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En ese momento, yo estaba sin rumbo. Acababa de abandonar la escuela de música y cortarme el pelo largo y enredado. Quería salir de Texas, pero no sabía ni cómo ni dónde. Muchas veces le hablaba a las personas sobre el crecimiento espiritual de la conciencia y tenía una serie de ideas a medio cocinar sobre la teoría de la relatividad, y si el universo realmente existía o no.

Yo era inteligente, audaz, arrogante y realmente fastidioso.

En tres días más, voy a cumplir 30 años de edad. Voy a estar en Las Vegas y vuelto probablemente completamente loco cuando suceda. Pero me alegra informar que estoy mucho más responsable y mucho menos pretencioso ahora. Finalicé la escuela. Y luego pasé gran parte de mis 20 años tirado en camas, cometiendo errores con ideas de negocios y viviendo en países del tercer mundo.

He cambiado mucho en estos 10 años. Ya no me arrestan y no orino en los céspedes de otras personas. He construido empresas, he estado alrededor del mundo varias veces, y me las arreglé para crearme una carrera como escritor – algo que nunca habría podido predecir.


En nuestra cultura de gratificación inmediata, es fácil olvidar que la mayor parte del cambio personal no se produce como un único evento estático en el tiempo, sino más bien como una evolución larga y gradual donde apenas nos damos cuenta de lo que nos está sucediendo. Rara vez nos despertamos un día para, sorpresivamente, notar salvajes cambios que alteran nuestra vida. No, nuestras identidades cambian lentamente, como la arena del mar siendo empujada por el océano, formando lentamente nuevos contornos y formas a lo largo del paso del tiempo.
Es sólo cuando nos detenemos años o décadas más tarde y miramos hacia atrás podemos notar todos los cambios dramáticos que han tenido lugar. Mis 20 años, sin duda fueron dramáticos. Estas son algunas de las cosas que aprendí:

1. Falla temprano y con frecuencia; el tiempo es tu mejor posesión



Cuando eres joven, tu mayor activo no es tu talento, no son tus ideas, no es tu experiencia, sino que tu tiempo. El tiempo te concede la oportunidad de tomar grandes riesgos y cometer grandes errores. Dejarlo todo y viajar por el mundo durante seis años, o iniciar alguna empresa para construir esa loca aplicación que se les ocurrió a tus amigos mientras divagaban una noche, o embalar tus pocas pertenencias y mudarte a otra ciudad para trabajar y vivir con tu primo, sólo por un capricho. Sólo puedes salirte con la tuya en todo esto cuando eres joven, cuando no tienes nada que perder.
La diferencia entre un desempleado de 22 años de edad, con deuda y sin experiencia seria de trabajo, y un desempleado de 25 años de edad, con deuda y sin experiencia de trabajo es básicamente insignificante en el largo plazo.
Es probable que no estés atado a todas las responsabilidades financieras que vienen con la edad adulta más adelante: pagos de la hipoteca, pagos del auto, guarderías para los hijos, seguro de vida y así sucesivamente. Este es el momento en la vida donde tienes la menor cantidad que perder por tomar algunos riesgos, por lo que deberías tomarlos.
Debido a los fracasos desastrosos de estos años – ese loco romance con la bailarina taiwanesa que hizo que tu madre perdiera el pelo, o la aventura empresarial de la que te convenció un tipo en el Starbucks y que resultó ser un fraude – son estas fallas que te pondrán en marcha para tus éxitos de la vida. Son las mejores lecciones de vida. Aprende.

