Te damos la bienvenida a la comunidad de T!Estás a un paso de acceder al mejor contenido, creado por personas como vos.

O iniciá sesión con
¿No tenés una cuenta?
Es coya, del paraje de San Isidro, en Iruya. Como cadete de un restaurant, costeó su carrera de abogado en la UBA y se graduó.



"Cuando uno tiene voluntad y ganas, ninguna carrera es imposible para nadie", dice con entusiasmo Efraín Madrigal. Y predica con el ejemplo. En julio se graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires. Para estudiar, trabajó como cadete en un restaurant en Capital Federal. Está convencido de que el contexto no condiciona el futuro, de que el que quiere y se esfuerza, puede. El pudo.

"Yo quería contar mi experiencia, que fue muy linda. Mi mensaje es que nada es imposible. Pienso que depende de uno. A veces le echamos la culpa a la sociedad y al gobierno, pero esas son excusas para quedarnos donde estamos. Ojalá todos tengan más metas y progresen como personas", dijo en diálogo con El Tribuno.

Efraín tiene 28 años, es de Iruya, del paraje San Isidro, a un kilómetro de esa localidad, donde la gente se dedica principalmente al cultivo de papa, maíz, durazno, manzana y también a la ganadería. Cuando Efraín tenía cinco o seis años su familia migró a Salta con el anhelo de tener una mejor calidad de vida. En la capital salteña Efraín completó sus estudios primarios e hizo el secundario. Al recibirse, en el 2003 a los 18 años, se fue a Buenos Aires para cumplir un sueño: ser abogado.

El CBC (Ciclo Básico Común) de la Universidad de Buenos Aires lo hizo en dos años. Cuenta que le costó porque muchos de los contenidos no los había visto nunca en el colegio en el que estudió. Luego comenzó a cursar las materias de abogacía y, el 25 de julio de este año, se recibió como abogado y se especializó en derecho penal. El sueño ya está cumplido.

Hace diez años Efraín fue papá de Brenda Tatiana. Su mujer, Tamara, y la niña son de Iruya y dice que fueron dos de sus grandes pilares para poder transitar estos años.

Cuando llegó a Buenos Aires conoció un mundo diferente. "Al principio me mareó y sentía miedo. Salía solo para ir a la facultad y a trabajar", comentó. Vivía con su hermana en un departamento que alquilaban.

Pero se adaptó y, de Buenos Aires, también aprendió mucho. "Salir de tu pueblo y alcanzar una meta te ayuda a ser mejor persona. A través de las necesidades que uno tiene va creciendo también, en muchos sentidos. Yo crecí intelectualmente y en el ámbito social. Aún tengo mucho que aprender...", expresó. "Para un chico de un lugar como San Isidro a veces es muy difícil salir porque los padres están muy arraigados a esa vida y a esa cultura. De hecho yo no la perdí. Sigo manteniendo la cultura de mis padres y mis abuelos", comentó, pero admite que allí no existe, aún, la posibilidad de progreso para alguien que quiere ser profesional y que es muy triste saber que eso ocurre en el lugar donde uno nació.

Para costear la vida que llevaba en Capital Federal, Efraín trabajó como cadete en un restaurant. Es decir, lavaba copas, frutas y verduras, limpiaba baños... "Sabía que eso me permitiría conseguir los recursos para continuar estudiando", dice.