¿Deseas lanzar piedras que reboten muchas veces en el agua?
Los investigadores franceses han resuelto cómo hacerlo empleando una máquina lanzadora. Esta catapulta motorizada lanza unos discos del aluminio en una piscina de dos metros de largo mientras una serie de cámaras de vídeo de alta velocidad registran el momento del impacto, que dura menos de una centésima de segundo.
Ajustando el ángulo, la velocidad y la rotación de los discos, Christophe Clanet y su equipo obtuvieron una fórmula para efectuar lanzamientos perfectos. Según parece, para alcanzar el número máximo de rebotes, el ángulo entre la piedra en rotación y el agua debe ser cercano a los 20 grados; según Clanet: "éste es el ángulo mágico."
La rotación, la velocidad y la forma del objeto lanzado también son importantes. Es más probable que una piedra rebote si le imprimimos una rotación que estabilice el objeto y evite que se hunda en el agua. Asímismo, las piedras lanzadas a mayor velocidad tienen más probabilidad de rebotar que las lanzadas más lentamente.
Un disco de cinco centímetros lanzado al agua con el “ángulo mágico” necesita una velocidad mínima de 2,5 metros por segundo para rebotar en el agua y no hundirse. Los discos redondos y planos son ideales pues su gran superficie mejora los resultados.
Los investigadores ya habían estudiado las piedras saltarinas anteriormente, pero sus predicciones se basaban más en la teoría que en la observación.
Hacer rebotar piedras en el agua ha sido un entretenimiento competitivo durante miles de años. El objetivo -hacer rebotar las piedras en el agua el mayor número de veces posible- no ha variado desde los tiempos de la antigua Grecia. El récord mundial actual, obtenido en 1992, parece estar en 38 rebotes.
El proyecto de piedras saltarinas de Clanet más implicaciones prácticas de las aparentes: el sistema que ha diseñado puede ayudar a los físicos, por ejemplo, a estudiar la reentrada de naves espaciales en la densa atmósfera terrestre, en la que rebotan durante el descenso.
adptado de una noticia de Helen Pilcher
Revista Nature de Enero del 2004
Los investigadores franceses han resuelto cómo hacerlo empleando una máquina lanzadora. Esta catapulta motorizada lanza unos discos del aluminio en una piscina de dos metros de largo mientras una serie de cámaras de vídeo de alta velocidad registran el momento del impacto, que dura menos de una centésima de segundo.
Ajustando el ángulo, la velocidad y la rotación de los discos, Christophe Clanet y su equipo obtuvieron una fórmula para efectuar lanzamientos perfectos. Según parece, para alcanzar el número máximo de rebotes, el ángulo entre la piedra en rotación y el agua debe ser cercano a los 20 grados; según Clanet: "éste es el ángulo mágico."
La rotación, la velocidad y la forma del objeto lanzado también son importantes. Es más probable que una piedra rebote si le imprimimos una rotación que estabilice el objeto y evite que se hunda en el agua. Asímismo, las piedras lanzadas a mayor velocidad tienen más probabilidad de rebotar que las lanzadas más lentamente.
Un disco de cinco centímetros lanzado al agua con el “ángulo mágico” necesita una velocidad mínima de 2,5 metros por segundo para rebotar en el agua y no hundirse. Los discos redondos y planos son ideales pues su gran superficie mejora los resultados.
Los investigadores ya habían estudiado las piedras saltarinas anteriormente, pero sus predicciones se basaban más en la teoría que en la observación.
Hacer rebotar piedras en el agua ha sido un entretenimiento competitivo durante miles de años. El objetivo -hacer rebotar las piedras en el agua el mayor número de veces posible- no ha variado desde los tiempos de la antigua Grecia. El récord mundial actual, obtenido en 1992, parece estar en 38 rebotes.
El proyecto de piedras saltarinas de Clanet más implicaciones prácticas de las aparentes: el sistema que ha diseñado puede ayudar a los físicos, por ejemplo, a estudiar la reentrada de naves espaciales en la densa atmósfera terrestre, en la que rebotan durante el descenso.
adptado de una noticia de Helen Pilcher
Revista Nature de Enero del 2004