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Hace más de dos semanas, el TOF 4 condenó a cuatro personas por tráfico de efedrina y éxtasis y uno de ellos, Alberto “Negro” López, estaba conectado no sólo a Néstor Kirchner, sino que habría tenido despacho en la Casa Rosada junto al secretario privado del Eternauta, Valerio Martínez, quien duró en ese puesto hasta fines del 2005. Luego fue apartado ante acusaciones por tráfico de influencias, pero igual se mantuvo en la intimidad del ex presidente, porque se comenta que colaboraba en las anotaciones de la famosa libreta negra de aquél. La libreta negra desapareció junto con su dueño hasta que luego la habría recuperado Máximo Kirchner. En esa libreta negra Kirchner anotaba todas las comisiones recibidas, así como las nuevas empresas de las que iba apoderándose. En la trascendental libreta estaban también la rendición de cuentas de todos los ministros, secretarios y presidentes de organismos que recaudaban los fondos de la corrupción generalizada que había en la administración pública, tomándose el modelo que se había instrumentado primero en Santa Cruz.




El nexo

Alberto Salvador “Negro” López, dueño de la droguería Prefarm, es muy importante porque también fue propietario de Nolink, una empresa trucha que emitía facturas falsas para Infinit Group, operación que se hizo pública por el caso Skanska. En la misma confluían sobreprecios de múltiples obras públicas de todas las jurisdicciones y para pagar las coimas se emitían facturas truchas, evadiéndose de ese modo el impuesto a las ganancias. El escándalo estalló en el 2005, con la corrupción en el caso del Gasoducto del Oeste, que produjo la renuncia de dos funcionarios y del cual el kirchnerismo dijo que era un negociado entre privados y que el gobierno estaba al margen. Finalmente todo se tapó con una moratoria general para que las constructoras limpiaran la evasión que habían cometido. En esos primeros años la droguería Prefarm, la segunda empresa de López, fue denunciada en el Pami por sobreprecios junto a la droguería San Javier de Néstor Lorenzo, el de la supuesta mafia de los medicamentos que hasta hoy está procesado y detenido a la espera del juicio oral. Como dijimos, López fue condenado por tráfico de efedrina junto a Augusto Abraham, quien llamó tres veces a la Casas Rosada y muchas más al funcionario de la Sedronar que estaba a cargo del Registro de Precursores Químicos. O sea, el organismo que autorizaba la importación de efedrina, lo que arroja luz sobre que Kirchner, a través de los hermanos Zacarías, movía los hilos de esta importación de efedrina y su conversión en éxtasis. Su prematura muerte lo salvó de este escarnio y lo convirtió en un revolucionario que combatía a las corporaciones, parecido a Hugo Chávez. Esa mitificación de Kirchner como el Eternauta se consagró en su velorio, escenificado por Javier Grosman, a cargo de la unidad Bicentenario, y sirvió para instaurar la imagen de la viuda revolucionaria que sufrió la pérdida de su marido y que seguía adelante con las banderas revolucionarias. El éxito de este montaje no puede discutirse, por su enorme eficacia en las elecciones presidenciales del 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner obtuvo el 54% de los votos e impuso como vicepresidente a un “personaje, joven, jodón y de la Ucede”, como se refiere el intelectual José Pablo Feinmann a Amado Boudou. A los pocos meses, la presidente lanzó la consigna del “vamos por todo” pero la implantación del cepo cambiario generó la estanflación, las grandes marchas convocadas por las redes sociales sacudieron al gobierno y en el 2013 Jorge Lanata descubrió la ruta del dinero K. De ahí en más se sucedieron los escándalos, hasta llegar a la importación de efedrina, que empezó a explotar en el 2008 con el triple crimen de General Rodríguez. Este tema se fue olvidando con el transcurso del tiempo hasta que el juez Norberto Oyarbide sobreseyó a tres funcionarios en una causa en la que no debía intervenir. A todo esto, la jueza María Servini de Cubría descubrió la presencia clave de los hermanos Zacarías en cargos en la presidencia y en el registro de precursores químicos. El pánico empezó a dominar a los sospechados y así surgió el descubrimiento de que había un alto funcionario que protegía a los importadores de efedrina y que no es otro que el apodado “la morsa”.