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El poder y la hipocresía


La hipocresía es el gran pecado de la política. Nada como ella para deteriorar el debate, para descomponer el diálogo, para alejar al ciudadano sano de la vida pública. Cuando estamos a una semana de una elección nacional que marcará bastante más que el simple hecho de administrar un país por cinco años, dos hechos han puesto en descarnada evidencia el culto a la hipocresía que se abriga en el gobierno actual.


El primero ha sido sin duda el fallo judicial que ha procesado a ocho funcionarios, entre ellos a dos altos jerarcas, del sistema de contención de menores delincuentes por abusos y torturas. Se trata de un fallo ejemplarizante, doloroso, y que comprueba en forma cruenta algo que se viene denunciando desde hace años; las condiciones lastimosas en que funciona este sistema, y el régimen de abusos sistemáticos que allí se aplica.

¿Por qué se trata de un fallo tan trascendente? Más allá del hecho puntual, porque derrumba como un castillo de naipes el discurso mentiroso, sectario, polarizante, que viene manejando el oficialismo en todo este período en materia de minoridad y de derechos humanos .

En esta campaña, en la que se discute además una propuesta para bajar la edad de imputabilidad penal a los 16 años para delitos aberrantes, el tono del oficialismo ha sido por momentos indignante. Se ha generado una polarización en la cual todo el que osa apoyar tal iniciativa es un inmoral que detesta a los jóvenes, un fascista represor. Y, por el contrario, los dirigentes oficialistas defensores del sistema actual se han cansado de posar como si fueran los paladines de la bondad. Este fallo muestra lo mentiroso de esta postura.

Mientras ministros, legisladores y candidatos del oficialismo lucen sus sonrisas más solidarias en eventos apoyando el "no a la baja", resulta que en las mazmorras casi medievales de los institutos de reclusión de menores se abusa, se tortura, se tiene en condiciones de hacinamiento inhumanas, a esos mismos menores que se dice defender. Esas mazmorras que enviados de organismos de derechos humanos han calificado como "campos de concentración". Peor aún, se protege y ampara a los funcionarios que realizan esos actos aberrantes, se tira sombra sobre la intención de los denunciantes, familiares y hasta de la justicia.




No contentos con esto, desde filas del oficialismo se ha llegado a sugerir que esto ha ocurrido debido a la demanda de "mano dura" de una parte de la oposición contra estos menores. ¿Se puede imaginar un nivel de hipocresía tan grande? O sea que la culpa de que en plena época de bonanza se tenga a esos jóvenes en campos de concentración, sometidos a torturas, por parte de funcionarios que reivindican públicamente esa actitud (no son nenes del Crandon, llegó a decir uno), sería de quienes quieren cambiar el sistema de raíz. Insólito.

Pero otro hecho ocurrido en estos días, y muy vinculado a lo anterior, muestra hasta dónde se puede llegar con este manejo de la hipocresía.

Resulta que en un país con un sistema educativo en severo cuestionamiento, con resultados deplorables pese a un aumento de inversión millonaria, el sindicato de docentes de secundaria decide paralizar sus actividades, dejar a miles de estudiantes sin clases, para asistir a una marcha política, justamente, en contra del proyecto de baja de la edad de imputabilidad. Mientras el oficialismo promete en campaña dar solución a la crisis educativa nacional, esos mismos docentes a los que ha sentado en el sillón de dirección de la enseñanza, con los resultados conocidos, deciden abandonar su función, no para denunciar los abusos en el Sirpa, no para defender a los menores torturados, o a sus padres vilipendiados por los burócratas de turno, sino para ir a un acto político.

No se trata aquí de defender la baja de imputabilidad, un tema complejo y que deberá ser definido por cada ciudadano en el cuarto secreto. Se trata de decir que la ciudadanía está cansada de que le tomen el pelo. De que se ensucie el debate con discursos sectarios que dividen a la sociedad entre buenos y malos. Sobre todo cuando los malos, según lo que deja en evidencia la justicia, están más adentro del gobierno que afuera.

A siete días de una elección clave, es bueno que la ciudadanía tome conciencia de estas cosas. Se indigne. Y aplique con su voto, la sanción que este culto a la hipocresía merece.