No se trataba del típico por palabras de un periódico. Sino un aviso colgado en el tablón de anuncios de una Universidad. Terminaban los 80 y en aquella década todo era posible. Así que un amigo que lo leyó pensó en mí. Llegó a la conclusión de que podía ser candidato porque hacía voces e imitaciones. Ya sé que no tiene nada que ver, pero me picó la curiosidad. Y fui.
Si sorprendió en Euskadi, imaginen fuera. Seguro que es de lo más normal. Pero dado que no hay anuncios buscando párrocos, al menos que uno haya visto, lo del puesto para Imán en Barakaldo es la noticia ligera y de charleta de esta semana en la que todos hemos sacado el doctorado en ébola. No sé cuánto se extenderá la epidemia, pero la pandemia de la estupidez ya lo abarca todo. Desde un Gobierno patético, presidente, ministra y consejero madrileño al frente, hasta quienes han montado un circo de todo esto. Incluidos nosotros los medios. Pero no veo anuncios pidiendo la vacuna del sentido común, así que regreso a lo del Imán.
"Se busca imán para la mezquita de Barakaldo. 850 euros brutos". Así rezaba, nunca mejor dicho, la oferta de trabajo que publicaba Lanbide. Piden formación universitaria superior y dominio de la lengua árabe, oral y escrita. Dos personas ya se han presentado cuando tecleo estas líneas. Total, que esta curiosa oferta me ha recordado a otras, cuanto menos, inusuales. Vaya por delante el obvio respeto al asunto religioso y esas cosas que se suelen decir. Pero si las religiones inciden en mi vida, directa o indirectamente, al menos podré hacer lo propio y darle una vuelta de tuerca, digo yo. Aunque sin pasarse. Veo demasiado comentario encendido de uno y otro lado. Y yo hoy solo vengo a hablar de mi anuncio. Bueno de ese les hablaré luego. Primero lo haremos de otros. Como de aquél de la Agencia Espacial Europe que puso este: "se busca médico para que viva aislado en la Antártida". Luego lo explicaba, pero leído así no parece que tuviera muchos clientes. O aquél de un hotel finlandés que buscaba voluntarios para que durmieran 35 noches en él y así probar camas, silencio y comodidad. Como para quejarse del estrés. Y, hablando de hoteles, los Holiday Inn contrataron personas "calienta camas". Yo casi prefiero la sábana fría que la usada por alguien desconocido, pero hay gente para todo. Y ahora viene lo de mi anuncio. No se trataba del típico por palabras de un periódico. Sino un aviso colgado en el tablón de anuncios de una Universidad. "Se busca doblador de porno en euskera". Terminaban los 80 y en aquella década todo era posible. Así que un amigo que lo leyó pensó en mí. Llegó a la conclusión de que podía ser candidato porque hacía voces e imitaciones. Ya sé que no tiene nada que ver, pero me picó la curiosidad. Y fui.
El edificio ya advertía con su aspecto que allí no doblaban a Paul Newman y Audrey Hepburn. Ni siquiera películas de serie 'B', con actores y actrices de medio pelo, que triunfaron en los 80 y 90. Sino algo más sórdido. Hasta el portero tenía pinta de exconvicto. Cuando entré en el ascensor y pulsé el botón estaba decidido a largarme. Pero la curiosidad pudo más. De hecho no pregunté ni cuánto pagaban cuando abrió la puerta una mujer de edad indefinida, envuelta en esos perfumes que huelen a ambientador. Tampoco era mejor el cuartito en el que me metieron. Una luz verde, otra roja, un micrófono con pinta de haber sido usado por Matías Prats padre y dos folios. Mucha hoja, añadiré, para lo que daba de sí aquella cinta. En realidad más que porno era una de esas de "sí pero no" y que ahora emiten en las TDT, en un cuadrado y rodeadas de teléfonos, cuando la mayoría estamos plegando la oreja. Y si hablamos del idioma, habría dado igual que fuera para Tele-Kilimanjaro y en la lengua kinyarwanda de los watutsi. Porque todo eran gemidos y suspiros. De hecho, lo digo por si tienen que hacerlo alguna vez, si te descuidas te hiperventilas y acabas mareado y en el suelo. De eso tampoco avisaban en el anuncio. Ni de que los besos y lametones se dan en el dorso de la mano para que suenen y que allí no había más chica que la de la pantalla. La parte femenina ya la habían grabado antes. Así que, tras cuatro horas de trabajo, marcadas por las interrupciones y fallos de la grabación, y con un par de billetes en un sobre, me largué jurando que jamás volvería a fiarme de un anuncio que no haya leído personalmente. Sea para doblador de suspiros o para dirigente de almas. Al menos el del Imán de Barakaldo indica requisitos, actividad a desarrollar y sueldo. Pero mi favorito si hablamos de anuncios sinceros era aquél publicado en un diario de EEUU que decía: "se necesita a alguien que viaje conmigo en el tiempo. Esto no es una broma. Te pagaré después de que regresemos". Grandioso. Estuve a punto de llamar.