2. No puedes forzar amistades



Hay dos tipos de amigos en la vida: el tipo que, cuando te vas por un largo tiempo y vuelves, se siente como que nada ha cambiado; y el tipo que, cuando te vas por un largo tiempo y vuelves, se siente como que todo ha cambiado.
He pasado la mayor parte de los últimos cinco años viviendo en diferentes países. Por desgracia, eso significa que he dejado atrás a muchos amigos en varios lugares. Lo que he descubierto en este tiempo es que no se puede forzar una amistad con nadie. O está ahí o no lo está, y lo que sea que “eso” es, es tan efímero y mágico que ninguno de los dos podría siquiera nombrarlo si lo intentaran. Ambos sólo lo saben.
Lo que también he descubierto es que rara vez se puede predecir qué amigos se quedarán contigo y cuáles no. Salí de Boston en el otoño de 2009 y regresé ocho meses después a pasar el verano de 2010 allí. Muchas de las personas que estaban más cerca de mí cuando me fui, difícilmente se molestaron en llamarme cuando volví. Sin embargo, algunos de mis conocidos más casuales se convirtieron poco a poco en mis amigos más íntimos. No es que esas otras personas fueran malas personas o malos amigos. No es la culpa de nadie. Es la vida.


3. No se espera que logres todas tus metas



El hecho de pasar las dos primeras décadas de nuestra vida en la escuela, nos condiciona a tener un foco intensamente orientado al resultado en relación a todo. Te propones hacer X, Y o Z y, o lo logras o no. Si lo logras, eres genial. Si no, fracasas.
Pero a mis 20 años he aprendido que la vida en realidad no funciona así todo el tiempo. Claro, es bueno tener metas siempre y tener un objetivo hacia el cual trabajar, pero he descubierto que, en realidad, la obtención de todos estos objetivos no es el punto.
Cuando yo tenía 24 años, me senté y escribí una lista de metas que quería lograr al cumplir los 30. Los objetivos eran ambiciosos y yo me tomé esta lista muy en serio, por lo menos durante los primeros años. Hoy, he logrado alrededor de 1/3 de esas metas. He hecho grandes progresos en otro 1/3. Y no he hecho nada, básicamente, sobre el último 1/3.
Pero en realidad estoy muy feliz. Como he crecido, he descubierto que algunas de las metas de vida que me propuse no eran lo que realmente quería, y el establecimiento de esos objetivos me enseñó lo que era y no era importante para mí en mi vida. Otras metas no las logré, pero el acto de trabajar hacia ellas durante los últimos seis años me enseñó tanto, que todavía estoy satisfecho con el resultado de todos modos.
Estoy firmemente convencido de que el objetivo de las metas es, en un 80% movilizarnos y en un 20% lograr un standard arbitrario. El valor en cualquier esfuerzo casi siempre viene del proceso de fallar e intentarlo, no de lograrlo.


4. En realidad, nadie sabe qué demonios está haciendo



Hay mucha presión sobre los niños en la escuela secundaria y la universidad por saber exactamente qué están haciendo con sus vidas. Se inicia con la selección y entrada a una universidad. Luego se convierte en la elección de una carrera y el logro de ese primer trabajo. Entonces se convierte en tener un camino claro de ascensión en la carrera, llegando tan arriba como sea posible. Luego es casarse y tener hijos.
Si en algún momento no sabes lo que estás haciendo, o te distraes o fallas un par de veces, te hacen sentir como si toda tu vida se hubiera arruinado y como si estuvieras destinado a una vida de mendicidad, bebiendo vodka en los bancos de la plaza a las 8 am.
 Pero la verdad es que casi nadie sabe lo que está haciendo a los 20 años, y estoy bastante seguro de que continua así hasta la edad adulta. Todos están trabajando en algo distinto de su mejor conjetura.
De las decenas de personas con las que he mantenido contacto de la escuela secundaria y la universidad (y por “mantener contacto” me refiero a “acosar en Facebook”), no puedo pensar en más de un par que no hayan cambiado trabajos, carreras, industria, familias, la orientación sexual o su juguete favorito, por lo menos una vez a sus 20 años.
Por ejemplo, un buen amigo mío,cuando tenía 23 años, estaba empeñado en escalar en la jerarquía corporativa en su industria. Tenía una gran ventaja inicial y ya estaba imponiéndose y haciendo buen dinero. El año pasado, a los 28 años, él simplemente abandonó. Otro amigo mío pasó de la Armada a la venta de equipos de surf, para luego obtener una maestría en educación. Otro amigo mío acaba de recoger todo y llevar su carrera a Hong Kong. Otro amigo dejó de trabajar como científico del medio ambiente y es ahora un DJ.
Yo rara vez tuve alguna idea de lo que estaba haciendo. Recibo correos electrónicos todo el tiempo de personas que quieren saber cómo construí mi negocio, cuándo decidí ser escritor, cuál era mi plan de negocio inicial. La verdad es que nunca supe nada de esas cosas. Sólo sucedieron. Presté atención a las oportunidades y actué. La mayor parte de esas oportunidades fallaron drásticamente. Pero yo era joven y podía permitirme esos fallos. Finalmente, tuve la suerte de encontrar la manera de hacer algo que me gustaba y de hacerlo bien.


