población.
Pero por lo menos podrá decir en su foja de antecedentes que no es el único ministro al que le roban un casino. Porque, travesuras o revanchas de la historia, muchos años atrás fueron los mismos tupamaros que en una noche de noviembre de 1968 asaltaron el mismo casino Carrasco (después harían otro tanto con el casino San Rafael en Punta del Este), se alzaron con un botín bastante similar al actual (se estimó en US$ 25.000, aunque los dólares de antes tenían otro valor) y huyeron, igual que ahora, en un vehículo que los esperaba en la puerta.
En aquella oportunidad también actuaron seis individuos, que iniciaron su "raid" con el robo de una camioneta de un garaje y el secuestro del sereno. La diferencia es que el ingreso y copamiento se perpetró cuando ya la sala de juegos había cerrado sus puertas y necesitaron la colaboración de un "entregador" que ofició de portero para el acceso. Con todo, tuvieron mayores complicaciones porque un sereno que los vio recorrer las instalaciones intentó resistirse: una ráfaga de balas disparadas hacia el piso lo hizo desistir. Ello alertó a dos policías que llegaron hasta el lugar de los disparos, pero fueron rápidamente encañonados y desarmados.
Con el panorama controlado, obligaron a los funcionarios que estaban haciendo las liquidaciones de la jornada a abrir las cajas fuertes. Con algunas no tuvieron suerte porque las llaves no estaban y se perdieron de llevarse unos US$ 50.000 o más. Pero se dieron por conformes con lo que había y salieron rápidamente, subieron a la camioneta robada y desaparecieron.
Un par de meses después, el golpe lo darían en el casino San Rafael de Punta del Este —con Raúl Sendic Antonaccio a la cabeza— y el botín sería mucho más suculento, al punto de que alcanzaba los US$ 250.000.
Para ubicar en forma clara los hechos, digamos que en 1968 regía plenamente la democracia en el Uruguay, al punto de que solo seis meses antes, el entonces senador Wilson Ferreira Aldunate había interpelado al ministro de Trabajo y Seguridad Social, Guzmán Acosta y Lara y lo había obligado a renunciar; y poco más de un año después pasaría lo mismo (aunque por otros motivos) con el ministro del Interior, Pedro Cersósimo. No había en este país ninguna dictadura.
Lo ocurrido ahora sirve para muchas cosas: para desnudar la inseguridad de Montevideo; para recordar el penoso proceso que rodeó al hotel casino (y ya que hablamos de casinos nos viene a la memoria todo lo que sucedió con los deficitarios casinos municipales en manos de Bengoa) con el advenimiento del FA a la Intendencia y para terminar con la historia de que los tupamaros se alzaron en armas para luchar contra la dictadura. Era 1968 y ya robaban y secuestraban gente.
Hay veces, en que la Historia se defiende sola y no se deja manipular.
