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Siempre se repiten ciertas personalidades que me llaman mucho la atención, por lo simpáticas o nefastas, pero al fin y al cabo dignas de un análisis antropológico-social como el que sólo yo, un idiota sin ningún tipo de autoridad o conocimiento en la materia, le podía dar. A continuación, una clasificación de la fauna teen argentina en un estudio digno de ser estudiado por todas las generaciones venideras.



El mitómano

Todos tenemos un mentiroso compulsivo entre las filas de nuestros seres queridos. Son graciosos, porque no solo ellos saben que están mintiendo, sino que también saben que el resto, antes de que comience a hablar, ya sabe que va a decir algo que no es verdad.
Entonces, quizá en una charla de anécdotas de la infancia, vemos como el mentiroso toma la palabra y empieza: “Bueno, yo aprendí a leer sólo, un día agarré Así

Habló Zaratustra y bueno, nada, salió”. Y si uno mira alrededor de la mesa, vemos como todos se tapan la boca, o se muerden el labio, hasta que uno estalla. “Crrrrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjjjjjj-juuuuuuuajajajajajajajajajajaja”, y el mentiroso se enoja. Se pone mal, porque no puede evitar que nadie le crea, cuando él mismo sabe que no está diciendo la verdad. Y por supuesto, siempre tenemos al desenmascarador de mentira que tiene EL DATO comprometedor.
“Pero che…. Juanito, ¿vos no era que no habías aprendido a leer como a los 12 porque tenías una dislexia gravísima?”. Y así, nos prestamos a ver un gran espectáculo: la habilidad del mentiroso para acomodarse a cualquier situación y hacer malabares con datos incomprobables.
“Bueno si… lo que pasa es que mi pediatra, el Dr. Carlos Tocapene, pensaba eso por un problema de miopía que tengo, y mi oculista se lo negó porque me hizo siete estudios de fondo de ojo en una semana que me dieron que no, pero bueno, la obra social me terminó sacando la guita porque el sistema es así, un robo a mano armada”. Magistral.


El simpático conservador asesino

El cavernícola intelectual es muy normal en muchos grupos. Es un personaje que parece divertido, hasta que le sale el fascistoide del corazón. Por lo general, este tipo de personas entienden poco de ironías, y es en estos momentos en los que dejan entrever su dictatorial personalidad oculta.

Por ejemplo, un judío dice bromeando a su grupo de amigos: “¡Claro! A los rusos hay que matarlos a todos, ¿no?”, en joda -por supuesto, ya que él es judío y está tratando de satirizar el antisemitismo en general-.
De repente, vemos como nuestro pobre compañero, que lamentablemente heredó toda la caca que tienen sus papis en la cabeza, dice: “jajajaja Si mal, son re hijos de puta, Hitler era un capo y tenía razón”.
Y se genera un silencio de misa, incomodísimo. En el fondo, sentimos pena por ese tipo que queremos poco pero no sabemos cómo dejar de invitar a nuestras reuniones, ese ario al que no se puede culpar de nada. Deberíamos sentir hasta ternura e incluso acariciarle la cabeza como a un gato que se hizo caca porque todavía no aprendió a usar las piedritas. Este ser humano tiene popó en el cráneo, y sus amigos deberían tomarse el tiempo de enseñarle todas las cositas que no le explicaron sus padres pangermanos. Hay que enseñarle a no hablar cuando no se tiene un cerebrito funcionando en condiciones apropiadas.


El idealista

Este muchacho es un pesado y no tiene descanso. Quizá te encuentres con tus amigos, jugando al Winning Eleven, y deciden jugar una copa y a él le toca ser

Inglaterra y vemos que se ofende, y dice que no –rotundamente-. “Compañeros, no seamos torpes, no nos dejemos alinear por un juego virtual que pretende estupidizarnos, y fanatizarnos con jugadores electrónicos de un deporte pirata disfrazado de popular, el football es el opio de los pueblos, y si –en todo caso-, yo estuviera dispuesto a jugar, JAMÁS –y cuando digo jamás es que antes prefiero estar muerto-, elegiría una escuadra compuesta por 11 asesinos que tienen en sus museos las reliquias de nuestros pueblos, que les fueron secuestradas injustamente en épocas de imperialismo tan feroz como el actual”, grita parado sobre el sillòn con la camisa arremangada. Boah. Tranquilizate hermano, jugate un partidito que después tomamos mate y discutimos un rato sobre Crimen y Castigo de Dostoievski, pelotudo estressado.

