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El Capitolio en llamas. La Casa Blanca en llamas. La ciudad, desolada. El presidente de Estados Unidos y su esposa, a la fuga, y el enemigo bajo control.
Es un panorama impensable para Washington en la actualidad, pero precisamente así lucía la joven capital de Estados Unidos hace exactamente 200 años, cuando un grupo de soldados británicos se dispuso a darle una lección que marcaría su historia.
Cuando ya caía la noche del 24 de agosto y cedía el calor veraniego, cientos de soldados marcharon hacia la ciudad y, uno tras otro, dejaron sus edificios públicos más emblemáticos "envueltos en una serpenteante capa de fuego", como lo describió el autor Stephen Vogel en su libro sobre el tema.
La quema de Washington, como ha pasado a conocerse ese día, fue un golpe humillante para un país que precisamente se había independizado de los británicos hacía casi cuatro décadas.




El incendio de la Casa Blanca y el Capitolio fue uno de los episodios más significativos y dramáticos de un conflicto de 32 meses entre Estados Unidos y Reino Unido que comenzó en 1812 con la declaratoria de guerra firmada por el presidente James Madison.
Estados Unidos tenía la sensación, explica Vogel, que los británicos estaban pisoteando la joven soberanía del país, al restringir por ejemplo el comercio con Europa u obligar a marineros estadounidenses a que trabajaran en navíos de la flota real.
"Había un sentimiento entre Madison y sus seguidores de que el país había obtenido su libertad en la generación anterior, pero realmente no había obtenido su independencia", dice.

Las quemaduras todavía son visibles en dos lugares de la Casa Blanca, según la Asociación Histórica de la Casa Blanca.