5. La mayoría de las personas en el mundo, básicamente, quieren lo mismo.



En retrospectiva, he tenido unos 20 años muy joviales. Empecé un negocio en una industria muy extraña que me llevó a algunos lugares interesantes y me permitió conocer a gente interesante. He estado por todo el mundo, pasando un tiempo en más de 50 países. He aprendido algunos idiomas, y me he codeado con algunos ricos y famosos y con pobres y oprimidos, en el primer y el tercer mundo.
Y lo que he descubierto es que, desde una perspectiva amplia, la gente es básicamente la misma. Todos pasan la mayor parte de su tiempo preocupados por la comida, el dinero, su trabajo y su familia – incluso las personas ricas y bien alimentadas. Todo el mundo quiere verse bien y sentirse importante – incluso los que ya se ven bien y son importantes. Todos se sienten orgullosos de sus orígenes. Todo el mundo tiene inseguridades y ansiedades, sin importar el éxito que tengan. Todo el mundo tiene miedo al fracaso y a parecer estúpido. Todo el mundo ama a sus amigos y familiares, pero también se irritan mucho con ellos.
Los seres humanos son, en general, iguales. Son sólo los detalles los que cambian. Esta patria por otra patria. Este gobierno corrupto por ese otro gobierno corrupto. Esta religión por esa religión. Esta práctica social por esa práctica social. La mayoría de las diferencias que consideramos significativas son subproductos accidentales de la geografía y de la historia. Son superficiales – sólo diferentes sabores culturales de la misma humanidad.
He aprendido a juzgar a las personas no por quienes son, sino por lo que hacen. Algunas de las personas más amables y corteses que he conocido eran personas que no tenían que ser amable o corteses conmigo. Algunos de los más odiosos, han sido personas que no tenían por qué ser odiosas conmigo. El mundo produce de todos los tipos. Y usted no sabe con quién está tratando hasta que pasa suficiente tiempo con esa persona para ver lo que hace, no lo que parece, o de dónde es o de qué género es o lo que sea.


6. El mundo no se preocupa por ti



Esta idea, que es tan alarmante a primera vista – “Nadie se preocupa por mí” – se vuelve tan liberadora cuando uno procesa realmente su verdadero significado. Como David Foster Wallace dijo: “Vas a dejar de preocuparte de lo que los otros piensen de ti, cuando te des cuenta de lo poco que lo hacen.”
Tú, yo, y todo lo que hacemos, será olvidado un día. Será como si nunca hubiéramos existido, a pesar de que sí lo hicimos. A nadie le va a importar. Al igual que en estos momentos, casi a nadie le importa lo que dices o haces con tu vida.
Y esto es realmente una muy buena noticia: esto significa que puedes cometer muchos errores y la gente se olvidará y te perdonará por ellos. Esto significa que no hay absolutamente ninguna razón para no ser la persona que quieres ser. El dolor de desinhibirte será efímero, y la recompensa va a durar toda la vida.


