
Aaron H. Swartz (Chicago, 8 de noviembre de 1986 – Nueva York, 11 de enero de 2013) fue un programador informático, escritor y activista hacker. Murió con 26 años, cuando se “suicidó” después de haber sido perseguido y denunciado por el FBI y tener que hacer frente a una posible condena a 35 años de prisión por haber intentado liberar una gran cantidad de conocimiento científico para que fuera de libre acceso para la humanidad. Su talentosa actividad caracterizó todo aquello en lo que participó durante su corta vida.
Ya a los 14 años, Swartz participó en el diseño de la especificación RSS 1.0 y desarrolló el framework web.py, además de la arquitectura del Open Library. También, fundó la empresa Infogami, que se fusionó con Reddit, y fue un destacado colaborador de Creative Commons.
Aaron fue un prominente activista a favor del libre acceso al conocimiento y por la defensa de las libertades en internet. Así, fundó Watchdog.net y cofundó el grupo Demand Progress (conocido por su campaña en contra de laley SOPA [Stop Online Piracy Act]), ley que consiguieron detener, entre otros factores, gracias a la entrega de Aaron, quien, además, colaboró con varios grupos activistas como Rootstrikers y Avaaz.
El 6 de enero de 2011, Swartz fue detenido en relación con la descarga sistemática de artículos de revistas académicas de JSTOR (un portal web de revistas científicas, en activo desde 1995, concebido como un servicio de consulta en línea para bibliotecas, especialmente universitarias) que se convirtió en objeto de una investigación federal. Swartz era absolutamente contrario a que JSTOR cobrara para acceder a los artículos y que, en lugar de compensar a los autores, compensara a los editores.
Tras no encontrar una salida satisfactoria a la persecución legal que sufría, el 11 de enero de 2013, Swartz fue encontrado ahorcado en su apartamento en Brooklyn. El impacto de su muerte fue inmenso, especialmente en Norteamérica; hasta el punto de que muchos científicos decidieron optar por la via de la acción directa y desobediente liberando su propio material académico; también, algunos activistas informáticos cometieron y reivindicaron acciones de liberación científica como la que había puesto a las fuerzas represivas sobre Aaron Swartz.
Seis meses después de su muerte, la presión social forzó la liberación del archivo policial de la investigación sobre Aaron, donde se descubrió que ésta se había iniciado en 2008, a partir de la publicación del «Manifiesto de la Guerrilla por el Acceso Libre» con la firma de Aaron Swartz y al que, de manera póstuma, nos adherimos plenamente como Radi.ms.
El manifiesto es una contundente defensa de la acción directa como forma de liberar, en beneficio de la humanidad, el conocimiento que ha sido privatizado y, en ocasiones, directamente robado por las élites económicas de este mundo.
Sirva esta redifusión como un pequeño homenaje al compañero Aaron. En el aniversario de su designación por el Internet Hall of Fame, encontramos oportuno que sea recordado, también, por su legado como activista.
Enlaces
Web de Aaron Swartz
Aaron Swartz en la Wikipedia
Memorial permanente sobre Aaron Swartz
Cómo honrar a Aaron Swartz
Documental sobre Aaron Swartz (subtitulado)
link: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=vXr-2hwTk58
link: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=vXr-2hwTk58
Manifiesto de la Guerrilla por el Acceso Abierto
La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedarse con él. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y diarios, continúa siendo digitalizado y guardado por un puñado de corporaciones privadas. ¿Quieres leer publicaciones acerca de los más famosos resultados de la ciencia? Necesitarás enviar grandes cantidades a editoriales como Reed Elsevier.
Existen personas luchando para cambiar esto. El Movimiento para el Acceso Abierto ha luchado valientemente para asegurar que los científicos no firmen derechos de autor y en cambio se aseguren que su trabajo sea publicado en Internet, bajo términos que permitan que cualquier persona tenga acceso a éste. Pero incluso en el mejor de los casos, su lucha solamente aplicará para cosas que se publiquen en el futuro.
El resto, lo publicado hasta ahora, se habrá perdido.Este es un precio demasiado alto para pagar. ¿Obligar a que académicos paguen dinero para leer el trabajo de sus colegas? ¿Digitalizar bibliotecas enteras pero solo permitir que la gente en Google las pueda leer? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las élites universitarias del primer mundo, pero no a niños en el sur del planeta? Es indignante e inaceptable.
“Estoy de acuerdo”, muchos dicen, “pero ¿qué podemos hacer? Las compañías mantienen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero al cobrar por el acceso, y todo es perfectamente legal. No hay nada que podamos hacer para detenerlas”. Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.
Quienes tienen acceso a estos recursos -estudiantes, bibliotecarios, científicos- han recibido un privilegio. Pueden alimentarse de este banquete de conocimiento mientras el resto del mundo es excluido. Pero ustedes no necesitan -de hecho, moralmente, no pueden mantener este privilegio solamente para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo. Y tienen que compartir claves con sus colegas y llenar solicitudes de descargas para sus amigos.
Mientras tanto, aquellos que han sido excluidos no esperan sin hacer nada. Han estado fisgoneando a través de agujeros y trepando cercas, liberando información guardada por las editoriales y compartiéndola con sus amigos.
Pero todas estas acciones se quedan en la oscuridad, escondidas en el sótano. Se las llama robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuese el equivalente moral a saquear un barco y asesinar a su tripulación. Compartir no es inmoral: es un imperativo moral. Solo quienes están cegados por la ambición podrían rehusarse a dejar que un amigo obtenga una copia.
Las grandes corporaciones, por supuesto, están cegadas por la ambición. Las leyes bajo las cuales operan lo requieren. Sus accionistas se sublevarían si fuese menos que esto. Y los políticos que han comprado las respaldan, aprobando leyes que les conceden el poder exclusivo para decidir quiénes pueden hacer copias.
No hay justicia al cumplir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, siguiendo la tradición de la desobediencia civil, oponernos a este robo privado de la cultura pública.
Necesitamos tomar la información, donde quiera que esté almacenada, hacer copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar cosas que ya no tienen derechos de autor y agregarlas al archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y publicarlas en la web. Necesitamos descargar publicaciones científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos combatir en la Guerrilla del Acceso Abierto.
Con suficientes de nosotros, alrededor del mundo, no solo enviaremos un mensaje firme en contra de la privatización del conocimiento. Haremos que sea una cosa del pasado.
¿Te unirás a nosotros?
Aaron Swartz
Julio de 2008, Eremo, Italia