La putita camuflada de santa

Todos los grupos de minas tienen uno. A primera vista, uno podría imaginarse que les da vergüenza decir “pito”, y que no pueden pronunciar tal palabra porque se

sonrojan. Cuando se juntan con un grupo de amigos-conocidos, parecen recluídas al principio, y copa a copa vemos como empiezan a soltarse jugando al yo nunca. Hasta que de repente, vemos que un atrevido muchacho dice: “Yo nunca le practiqué sexo oral a más de 3 hombres en la misma noche”. Y ella, tras un sutil “jijiji”, toma su vaso y se echa un bruto trago. Estas mujeres son molestas para su grupo, ya que siempre retrasan la vuelta a casa porque desaparecen en manos de algún depredador masculino.

El Facha

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El Facha adora que le digan el facha. Por lo general, suele estar bronceado, cae con pantalón roto, y una remera vieja, gastada y muy holgada. La posta es mostrar que aunque se cuelgue un repasador del cuello, le va a quedar bien porque a él no le interesa la moda. La verdad es que es mentira, y que cada prenda, cada rotura en su jean está cuidadosamente calculada.

El Facha no tiene otra cosa de qué hablar de con cuántas mujeres estuvo, y se vanagloria de ello de manera muy sutil. Pero lo más gracioso es cuando este prototipo de perfecto imbécil nos cuenta cómo se la chamuyó y vos por adentro, mientras escuchas, pensas “cómo mierda hizo este pelotudo para levantarse una mina diciendo las pelotudeces que le dijo”. Pero si, son las injusticias de la vida.

La hueca

La hueca es un personaje tan alegre como inocente. Una hueca puede alegrar cualquier reunión con una intervención. Ejemplo, en un juego.

“Rapidito, rapidito para mi derecha países que empiecen con V corta como…. Venezuela”…

“Vulgaria”, dice segura, excitada y hasta contenta por lo rápido que le salió ese extraño país perdido en algún continente lejano.

La hueca no es mala y es incapaz de hacer daño, y siempre está la gorda que la trata mal, en vez de divertirse. “Mogólica, Bulgaria va con B larga, menos mal que tenes tetas porque sino no se como GARCHA sobrevivirías”, sentencia de manera cruel mientras todos permanecen callados como diciendo: “Bueno, pará nena, relajá un toque que no está en juego la vida de nadie”.

Hay que tenerles paciencia y pueden ser sumamente útiles en momentos de aburrimiento.

La depresiva

La depresiva es una mina que la noche la arranca con todo, música, danza, locura y fondos –uno atrás del otro-. Pero el alcohol nunca le pega bien y, como otros personajes aquí mencionados, desaparece –siempre con una acompañante del mismo género-. El retorno de ésta mujer a la escena es terrible. El maquillaje corrido, los

ojos hinchados y la nariz moqueante son algunas fijas en esta triste vuelta.

Pero en el ínterin entre la desaparición y la vuelta, muchos tienen la mala suerte de entrar el baño y encontrarse con esta mujer ebria, destrozada y hasta vomitada, gritando que “es un asco, que no le gusta a nadie y que se quiere morir por gorda y fea”. El pobre intruso que se come el garrón este de haber entrada al baño equivocado, se queda paralizado, y mira a las dos mujeres, en esta actitud casi lésbica, sentadas en el inodoro compartiendo el dolor de pensar que son horrendas. La situación es complicada, y muchos la resuelven con un portazo sin decir una palabra, y aguantando la risa cuando las ven volviendo a la mesa diciendo que no pasó nada, que sólo está con alergia.

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