7. La cultura popular es extremada; practique la moderación



Mi vida mejoró en un 542% cuando me di cuenta que la información que se consume en línea está compuesta principalmente por un 5% de visiones extremas, y que el 90% de la vida ocurre realmente en el silencioso punto medio, donde la mayoría de la población vive en realidad.
Si uno lee la internet lo suficiente, es muy posible pensar que la tercera guerra mundial es inminente, que las corporaciones gobiernan el mundo a través de una conspiración, que todos los hombres son violadores (o por lo menos, cómplices de violación), que todas las mujeres mienten, o son prostitutas glamorosas, que los blancos son víctimas de racismo a la inversa, que hay una guerra contra la Navidad, que todos los pobres son perezosos y destruyen el gobierno, y así sucesivamente.
Es importante retirarse a veces de ese ruidoso 90% y recordarse a uno mismo: la vida es simple, la gente es buena, y los abismos que parecen separarnos son a menudo sólo grietas.


8. La suma de las pequeñas cosas importa mucho más que las grandes cosas



Recuerdo haber leído una entrevista de Dustin Moskovitz, co-fundador de Facebook y compañero de universidad de Mark Zuckerberg. El entrevistador le preguntó a Dustin qué se sentía ser parte del éxito “de la noche a la mañana” de Facebook . Su respuesta fue algo como esto: “Si por éxito de la noche a la mañana, quieres decir mantenerse despierto y codificando toda la noche y todas las noches por seis años sin parar, entonces se siente realmente cansador y estresante”.
Tenemos una propensión a asumir que las cosas simplemente ocurren como son. Como observadores externos, tendemos a ver sólo el resultado de las cosas y no el arduo proceso (y todos los fracasos) ocurrido en producir el resultado. Cuando somos jóvenes, creemos que tenemos que hacer una sola gran cosa que va a cambiar el mundo por completo.
Soñamos tan en grande porque todavía no nos damos cuenta – somos demasiado jóvenes para darnos cuenta – que esas “ grandes cosas ” en realidad están compuestas por cientos y miles de pequeñas cosas cotidianas que deben mantenerse en silencio y sin ceremonias durante largos períodos de tiempo y con poca fanfarria. Bienvenido a la vida.


9. El mundo no es un lugar aterrador tratando de atraparte



Esto se dice todo el tiempo, pero es básicamente cierto. He estado en una buena cantidad de lugares apestosos , tanto dentro como fuera de los EE.UU. Y cuando se les da la oportunidad, la mayoría de la gente es amable y servicial. Si hay un consejo práctico que le daría a todo veinteañero, sin considerar las circunstancias, es éste: encuentra una manera de viajar, y en caso de duda, habla con la gente, pregúntales acerca de ellos, llega a conocerlos. Obtendrás enormes ventajas, sobre todo cuando aún eres joven e impresionable.


10. Tus padres también son personas



Y, por último, quizás la constatación más decepcionante de los 20 años: ver a mamá y papá no como los protectores omniscientes que veías de niño, ni como los autoritarios desagradables que veías cuando eras un adolescente, sino como compañeros, tan sólo dos personas imperfectas, vulnerables, que luchan por hacer lo mejor posible a pesar de, muchas veces, no saber qué diablos están haciendo (ver número 5).
Es probable que tus padres hayan echado a perder algunas cosas durante tu infancia. Casi todos lo hacen (como a mi madre siempre le gusta decir, “Los niños no nacen con manual de instrucciones.”) Y las probabilidades son que comenzarás a notar todas esas cosas que los hacen humanos, mientras estás en los 20. El crecer y madurar hasta el punto de poder reconocer todo esto es un proceso doloroso. Puede despertar mucha amargura y pesar.
Pero quizás el primer deber de la edad adulta – verdadera edad adulta, no sólo la edad adulta para el pago de impuestos- es el reconocimiento, la aceptación y (tal vez) el perdón de los defectos de los padres. Ellos también son personas. Están haciendo lo mejor posible, a pesar de que no siempre saben qué es lo mejor.


El artículo original fue escrito por Mark Manson, en Business Inside, quien cercano a cumplir 30 años, describe sus dramáticos cambios.