Tras años de desconfianza con nuestro país, ahora miran al gigante del Sur
Entre irritados y resignados, mientras esperan con paciencia que la Argentina "entre en razones" en materia de comercio y economía, los uruguayos muestran cada vez menos confianza por sus vecinos del Sur y apuestan a reforzar su relación con los del Norte.
Son horas de balance antes de las elecciones de mañana. Y queda claro que el Frente Amplio (FA) -que busca retener la presidencia de la mano del ex mandatario Tabaré Vázquez frente a la sorpresa de campaña, el joven opositor Luis Lacalle Pou- logró llevarse mucho mejor con el Palacio del Planalto que con la Casa Rosada. Ese entendimiento se refleja en las estadísticas.
Ya lo dijo el presidente José Mujica allá por 2011, en una de esas metáforas tan suyas: "Uruguay debe subirse al estribo de Brasil y dejarse liderar por los brasileños". No era cuestión de cambiar uno por otro, sino de definir las prioridades.
Al nivel de la calle lo refrenda también una curiosa encuesta en la que, según la mayoría de la gente, Brasil es el país "más amigo" de Uruguay en la región. Y es además la primera opción donde emigrar si deciden dejar sus pagos. Algo parecido piensan los políticos. Según el mismo sondeo de la consultora Cifra, de 2013, dos de cada tres legisladores ven que las relaciones de Uruguay con Brasil son mejores que hace 10 años, mientras que el 70% sostiene que las relaciones con Argentina son para el olvido.
"Brasil puede convertirse en el principal socio comercial, económico y político de Uruguay en los próximos diez años", dice el politólogo Carlos Luján, en un estudio sobre las relaciones bilaterales.
El símbolo que marcó a fuego las relaciones entre argentinos y uruguayos en esta última década fue el conflicto por la planta de celulosa Botnia, que derivó en un corte de tres años del puente Gualeguaychú-Fray Bentos. Fue un piquete donde se mezclaron intereses diversos, de los legítimos y de los otros. Como suele suceder, todos perdieron.
Tan mezclada fue la cosa que los movimientos ecologistas uruguayos, que no estaban convencidos con la instalación de las pasteras, terminaron enrollando sus banderas verdes para darle la venia a la construcción de la fábrica, después de lo que vieron como un atropello del lado argentino.
También existieron casi como un modus operandi del lado argentino trabas comerciales que llevaron a reducir las exportaciones uruguayas a la mínima expresión.
Con Brasil, si bien no todo es color de rosa, creció el volumen de comercio -es el principal destino de las exportaciones uruguayas, aunque siempre fue bueno- y están en curso o en fase de estudio proyectos de inversión como una obra de interconexión energética, un puente binacional y un puerto de aguas profundas en el departamento de Rocha, en el este del país.
"La Argentina se miró el ombligo durante 10 años y se desvinculó del resto del mundo, y entre otras cosas se desvinculó de Uruguay. Obviamente, las trabas al comercio han afectado sobre todo a la industria. Uruguay le vendía hace 15 años el 10% de lo que producía en bienes y ahora le vende el 5%", dijo a LA NACION el economista Gabriel Oddone.
A partir de ese muro en que se convirtió la Argentina a nivel diplomático y comercial, "el gobierno de Mujica intentó construir un discurso de mirar más hacia Brasil que hacia la Argentina", dijo Oddone, que sin embargo no cree que los discursos se hayan materializado en avances sustantivos. Al menos todavía. Será más cercano a Uruguay, pero Brasil se toma sus tiempos y marca los ritmos.
Este triángulo de pasiones no se comprende sin un dato fundamental: Uruguay apuesta a que subiéndose "al estribo de Brasil" pueda destrabar cosas como el demorado tratado de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea. Se trata de un viejo anhelo uruguayo que duerme el sueño de los justos porque, según se recuerda en Montevideo, el gobierno argentino todavía no dio su consentimiento.
La secretaria general de la Unión de Exportadores del Uruguay, Teresa Aishemberg, dijo a LA NACION que, por decisión de Mujica y Rousseff, se creó el llamado Grupo de Alto Nivel, una alianza para crear una estrategia de desarrollo: "Lo que se acordó fue tener un plan piloto, si marcha podemos invitar a los demás países del Mercosur y replicar la experiencia".
Y si no marcha, los uruguayos deberán seguir adelante. Porque nadie duda que la mira debe estar puesta mucho más lejos de Brasilia o Buenos Aires. Sus destinos de importación ya están mucho más diversificados que en los años noventa, desde el sudeste asiático hasta Israel o Chile.
"Uruguay mira a los dos países porque los dos nos influyen macroeconómicamente -dijo el economista Javier de Haedo-. Pero la vocación de Uruguay es el mundo, y es coherente que sea el mundo por su dimensión, cuanto más pequeña es la economía más abierta tiene que ser."

