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Revise su bolsillo, su cartera y su billetera. ¿Tiene billetes de 100 pesos? Si es así, déjeme decirle que todos ellos son falsos. Son falsos porque no valen lo que tendrían que valer, por lo menos si se compara su capacidad de compra con la que tenían en un pasado.







Sí, las comparaciones son odiosas pero necesarias.

Por eso mismo, si se toma como año base el 2007, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegó al poder, y se lo contrasta con el 2015 (cuando lo dejará), se puede observar que la capacidad de compra del papel de mayor denominación argentino cayó un 80%. Esta pérdida está íntimamente relacionada con los efectos de la inflación.

Nery Persichini, economista de Inversor Global, explicó que: “La inflación es un impuesto implícito. Su base imponible es el stock de billetes. Todo aquel que posea dinero debe tributarlo. Por esto, es el impuesto más regresivo que existe porque no distingue sectores sociales ni patrimonio. Les quita a todos el mismo porcentaje”.

En el gráfico se puede apreciar como el billete de 100 pesos fue perdiendo capacidad de compra como consecuencia de la inflación galopante que sufre la Argentina desde el año 2007. Se eligió este y no otro periodo justamente para hacer un análisis intra-kirchnerista y así poder evaluar el efecto corrosivo que se produjo en la economía argentina en los últimos años.



El año pasado, el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, reclamó la creación de billetes de 500 pesos y afirmó que “facilitaría la actividad bancaria y las transacciones cotidianas”.

“Sin ningún prejuicio ni falsas controversias, es a todas luces pequeño (y por ende incómodo) el billete de 100 pesos para resolver las transacciones habituales. Desde un changuito con alimentos en el supermercado, una salida recreativa, llenar el tanque de combustible o contar con el efectivo mínimo en el bolsillo para nuestra rutina diaria laboral”, había señalado Marangoni en su momento.

Pero en vez de cumplir con el pedido, el Gobierno optó por imprimir un nuevo billete de 50 pesos. La nueva serie comenzará a circular durante el mes de marzo y será distribuida a través de las entidades financieras y las redes de cajeros automáticos mediante los mecanismos habituales.

¿Por qué?

La decisión de las autoridades no responde a ninguna lógica económica, sino que tiene una raíz política. Emitir un billete más grande sería lo mismo que reconocer el enorme legado inflacionario de la gestión, especialmente las dos de Cristina Fernández de Kirchner.

Persichini entiende que “el Gobierno ve a ese sinceramiento como un atentado contra los logros que resume en la llamada ‘década ganada’. Pero, en honor a la verdad, ningún país cayó en la deshonra por emitir billetes de mayor denominación que acompañen el crecimiento de otras variables nominales de la economía”, defiende.

Frente a este escenario, ¿qué hay que hacer?

La realidad es que el Gobierno no va a detener esta situación sencillamente porque, “en vísperas electorales, tomar medidas contracíclicas va en contra de sus aspiraciones -incluso cuando no haya una alternativa de continuidad bien definida. La obligación quedará para el próximo Ejecutivo”.

Por eso, y porque esta carga la sufren muchísimo más los sectores sociales más vulnerables, la única forma de eludir la inflación es buscar que los pesos tengan una rentabilidad mayor que la suba de precios. Para lograrlo, hace falta invertir con la idea de asumir un poco más de riesgo. El año pasado ni el plazo fijo ni el dólar le ganaron a la inflación.

Solamente la Bolsa le plantó batalla a la inflación y la venció.

En esta línea, Persichini aseguró que quienes invirtieron 100 pesos en acciones a principios de 2014, terminaron con el año con 159 pesos. En pesos constantes, no sólo mantuvieron el poder de compra, sino que ganaron un 15%. “Esto quiere decir, que con el fruto de su inversión pudieron comprar un 15% más de bienes que un año atrás”, concluyó.