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Las Horas Que Preceden Al Alba


Por @Bocablo







Acabo de terminar mi arduo trabajo. Y estas pocas horas, las cuales estoy
 
disfrutando, son las únicas que dispongo en el día para descansar.
 
A la una o dos de la tarde salgo otra vez a la calle. Busco al hombre alto, de
 
smoking y galera, que se ha convertido en mi ocasional patrón.
 
El juguetea un poco con sus finos bigotes, enroscándolos y volviéndolos a alisar.
 
Luego, tan solo me dice: “Aquíesta tu paga, hombre”.
 
Entonces se va por donde vino y yo comienzo con mi trabajo. No del todo común,
 
por cierto. Yo trabajo de cortador de orejas. No se para qué; sólo me importa que el
 
hombre de smoking me paga unsalario mas que razonable.
 
No me resulta demasiado difícil ahora que tengo mucha práctica, pero debo
 
reconocer que a veces puede ser peligroso, según la victima que uno elija. Por eso es
 
conveniente estudiarla un tiempo prudencial antes de actuar. La sigo con sigilo a
 
donde vaya y la escruto detenidamente para decidir si es o no conveniente.
 
Luego, cuando cae la noche, abordo a mi víctima, que debe estar preferentemente
 
sola.
 
Decía yo antes que a veces es peligroso, porque algunos se rebelan furiosamente y
 
tratan de golpearme. Claro que nadie me dijo: “Vamos, haga usted caballero; con
 
toda confianza”. Pero la gran mayoría no opone gran resistencia. Sólo tengo que
 
apoyar mi antebrazo en la garganta del infortunado para inmovilizarlo contra la
 
pared y cortar su oreja izquierda con mi cuchillo.
 
Lo cual, debo decir, me parece una tontería, porque aunque confieso que no se para
 
que fines, considero que la oreja derecha debe ser tan buena y aprovechable como la
 
izquierda.
 
Una vez que tengo la oreja en mi poder, voy a entregársela al hombre de smoking y
 
galera. Y enseguida corro a mi humilde cuarto de hotel, para sumergirme en las
 
horas que preceden al alba.