Entre irritados y resignados, mientras esperan con paciencia que la Argentina "entre en razones" en materia de comercio y economía, los uruguayos muestran cada vez menos confianza por sus vecinos del Sur y apuestan a reforzar su relación con los del Norte.
Son horas de balance antes de las elecciones de mañana. Y queda claro que el Frente Amplio (FA) -que busca retener la presidencia de la mano del ex mandatario Tabaré Vázquez frente a la sorpresa de campaña, el joven opositor Luis Lacalle Pou- logró llevarse mucho mejor con el Palacio del Planalto que con la Casa Rosada. Ese entendimiento se refleja en las estadísticas.
Ya lo dijo el presidente José Mujica allá por 2011, en una de esas metáforas tan suyas: "Uruguay debe subirse al estribo de Brasil y dejarse liderar por los brasileños". No era cuestión de cambiar uno por otro, sino de definir las prioridades.
Al nivel de la calle lo refrenda también una curiosa encuesta en la que, según la mayoría de la gente, Brasil es el país "más amigo" de Uruguay en la región. Y es además la primera opción donde emigrar si deciden dejar sus pagos. Algo parecido piensan los políticos. Según el mismo sondeo de la consultora Cifra, de 2013, dos de cada tres legisladores ven que las relaciones de Uruguay con Brasil son mejores que hace 10 años, mientras que el 70% sostiene que las relaciones con Argentina son para el olvido.
"Brasil puede convertirse en el principal socio comercial, económico y político de Uruguay en los próximos diez años", dice el politólogo Carlos Luján, en un estudio sobre las relaciones bilaterales.
El símbolo que marcó a fuego las relaciones entre argentinos y uruguayos en esta última década fue el conflicto por la planta de celulosa Botnia, que derivó en un corte de tres años del puente Gualeguaychú-Fray Bentos. Fue un piquete donde se mezclaron intereses diversos, de los legítimos y de los otros. Como suele suceder, todos perdieron.
Tan mezclada fue la cosa que los movimientos ecologistas uruguayos, que no estaban convencidos con la instalación de las pasteras, terminaron enrollando sus banderas verdes para darle la venia a la construcción de la fábrica, después de lo que vieron como un atropello del lado argentino.
También existieron casi como un modus operandi del lado argentino trabas comerciales que llevaron a reducir las exportaciones uruguayas a la mínima expresión.
Con Brasil, si bien no todo es color de rosa, creció el volumen de comercio -es el principal destino de las exportaciones uruguayas, aunque siempre fue bueno- y están en curso o en fase de estudio proyectos de inversión como una obra de interconexión energética, un puente binacional y un puerto de aguas profundas en el departamento de Rocha, en el este del país.
"La Argentina se miró el ombligo durante 10 años y se desvinculó del resto del mundo, y entre otras cosas se desvinculó de Uruguay. Obviamente, las trabas al comercio han afectado sobre todo a la industria. Uruguay le vendía hace 15 años el 10% de lo que producía en bienes y ahora le vende el 5%", dijo a LA NACION el economista Gabriel Oddone.
A partir de ese muro en que se convirtió la Argentina a nivel diplomático y comercial, "el gobierno de Mujica intentó construir un discurso de mirar más hacia Brasil que hacia la Argentina", dijo Oddone, que sin embargo no cree que los discursos se hayan materializado en avances sustantivos. Al menos todavía. Será más cercano a Uruguay, pero Brasil se toma sus tiempos y marca los ritmos.
Este triángulo de pasiones no se comprende sin un dato fundamental: Uruguay apuesta a que subiéndose "al estribo de Brasil" pueda destrabar cosas como el demorado tratado de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea. Se trata de un viejo anhelo uruguayo que duerme el sueño de los justos porque, según se recuerda en Montevideo, el gobierno argentino todavía no dio su consentimiento.
La secretaria general de la Unión de Exportadores del Uruguay, Teresa Aishemberg, dijo a LA NACION que, por decisión de Mujica y Rousseff, se creó el llamado Grupo de Alto Nivel, una alianza para crear una estrategia de desarrollo: "Lo que se acordó fue tener un plan piloto, si marcha podemos invitar a los demás países del Mercosur y replicar la experiencia".
Y si no marcha, los uruguayos deberán seguir adelante. Porque nadie duda que la mira debe estar puesta mucho más lejos de Brasilia o Buenos Aires. Sus destinos de importación ya están mucho más diversificados que en los años noventa, desde el sudeste asiático hasta Israel o Chile.
"Uruguay mira a los dos países porque los dos nos influyen macroeconómicamente -dijo el economista Javier de Haedo-. Pero la vocación de Uruguay es el mundo, y es coherente que sea el mundo por su dimensión, cuanto más pequeña es la economía más abierta tiene que ser."