
Videos de sexo en la web, adicción y problemas de pareja

“He intentado con todas mis fuerzas hacer ejercicio, no perder el tiempo en casa (…) tratar de volver a jugar con mis hijos o tener sexo nuevamente con mi mujer (…) todo ha fracasado, el problema con mi sexualidad continúa. ¿Y cuál es su problema? (…) Hace 17 años que me masturbo 7 veces diarias ante videos pornos”, narra la historia que cuenta el psiquiatra Carlos Chiclana en su libro “Atrapados en el sexo”.
Con internet la pornografía quedó a un clic de los usuarios de la web. Basta con tipear la palabra sexo para que el buscador arroje una lista de sitios de videos. Y cuando termina uno aparece otro, y otro, y otro. Así se desencadena una interminable seguidilla. Mientras que para algunos es una anécdota, otros permanecen horas pegados. Y el tiempo pasa mientras las retinas permanecen hipnotizadas frente a la pantalla. Y eso que empezó como un pasatiempo esporádico se vuelve cotidiano. Y la idea se fija en la cabeza; perturba; insiste; inquieta. “Aparecen” oportunidades que incitan o, si no, se las busca con desesperación. Y se desata un frenesí, un vicio, una adicción.
El creciente consumo de pornografía y su derivación - en algunos casos - en conductas compulsivas es un tema que interesa cada vez más a especialistas y comienza a ser foco de investigación. De hecho, la Asociación Mundial del Psicoanálisis la tratará como uno de sus puntos principales en el próximo congreso que se desarrollará en 2016, en Río de Janeiro, y a partir de ese encuentro prevé arrancar un estudio - de dos años de duración - para determinar sus efectos.
El licenciado Eduardo Suárez (profesor responsable de la cátedra de Psicología Clínica de adultos en la UNLP y director de la Escuela de Orientación Lacaninana Sección La Plata) cuenta que en el último tiempo aumentaron las consultas psicoanalíticas por este tema y advierte una creciente preocupación.
“La accesibilidad a las redes multiplica geométricamente las incitaciones. Mucho más cuando vemos surgir toda una industria de la provocación, una oferta permanente de imágenes que circulan todo el tiempo ante nuestros ojos. El hecho de que la gente se encuentre con eso con tanta facilidad hace del cultivo del porno un hecho nuevo de civilización respecto de la sexualidad”, sostiene Suárez.
Si antes a los interesados en consumir pornografía no les quedaba otra que moverse hasta el videoclub y superar el pudor de agarrar la película y pedirla en el mostrador, o de comprar una revista al canillita; ahora alcanza con acceder a una computadora para elegir entre los miles de videos que se ofrecen y poder verlos sin la necesidad desembolsar un peso.
