La mujer es cordobesa de Huinca Renancó y vive en La Pampa, y cuando tenía 14 años envió una carta "al soldado anónimo" en las Islas. Más de trés décadas después, el soldado la encontró para agradecerle el gesto.
Durante la guerra de Malvinas, que los chicos y adolescentes escribieran cartas a un "soldado anónimo" en el frente de combate era una práctica habitual; pero que el autor y el destinatario logren encontrarse a más de tres décadas es uno de esos pequeños milagros que solo permiten el tiempo y la tecnología.
Graciela Vassarotto es docente, vive en la localidad pampeana de General Pico y desde hace apenas unas pocas horas, gracias a la "magia" de las redes sociales, está reviviendo una etapa de su vida: la adolescencia, que estuvo marcada por la guerra de Malvinas y en la que ella, como tantos argentinos, se atrevió a mandar decenas de cartas a un soldado anónimo.
Treinta y cuatro años después, uno de los soldados anónimos que recibió su carta en medio del conflicto bélico, se comunicó con ella para darle las gracias por su gesto y para decirle que aún guarda su carta. Ese soldado, que permaneciera en el anonimato por más de tres décadas, se llama Ernesto Ismael Urbina y vive en Punta Alta.
Graciela es oriunda de Huinca Renancó, Córdoba, pero hace algunos años vive con su familia en General Pico, 135 kilómetros al norte de la capital de La Pampa. Es profesora de Artes Visuales y, además, empleada de una obra social.
Recuerda que cuando tenía 14 años, en 1982, en su colegio secundario, realizaban un trabajo colectivo con sus compañeras reproduciendo las noticias que se publicaban en los diarios, en las galerías de la escuela.
"Eso lo hacíamos en grupo pero, como a mí siempre me gustó escribir, empecé a mandar cartas a los soldados. Sabía que era una carta a un soldado anónimo y muchas veces las colocaba dentro de chocolates que enviaba mi familia, en las encomiendas que mandábamos como tantos argentinos para ayudar a quienes combatían en el sur del país", contó emocionada a Télam, "Escribía a las embajadas, a las radios latinoamericanas, quería contar lo que yo pensaba y escribía a los soldados, sabiendo que una palabra de aliento era importante para ellos".

Durante la guerra de Malvinas, que los chicos y adolescentes escribieran cartas a un "soldado anónimo" en el frente de combate era una práctica habitual; pero que el autor y el destinatario logren encontrarse a más de tres décadas es uno de esos pequeños milagros que solo permiten el tiempo y la tecnología.
Graciela Vassarotto es docente, vive en la localidad pampeana de General Pico y desde hace apenas unas pocas horas, gracias a la "magia" de las redes sociales, está reviviendo una etapa de su vida: la adolescencia, que estuvo marcada por la guerra de Malvinas y en la que ella, como tantos argentinos, se atrevió a mandar decenas de cartas a un soldado anónimo.
Treinta y cuatro años después, uno de los soldados anónimos que recibió su carta en medio del conflicto bélico, se comunicó con ella para darle las gracias por su gesto y para decirle que aún guarda su carta. Ese soldado, que permaneciera en el anonimato por más de tres décadas, se llama Ernesto Ismael Urbina y vive en Punta Alta.
Graciela es oriunda de Huinca Renancó, Córdoba, pero hace algunos años vive con su familia en General Pico, 135 kilómetros al norte de la capital de La Pampa. Es profesora de Artes Visuales y, además, empleada de una obra social.
Recuerda que cuando tenía 14 años, en 1982, en su colegio secundario, realizaban un trabajo colectivo con sus compañeras reproduciendo las noticias que se publicaban en los diarios, en las galerías de la escuela.
"Eso lo hacíamos en grupo pero, como a mí siempre me gustó escribir, empecé a mandar cartas a los soldados. Sabía que era una carta a un soldado anónimo y muchas veces las colocaba dentro de chocolates que enviaba mi familia, en las encomiendas que mandábamos como tantos argentinos para ayudar a quienes combatían en el sur del país", contó emocionada a Télam, "Escribía a las embajadas, a las radios latinoamericanas, quería contar lo que yo pensaba y escribía a los soldados, sabiendo que una palabra de aliento era importante para ellos".